La tarde del 24 de enero de 1977, la abogada Francisca Sauquillo estaba en el Pozo del Tío Raimundo preparando con el padre Llanos, antiguo confesor de Franco reconvertido en defensor de los obreros, el funeral por la joven estudiante Mari Luz Nájera, de 19 años, muerta ese día por el impacto de un bote de humo de la policía cuando se manifestaba por el asesinato la víspera, 23 de enero, de Arturo Ruiz, 19 años, a manos de un ultraderechista.

Al final de la jornada, la abogada es informada de que una de las cinco víctimas mortales del atentado cometido en el despacho de abogados laboralistas de Atocha, 55, es su hermano Francisco Javier Sauquillo. Completan la nómina de fallecidos los abogados Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides, el administrativo Ángel Rodríguez Leal y el estudiante de Derecho Serafín Holgado. Al crimen sobreviven cuatro abogados que quedan gravemente heridos: Luis Ramos, Miguel Sarabia, Alejandro Ruiz Huerta y Dolores González Ruiz, esposa de Francisco Javier Sauquillo, una mujer que volvía a conocer en su entorno más cercano la violencia de la ultraderecha que asesinó en 1969 a su pareja, el estudiante Enrique Ruano.

La actual alcaldesa de Madrid era la titular de Atocha 55 y otros dos despachos de abogados

"¿Qué habéis hecho?", dicen que les preguntó Fernando Lerdo de Tejada en la plaza de España de Madrid a Carlos García Juliá y José Fernández Cerrá, autores materiales de los disparos. Lerdo de Tejada tenía 23 años y era "un señorito de El Toboso", en descripción de Jorge e Isabel Martínez Reverte en su libro La matanza de Atocha (La Esfera de los Libros). Fernández Cerrá tenía 31 años, una novia enfermera y había tenido algún trabajo esporádico como vendedor de libros. García Juliá, 21 años, trabajaba en una bodega. Subieron a pie los tres pisos porque el ascensor no funcionaba. Buscaban a Joaquín Navarro, "el andaluz de las pecas", un abogado sevillano, nacido en Coria, al que pretendían darle un escarmiento por encargo de quienes le atribuían ser el cerebro de la huelga del transporte que había sido desconvocada ese mismo día. Navarro había dormido algunas noches en ese despacho, cadalso de sus compañeros, buscando seguridad.

El bufete de Atocha 55 estaba a nombre de Manuela Carmena, joven abogada de 32 años, amiga de todos los heridos y fallecidos y que hoy es la alcaldesa de Madrid, ciudad que recuerda a unos mártires que con el multitudinario y ordenado entierro de dos días después propiciaron la legalización del Partido Comunista. Carmena constaba como titular de dos bufetes más en la calle Españoleto y el 49 de Atocha. En este último edificio residía Mariano Sánchez Covisa, líder de los Guerrilleros de Cristo Rey.

El 24 de enero de 1977 Adolfo Suárez recibía en la Moncloa a Fraga Iribarne, Pío Cabanillas, Joaquín Garrigues Walker, Íñigo Cavero y otros políticos para iniciar la convocatoria de las elecciones, proceso que había obtenido la luz verde un mes antes con la aprobación del referéndum de la Reforma Política el 15 de diciembre. Dos días después la Policía detenía a Santiago Carrillo, que desde febrero de 1976 permanecía de incógnito en Madrid.

La reforma política tenía varias amenazas: el mismo 24 de enero, el Grapo secuestraba al teniente general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo de Justicia Militar, y el 11 de diciembre secuestró a Antonio María de Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado. Dos hombres del régimen secuestrados, dos estudiantes abatidos y cinco abogados asesinados. Adolfo Suárez rechazó la petición de Torcuato Fernández Miranda de declarar el estado de excepción.

La presidenta del Congreso, Ana Pastor, tenía 19 años; el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, 21; no habían nacido Pablo Iglesias y Albert Rivera, muy pequeños cuando el 18 de febrero de 1980 se inició el juicio contra los asesinos, su cómplice fundamental, y sus colaboradores necesarios: Francisco Albadalejo, secretario del sindicato del transporte en Madrid, y Leocadio Fernández Caravaca, un antiguo expedicionario de la División Azul que les facilitó las armas. La reunión de Atocha 55, convocada para atender las demandas del movimiento vecinal, debería haberse celebrado por la tarde en la sede que Deicinsa (Desarrollo de Iniciativas Ciudadanas) tenía en la calle Fuencarral, pero fue desconvocada. "Ese cambio de lugar les costará la vida", dicen los autores del libro, donde se cuenta que Ángel Rodríguez Leal encontró la muerte porque volvió desde el bar Brasilia a recoger un ejemplar del Mundo Obrero que olvidó en el despacho; o que Luis Javier Benavides fue quien abrió la puerta a los que serían sus asesinos. El más joven, García Juliá, perdió los nervios y se le escaparon un par de disparos; uno de ellos le atravesó la manga del anorak. En su favor hablarían el párroco de San Ginés ponderando su castidad y la unidad de Paracaidistas donde hizo la mili. Fernández Cerrá cortó los teléfonos. Serían detenidos en Almería. Lerdo de Tejada, "¿qué habéis hecho?", lo fue en La Unión (Murcia), pero se benefició de un permiso penitenciario del juez Gómez Chaparro y no regresó a la cárcel.

Adolfo Suárez había sido nombrado presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976, en sustitución de Carlos Arias Navarro. Ese mismo año fue elegido presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter. El 8 de abril, Sábado Santo, el Gobierno aprueba la legalización del Partido Comunista. La noche del atentado, el abogado José María Mohedano, amigo de los fallecidos, se dirigió al pub Santa Bárbara. Allí estaba Ángel Mullor, jefe de prensa del Partido Comunista, uno de los pocos que tenía el teléfono particular de Santiago Carrillo, que presidió el entierro del 26 de enero.