Combate nulo

Los dos bloques siguen pesando lo mismo. Hay dos ganadores: Arrimadas fue una candidata excelente y Puigdemont ha sacado petróleo de su reclamado legitimismo. ERC y PP, perdedores

Seguidores de ERC siguen en una pantalla gigante en la estación del Nord de Barcelona los resultados de las elecciones.

Seguidores de ERC siguen en una pantalla gigante en la estación del Nord de Barcelona los resultados de las elecciones. / alberto estévez / efe

Combate nulo. El bloque independentista no consigue una mayoría de votos que vender en el extranjero y el bloque unionista no suma suficientes escaños para descalificar la deriva supremacista y victimista del populismo nacionalista. Seguimos como estábamos. Con dos grandes ganadores, Arrimadas y Puigdemont, y dos claros perdedores, una Esquerra descabezada y un PP irrelevante. El soberanismo con el 47,5% de los votos, consigue mantener la mayoría absoluta en el Parlament. Pero Ciudadanos obtiene una espectacular progresión en su cuarta comparecencia electoral: tres, nueve, 25 y 37 diputados, sucesivamente, es una espiral nunca vista.

Lo hace a costa del PP, que se queda sin grupo parlamentario propio en el nuevo Parlament. Los populares han perdido el monopolio de la marca España en un territorio capital para gobernar el conjunto del país; Ciudadanos se despierta hoy convertido en alternativa de gobierno nacional. Y lo ha conseguido liderado por la jerezana Inés Arrimadas, que ha demostrado ser una candidata con personalidad y carácter; las urnas la han premiado largamente, aunque no pueda gobernar.

A Ibarretxe su plan soberanista lo sacó del Gobierno. A Puigdemont le ha salido rentable

El segundo ganador de la jornada es Carles Puigdemont, que ha sacado petróleo de su pretendido exilio belga. A Juan José Ibarretxe su plan soberanista para el País Vasco lanzado en 2004 le costó el cargo cinco años después. A Carles Puigdemont el plan soberanista al que se sumó Convergencia en 2015, huyendo de los escándalos de corrupción de su fundador y de las tangentes del partido, le ha salido muy rentable en las urnas.

Su huida a Bélgica no fue sólo un gesto cobarde, sino también una magnífica operación de marketing. Ha vendido como un digno exilio, a una parroquia fanatizada, paseos por el Bois de la Cambre o la Forêt de Soignes, raciones de moules en Bruselas, sesiones de ópera en Flandes o entrevistas exclusivas con prensa internacional. Bingo. Él ha sido uno de los dos grandes beneficiados de esta campaña y sólo sus cuentas pendientes con la justicia condicionan su posible reelección.

Aun así, el pretendido presidente legítimo de Cataluña, y sus compañeros de correrías soberanistas no han conseguido el favor de una mayoría de votantes y sólo una ley electoral que beneficia a los territorios del interior, de tradición carlista, han procurado una mayoría en escaños a los sediciosos. El bloque independentista pierde votos y consigue dos diputados menos que en 2015, con un trasvase de votos de la CUP hacia Esquerra y de ERC hacia Puigdemont, que ahora podría refundar al viejo partido pujolista, salvo que lo impida su procesamiento y eventual prisión.

Otra gran derrotada ha sido Esquerra, que empezó la carrera electoral primera en las encuestas y con Marta Rovira señalada como la candidata a presidenta, y ha terminado en tercer lugar. A ERC le ha costado muy cara la prisión de su líder y el fiasco de su delfina, que pasó durante la campaña de pasionaria a magdalena y quedó empequeñecida en su debate con Arrimadas en Salvados. A Oriol Junqueras le ha fallado el olfato. Su estrategia de negarse en redondo a una lista conjunta con los convergentes le ha salido fatal, porque Puigdemont ha llorado con más convicción que Rovira y ha faltado el respeto al conjunto de España y a su régimen democrático con más eficacia que la débil candidata republicana.

Los terceristas han acabado frustrados. Iceta no ha sacado rédito a una buena campaña, ni a las excelentes intervenciones previas de Josep Borrell. El PSC saca sólo un diputado más que hace dos años. Peor le ha ido a la coalición de Comunes, Podemos e Iniciativa. Domenech pierde tres escaños y deja tocados a Colau en el ámbito catalán y a Iglesias en el marco nacional. Si se hace la cuenta aritmética el balance de la jornada es una subida de doce escaños de Ciudadanos, de cuatro para convergentes y Esquerra y de uno del PSC. Y si a los terceristas no les ha ido bien, peor le ha ido a los más radicales: el capítulo de las pérdidas lo encabeza el PP con ocho escaños menos, seguido de la CUP que baja seis sillones.

Parece evidente que esta convocatoria electoral tan cercana a los incidentes del 1 de octubre y a la declaración ilegal de independencia ha beneficiado al populismo nacionalista. En medio de la espiral sentimental, se ha platicado mucho de legitimismo y poco de los problemas de Cataluña.

Anoche los dirigentes soberanistas hablaban de diálogo y reconducción de la situación. Es urgente. Hoy la Bolsa bajará y las empresas continuarán marchándose. Para parar esa sangría sería necesario ofrecer seguridad a inversores y emprendedores. Nadie esgrimió anoche el unilateralismo; tampoco nadie explicó cómo piensa volver el exiliado de los bosques de Bruselas. Estos dos líos, uno económico y otro jurídico, van a condicionar la evolución de los acontecimientos políticos.

Además de la foto congelada de los dos bloques del Parlament, en el lado más positivo hay que anotar una participación de más del 80%, y una campaña en la que las siete candidaturas han debatido tres veces en la televisión con el máximo nivel de representación, a la francesa. Un ejemplo a imitar en Andalucía en las elecciones de 2019. En el lado oscuro, estas elecciones colocan a Cataluña en el mismo grupo de los británicos que votaron el Brexit y los americanos que votaron a Trump. Que el territorio español en el que ha tenido más éxito el populismo emocional sea Cataluña es una sorpresa para quienes pensábamos que era una comunidad culta y moderna.

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