España

Las tribulaciones de Inocencia y Zapatero

HA sido un ácido alimón, no por previsible menos lacerante. Se acaba de poner en marcha esta IX Legislatura y ya ha vuelto el PNV a las andadas. El desmarque de la formación nacionalista de la moción de censura contra la alcaldesa de Mondragón por la negativa de su grupo municipal a condenar el asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco es una nueva afrenta a las víctimas del terrorismo y una mala noticia para Zapatero, que habrá vuelto a quedarse cariacontecido en su torre de marfil de La Moncloa después de ver cómo le paga el PNV el hueco que le ha hecho en la Mesa del Congreso para que suene su violín en el ritmo de la Cámara Baja.

Es cierto que Mondragón es un fortín abertzale, que presentarte a la mayoría de sus lugareños como periodista es un pasaporte hacia la mirada torva y un silencio compacto (los periodistas manipuláis la realidad, reza el mantra oficial) y que al visitante le sobrecoge la hagiografía proetarra de sus plazas aliñada con los inefables niños jugando a la pelota, abuelos al sol y mamás de cháchara junto al carrito. Sí, ver a ETA incrustada en el paisaje de la normalidad espolea muchas dudas, pero los argumentos de estos esbirros del terror se despeñan por el sumidero de la indecencia cuando se muestran altivos e indiferentes ante la pérdida de una vida humana, con ese cinismo atroz de la cantinela de la esterilidad de las condenas.

El Gobierno de Vitoria entona circunspecto eso de los polvos y los lodos; esto es, que si ANV gobierna en Mondragón es porque los socialistas le permitieron presentarse a las elecciones municipales de mayo de 2007, en las que Madrid (según su terminología) impugnó sólo la mitad de las listas abertzales. Y el PNV no halla mejor excusa que la de que arrebatar el timón de la Alcaldía de Mondragón a Inocencia (tiene guasa el nombre, ¿no?) Galparsoro y secuaces sólo serviría para "multiplicar el problema".

Pero, al margen de las miles de personas en peligro de muerte, si alguien tiene un problema en el País vasco es el PNV: contabiliza por fracasos las últimas convocatorias electorales, su hegemonía ha perdido el timbre de la perpetuidad, su líder es gris y se contradice (más o menos a conciencia) con el lehendakari, con objetivos que pendonean entre la abundancia soberanista y el tiquitaca autonomista... En definitiva: el PNV está a la deriva. Su ambigüedad le está matando. Se le llena la boca de venablos contra ETA pero extiende su manto protector sobre sus satélites. Nada nuevo. El fantasma de Lizarra llama a la puerta. Y a pesar de todo, Zapatero le da jabón. Mal empezamos a recomponer la unidad contra ETA.

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