Feria

Efeméride Conventual

BAJO la batuta sabia de Michael Thomas, la OCAL recorría con su buen hacer (y el de distintos artistas invitados) diez siglos de la historia musical que acompañó a generaciones de habitantes de la sureña capital mediterránea. Y esto en un año, 2015, trufado de aniversarios rotundos. Junto al Milenio, otra efeméride a subrayar: la llegada hace cinco centurias de las monjas Concepcionistas Franciscanas, Las Puras. Transformadoras del paisaje urbano y del padrón vecinal de un asentamiento medieval que devino de musulmán en cristiano. De conventual a ciudad abierta, desembarazada de murallas y de mentalidades ancianas.

Son por tanto las habitantes capitalinas más longevas, con diferencia. Por ello, y ante la dejación del Ayuntamiento, la AA.VV. Casco Histórico asumió la iniciativa civil de honrarlas como se merecen, pese a la modestia de sus recursos: descubrimiento de una placa junto al portón de acceso al monasterio y un ciclo de tres conferencias. Tan concurridas que obligó a colocar sillas supletorias para acomodar a las personas que llenaban por completo la iglesia conventual, recomendada por las propias monjas para así poder seguirlas. Pero acaba de iniciarse la Feria y tiempo habrá de profundizar en el desapego del equipo de gobierno municipal que, curiosamente, lleva la "tradición" en su ADN conservador. Ahora es momento de divulgar sucedidos escasamente conocidos a extramuros de comunidad testigo de múltiples vicisitudes históricas: de situaciones comprometidas a momentos distendidos e incluso jocosos. De supuestos "milagros" a fenómenos de difícil explicación y que harían las delicias de un friqui tramposo que anda por ahí suelto.

Incluido el nombre de la Orden, todo el programa iconográfico gira alrededor de la máxima figura mariana: la Inmaculada Concepción. Y ello siglos antes a la declaración romana del dogma dictado en diciembre de 1854 por el papa Pío IX. En piedra, mármol, alabastro, madera o pintura, se alza en cada uno de sus espacios físicos, al exterior e interior: hornacinas en la entrada por calle Cervantes e Iglesia, compás y torno, puerta Reglar o claustros. Y la joya de la corona: la talla que preside el magnífico retablo barroco de la iglesia conventual; a mi juicio el más bello de la provincia junto al de la Encarnación de Vélez Rubio. Habitualmente atribuida a Alonso Cano, últimamente hay quien la vez más cercana al taller granadino de José de Mora. En cualquier caso, se trata de una imagen en madera de exquisitas proporciones y encarnadura, envuelta en un curioso lance en el que más adelante me detendré.

Cuando hablamos de antigüedad nos estamos remontando al siglo XVI, a un día cualquiera en la transición del año 1514 a 1515. A ocho jornadas recorridas por seis mujeres procedentes del convento matriz de Toledo; en un trayecto áspero desde las llanuras manchegas a la soleada ciudad andaluza, a bordo de pesada diligencia servida por mozos armados ante la peligrosidad de los caminos. En ella, Teresa Enríquez y las cinco monjas que la tradición dicta que vinieron a fundar. El cortejo cruzó en las afueras la Puerta de Belén, donde cambiaron las literas (del carromato) por sillas de mano hasta llegar a la Almedina, en la que serían recibidas "con grandes agasajos y honores por el vecindario y autoridades eclesiásticas y civiles, como correspondía a la que conservaba para su Casa y descendientes el título de Alcaide de la Ciudad". Digo "dicta la tradición" ya que el libro con las actas fundacionales lo quemaron en julio de 1936. En primera fila se hallaba el Padre Guardián (superior) del convento de Franciscanos, clero catedralicio y el regidor Ochoa de Careaga, cabeza del Concejo municipal. Seguidamente ocuparon las casas que le estaban preparadas.

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