Tribuna Económica

joaquín aurioles

El tratado de libre comercio con Canadá (CETA)

El nuevo PSOE desquicia a las instituciones europeas con su negativa a apoyar el CETA, después de haberlo hecho en el Parlamento Europeo. Tampoco se va a oponer, pero se abstendrá en la votación de ratificación en el Congreso por razones de seguridad jurídica y laboral, medioambientales, etc., aunque da la impresión de que hay otras de fondo que permanecen ocultas. Tanto como el largo proceso de negociación (se inició en 2009) hasta alcanzar el acuerdo aprobado el pasado mes de febrero, con 408 votos a favor frente a 267 en contra y abstenciones. Puede que se trate del giro a la izquierda prometido por Sánchez durante su campaña de primarias, en cuyo caso estaríamos ante una decisión de notable calado ideológico, en un doble sentido. Por un lado, un sesgo proteccionista en forma de resistencia a desprenderse de aranceles y otros obstáculos al comercio. Por otro, la disposición a sobrepasar el umbral de la moderación y a confluir con los argumentos más radicales de los dos extremos del arco ideológico. También puede que se trate tan sólo de pura táctica, en el sentido de marcar distancias con el PP de cara a futuras elecciones o a la aventura de desplazarlo del gobierno.

La respuesta de Rajoy ha sido de lo más convencional y además equivocada. Acusa a los socialistas de poner obstáculos al crecimiento, a la creación de empleo, al progreso y al aumento del bienestar, coincidiendo con el pensamiento dominante hasta mediados del siglo pasado. Puesto que el comercio genera todas estas bendiciones, cualquier iniciativa para eliminar aranceles y barreras redundará en mayor bienestar para todos, pero esto algo que Jacob Viner, economista de origen canadiense y uno de los fundadores de la Escuela de Chicago, desmontó en 1950, poniendo la primera piedra de la Teoría de las Uniones Aduaneras. Si se eliminan los aranceles entre países que forman zona de libre comercio, pero se mantienen frente al resto del mundo, se intensificará el comercio dentro de la zona, pero una parte del mismo desplazará relaciones comerciales anteriores con terceros países. Viner demuestra que si este proceso de sustitución es muy intenso, el balance de la creación de una unión aduanera podría ser perjudicial, al menos para algunos miembros. Desarrollos posteriores introdujeron efectos dinámicos en el estudio de los procesos de integración comercial, concluyendo, por ejemplo, que si se eliminan los obstáculos comerciales, el mercado común será abastecido por un menor número de empresas, pero de mayor tamaño. Hay que esperar, por tanto, un proceso de fusiones y absorciones de empresas como el que ocurrió en España tras su integración en la UE. A pesar de todo, la impresión generalizada es que si los países que se integran son lo suficientemente similares, las ventajas serán mayores que las desventajas, pero también que su distribución por el territorio no será homogénea. Las ventajas se concentrarán donde residan las empresas absorbentes, es decir, en los países con economías más eficientes, mientras que las desventajas lo harán donde residen las empresas con mayor probabilidad de ser absorbidas.

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