El desafío independentista

La presión divide al independentismo

  • Artur Mas y los antiguos convergentes tratan de blindar a Puigdemont de las prisas de la CUP y la ANC

  • OriolJunqueras y ERC guardan silencio, pero el vicepresidente catalán flirtea con los más radicales

  • El 'president' se reúne con todos sus aliados, aunque no se espera respuesta al Gobierno central hasta el lunes

La presión divide al independentismo

La presión divide al independentismo

Puigdemont vuelve a estar sometido a presión, como en los días previos a su confusa, y suspensa, declaración de independencia. El tiempo va abriendo las brechas en el bloque independentistas, porque los más lanzados quieren que se levante la suspensión de la declaración de la república, y que ésa sea la respuesta que se le dé al Gobierno central. Pero al presidente también le implora su propio partido y el empresariado catalán para que busque una fórmula de pacificación con Madrid. Puigdemont se reunió ayer con todos sus consejeros en el Palacio de la Generalitat, donde también estuvieron los representantes de Junts pel Sí, de la CUP y de los movimientos sociales. No ha habido puente del Pilar en la plaza de Sant Jaume, donde proseguirán las consultas hasta que se dé una respuesta el próximo lunes antes de las 10 de la mañana. Se van a apurar los plazos.

El ex presidente de la Generalitat Artur Mas tuvo que salir ayer por la mañana a interponerse entre Puigdemont y quienes solicitan que levante de modo inmediato la suspensión. Entre éstos están la CUP y la poderosa Asamblea Nacional de Cataluña (ANC). En una entrevista concedida a TV3 en su programa matinal, Mas defendió que la responsabilidad de contestar al requerimiento de Moncloa sobre el artículo 155 corresponde a Carles Puigdemont. "Si alguien cree que la independencia se consigue con el modo de proclamar la república es que no conoce la realidad", indicó Artur Mas, el hombre que desató el proceso independentista. La parlamentaria Mireia Boya le respondió: "Todos aquellos que no estén en el Govern que dejen de opinar, Mas tampoco está".

La CUP envió una carta de tres folios a Puigdemont en la que le urge a levantar la suspensión de la república catalana ante la certeza de que ni el Gobierno central va a negociar ni hay hueco para una mediación internacional. A esta presión se suma la ANC, que reunió el jueves a su secretariado de modo urgente, para concluir que también hay que levantar una suspensión que, por otra parte, nadie votó en el Parlamento. La idea de los hiperventilados es que si el Gobierno aplica el artículo 155 en todo su contenido, Cataluña responda como una república constituida. Más importante que la CUP es la opinión de la ANC, porque ellos han sido los organizadores de las manifestaciones de apoyo al referéndum, quienes le dan cobertura social al proceso, los que se encargan de mover a esos dos millones de catalanes favorables a la independencia.

Frente a la CUP y la ANC están el PDeCAT; su secretaria general, Marta Rovira, y Mas. También cuenta la oposición de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que puede ser una posible socia de los antiguos convergentes. "Si un estado se declara independiente pero no lo reconoce nadie y no puede actuar como tal, es una independencia estética", resaltó Mas, para quien lo urgente sería convocar elecciones constituyentes. En cierto modo, y aunque le cambie el nombre, ya fue eso lo que él hizo en septiembre de 2016, convocar unos comicios llamados plebiscitarios.

ERC no se ha pronunciado, mantiene un silencio estratégico. La única pista es la que ha dado el vicepresidente Oriol Junqueras. Anoche, Ernest Maragall, uno de los ex dirigentes históricos del PSC, retó a Junqueras en las redes: "represión o rendición, ¿no es hora de asumir el precio de la libertad?". El vicepresidente le contestó en minutos con un sí carente de matiz. Ahora se ha sabido que Puigdemont sometió a votación de su Gobierno el sentido de su discurso en el Parlamento. Esto es un hecho poco común, pero quiso salir así de tantas presiones cruzadas. Todos votaron a favor de suspender la declaración por un tiempo, menos la consejera de Educación, Clara Ponsatí. Pero lo más revelador fue la posición de Oriol Junqueras, que no votó: adujo que todo el mundo conoce su posición personal.

Los independentistas se han encontrado con dos negativas de las que no saben cómo zafarse. No hay mediación internacional, Europa no desea una Cataluña independiente, y el Gobierno central no se aviene a negociar. El diálogo, de producirse, debe tener lugar en el Congreso de los Diputados. A esta posición de firmeza ha ayudado que el PSOE de Pedro Sánchez ha encontrado, por fin, su lugar en la comisión que debatirá la reforma constitucional. Es la única puerta que se le ha abierto a los partidos catalanes. ERC no quiere, el PDeCAT se lo piensa, ellos saben que necesitan un arranque de diálogo. Oriol Junqueras, callado pero cada vez más transparente, emitió ayer un comunicado de queja a Pedro Sánchez: para él, ahora el PP y el PSOE son la misma cosa. De este modo, una tras otra se han ido cerrando todas las puertas, todo conduce al desarrollo del artículo 155 de la Constitución. Algunas fuentes explican que el Gobierno de Rajoy tendría acordado con el PSOE la aplicación de "un 155 blando", que no supondría la intervención total de la autonomía, sino la asunción de la dirección de los Mossos y la convocatoria de unas elecciones autonómicas.

A esto último se podría llegar también mediante la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, que permite nombrar a un delegado para todas las administraciones sobre el territorio, cambiar la cúpula de la Policía autonómica y convocar comicios. Aunque el PDeCAT las llamaría constituyentes, el partido de Artur Mas apoyaría una solución, sin apariencia de pactos, para llegar a unos comicios. Pero tienen un problema máximo: ERC ya no iría con ellos en coalición. Con Ciudadanos en alza, con Colau de candidata por la nueva marca de Podemos y con un Iceta renacido, el antiguo partido de Pujol se podría quedar cuarto o quinto.

A la barrera que contra la independencia se ha ido construyendo en España se suma la claridad de la Comisión Europea. Su presidente Jean Claude Juncker se expresó ayer con rotundidad en contra de que Cataluña sea un nuevo país. Porque vendrían más. "No quiero una Unión con 95 países, ya es bastante difícil de administrar con 27". Con estas posiciones, el proceso ya no tiene salida alguna, sólo la inmolación.

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