Tribuna Económica

Gumersindo Ruiz

El problema de los salarios en España

Con algunos amigos empresarios he comentado los argumentos sobre la disminución de la masa salarial respecto al producto, y sus efectos sobre el consumo y las pensiones. Concretamente, el empresario de la alimentación Sergio Cuberos me señala con razón, y también he hablado mucho de esto con el presidente de la CEA Javier González de Lara, que los salarios medios descienden en España en buena medida por la masiva pérdida de empleo en el sector financiero -tras lo que se conoce como financialización de la economía, o peso excesivo de este sector en los años anteriores a la crisis-.

Algo similar ocurrió con el macro sector de la construcción, también con salarios medios elevados ante la fuerte demanda de mano de obra. Me indica, cosa que digo siempre, que en los temas laborales hay que hablar de horas trabajadas, como forma precisa de medir tanto la productividad como el salario, pues podemos estar empleando más personas pero con menos horas.

Hay dos cuestiones muy importantes en este debate. La primera es que la transformación tecnológica y de la producción puede ser el motivo principal de la caída salarial media. Esta es la conclusión de un trabajo de unos profesores norteamericanos -no tengo a mano la referencia mientras escribo esto-, demostrando que la aparición de las fabulosas supercompañías tecnológicas, de anuncios, comercio, comunicación, que concentran la capitalización bursátil del mundo, pero que crean poco empleo, junto con los trabajos que pierden con la tecnología -los más-, y que ganan -los menos-, explica la paradoja de que haya un paro bajísimo junto con salarios medios bajos. Es distinto en Alemania, donde la escasez de mano de obra especializada en una industria potente, sí presiona para aumentos salariales.

Lo anterior nos lleva a la segunda cuestión, que es la distribución de los salarios. Tanto la Comisión Nacional del Mercado de Valores, como el Banco Central Europeo, instan a las empresas cotizadas a que justifiquen que los salarios e incentivos más altos de la escala, no provoquen comportamientos y decisiones cortoplacistas que pongan en riesgo la vida de la empresa y de sus empleados. También, el Ministerio de Empleo quiere una auditoría para poner de relieve las diferencias salariales de género, aunque a esto se oponen tanto la patronal, ya que la discriminación es ya ilegal, como los sindicatos, que van a la raíz del asunto, pues las diferencias se producen por el tipo de trabajo que se realiza.

Hace ahora 50 años que mi maestro José Jané Solá publicó un libro de referencia del que he cogido el título para este artículo. En aquella época era revolucionario hablar de que los salarios no podían establecerse por criterios políticos, ni por una negociación empresarial y sindical condicionada por la política, sino que había que tener en cuenta la forma productiva y de la empresa. Cinco décadas después, en un mundo completamente distinto, el meollo del problema sigue siendo el mismo: una economía diversificada con empresarios tenaces e innovadores, empleos que se corresponden con la calidad de la empresa, y un liderazgo político que se plantee retos transformadores, más que buscar explicaciones y excusas.

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