España

Entre peor y muchísimo peor

FORZAD0 a comparecer a petición propia, el presidente del Gobierno se vio obligado a explicar ayer en el Pleno del Congreso la delicada situación de la económica española. Tras un debate previo, centrado en parte en el meollo semántico pero marcado por unos indicadores económicos que no le dan tregua al Gobierno, Zapatero llegó a la tribuna de oradores dispuesto a articular un segundo discurso de investidura, o algo así.

Pero, de entrada, lo hizo tarde, con poco entusiasmo y utilizando un registro más técnico que político que, por momentos, resultó plomizo y que invitó a dormitar incluso a algunos de los suyos, que sólo se despabilaron con algunos aplausos cuando Zapatero ratificó el compromiso del Gobierno con las políticas sociales a pesar de la época de vacas flacas.

Por el contrario, tras dos meses entretenido con el proceso precongresual del PP, el líder de la oposición estuvo desde el principio más predispuesto a un debate que le resultaba más propicio. Rajoy no se cortó y atacó duramente a Zapatero por el flanco eufemístico de la crisis con una batería de cifras incontestables que sostenían su escepticismo.

Pero cuando tenía el viento de los datos de cola, el presidente del PP cayó nuevamente en el tremendismo de la pasada legislatura y situó a España entre los países peor preparados para afrontar la situación de crisis.

Para ilustrar su aseveración eligió un ejemplo ciertamente desafortunado: "Fíjese lo que ocurre con los terremotos. En algunos países causan estragos horrorosos. En otros, en cambio, los daños son mínimos."

En determinados momentos, el presidente del PP recurrió a los chascarrillos y convirtió a parte de la bancada popular en un coro que recordó el show de Pepe Reina con la broma del "¡camarero!, con preguntas que tenían la misma respuesta: "¡Zapatero!".

Sin abandonar nunca un tono de reproche mandón y faltón, el líder de la oposición acusó a Zapatero de engañar a los ciudadanos de forma reiterada tanto en el diagnóstico como el tratamiento de la crisis, y se dejó sus propuestas para superarla para otro momento. Aunque, eso sí, se mostró dispuesto a apoyar, por el bien de los españoles, a un Gobierno presidido por alguien a quien había atribuido la fea costumbre de mentir a los ciudadanos.

En la réplica, como suele ser habitual, el presidente del Gobierno buscó la perspectiva de las familias que "casi siempre tienen dificultades", y se comprometió directamente con los trabajadores, los pensionistas y los jóvenes en esta nueva etapa de dificultades.

Pero, sobre todo, rebatió con firmeza las acusaciones de mentiroso de Rajoy. Para ello, esgrimió el cambio de previsiones de crecimiento económico de España que tanto el Gobierno de Aznar como los organismos internacionales han hecho, sin que nadie haya merecido tal calificativo, y marcó diferencias entre las políticas de izquierdas y las de derechas con una amplia casuística.

En su breve turno de réplica, Rajoy criticó el tono mitinero de Zapatero y le acusó de soberbio por no aceptar el diagnóstico que el resto de los portavoces de los demás grupos parlamentarios le habían transmitido con una claridad meridiana.

Aunque tenía margen para construir un discurso diferente, Rajoy optó por enviar un mensaje a aquellos electores del PP que no están muy satisfechos con el teórico giro al centro que supuso el congreso de Valencia, y refrendó el mismo tono y similar fondo que en la legislatura pasada.

A la espera del congreso que celebrará este fin semana el PSOE, en el que la laicidad, la eutanasia y el aborto centrarán el debate, Zapatero y Rajoy cierran este primer periodo de sesiones parlamentario tras las elecciones del 9-M incapaces de mejorar ligeramente la pésima relación que ambos han cultivado desde 2004. Está por ver si en la reunión que ambos mandatarios mantendrán este mismo mes en el palacio de la Moncloa, antes de las vacaciones de agosto, cerrarán el demorado pacto por la Justicia, que permitaría la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y de parte del Tribunal Constitucional (TC). Afortunadamente, éste parece que lo están negociando Alonso y Sáenz de Santamaría, que tienen otra cosita.

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