Ángel Viñas. historiador

"El Gobierno me encargó un libro sobre el oro de Moscú y después lo secuestró"

-¿El primer ministro de Exteriores de Franco da para una novela?

-Si yo fuera novelista, un Javier Cercas o así, creo que la vida de Francisco Serrat tiene mucho de novela. Es una tragedia vivida por alguien con un humor catalán, socarrón, al que el 18 de julio le coge de embajador en Varsovia.

-El título del libro, Salamanca, 1936, nos traslada al famoso incidente de Millán Astray y Unamuno.

-El libro no trata de eso, pero Serrat está allí presente ese 12 de octubre de 1936 y lo cuenta de primera mano. Unamuno representaba en el acto a Franco, lo habían puesto por las nubes y lo nombran rector vitalicio. A raíz de aquello, lo cesan sin explicación.

-¿Cómo llega a Serrat?

-Por un encargo del entonces ministro Moratinos para que hiciera un estudio sobre la carrera diplomática en la República. Lo publico en 2010 y descubro a este personaje, cuya estela vagaba como alma en pena. Yo conocía a su nieto, que encima es amigo mío. Estaba de embajador en Siria y me dijo que tenía unas memorias de su abuelo.

-¿Han dejado a los historiadores sin papeles?

-Un colega, Carlos Sanz, estaba haciendo una investigación sobre las relaciones con la República Democrática Alemana y descubrió que los archivos se habían cerrado a cal y canto. Le fastidiaron el libro y se fue a Estados Unidos. Decía que España era un país de locos que volvía a estar en el furgón de cola.

-A los 25 años de la caída del muro, ¿qué relaciones podían existir con la RDA?

-Berlín oriental era un punto de observación fundamental. Era un puesto muy apetecible, estaba muy bien pagado y la vida en Berlín Oriental era muy barata, cuatro a uno en el cambio de marcos.

-Con la globalización, ¿lo exterior es interior?

-Por eso es irritante que hayan cerrado los archivos. Una de las cosas buenas que hizo Carme Chacón como ministra de Defensa fue reunir a historiadores, militares, técnicos para la descalificación de los documentos. No le dio tiempo a llevarlo al Consejo de Ministros y su sucesor, Pedro Morenés, no ha descalificado ni un papel.

-¿Por eso hizo el libro?

-Sé que este libro va a llegar a Exteriores y Defensa. Los ministros no lo leerán porque los ministros por lo general no leen nada, salvo los papeles que le pasan sus subsecretarios.

-¿Por eso se fue a Bruselas?

-Llevo veinte años trabajando en temas europeos y allí tengo tranquilidad, papeles y sitio para mis libros.

-Serrat, de ministro de Franco a exiliado...

-Fue perseguido con saña por Franco y su hermano Nicolás, un personaje atrabiliario, idiosincrático, corrupto, arbitrario. Sin el talento de Franco.

-A sus sucesores Juan Luis Beigbeder y Ramón Serrano Súñer les dedicaron sendas novelas María Dueñas y Nieves Herrero.

-Antes del primero y después del segundo estuvo Gómez Jordana, el único ministro de Exteriores que estuvo dos veces.

-¿Novelista para Serrat?

-Muñoz Molina quizás. Es un testigo clave en las entrañas del cuartel general. Cuando Franco está en el machito, montando un Estado con piezas abigarradas: carlistas, falangistas, monárquicos, militares, el elemento pagano, nazi, los católicos.

-El Estado Mayor pasó de Salamanca a Burgos. ¿Ancha era Castilla?

-La respuesta inmediata sería un nacionalismo españolista, casticista, pero Franco era gallego y había generales de todos sitios. Franco había anulado a Mola y elige Salamanca porque está cerca de la frontera portuguesa y alejada del frente republicano. Después va a Burgos, pero durante un tiempo consideró la posibilidad de establecerse en Sevilla con la idea de anular a Queipo de Llano, pero no cuajó.

-A usted se le asocia con el oro de Moscú...

-Ese libro me hizo más famoso que la tena porque me lo encargó el Ministerio de Hacienda en 1976 y después lo secuestró.

-¿Cómo nace el encargo?

-Para conmemorar un aniversario del Banco Exterior de España, su director general me encargó un estudio de la política comercial desde la creación del banco a la muerte de Franco. Yo estaba adscrito al Instituto de Estudios Fiscales y pedí excedencia.

-¿Quién lo secuestra?

-Alguien del Ministerio al que le entró un ataque de pánico. No protesté hasta que Newsweek publicó la noticia de que todos los ejemplares los iban a quemar. Tuve una entrevista muy fuerte y desagradable con el secretario general técnico del Ministerio. Creo que era Álvarez del Manzano, que después sería alcalde de Madrid. Salí bufando después de decirle que los nazis empezaron quemando libros.

-¿Dónde fue el oro?

-Tres cuartas partes a Rusia. La otra a Francia, pero nadie habla del oro de Francia.

-¿Por qué critica a los hispanistas extranjeros?

-Porque casi nunca utilizan fuentes primarias y cuando lo hacen es para distorsionarlas. Bartolomé Bennassar es un excelente historiador del Siglo de Oro español, del que yo no he escrito ni una línea porque no sé nada. Él se atreve a escribir de la Guerra Civil y no sabe nada. Como si yo escribiera sobre el imperio británico en la India.

-¿Está contado todo sobre la Guerra Civil?

-Falta mucho por explicar. Ahora estamos en qué hay detrás de las batallas. La nueva historia militar.

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