Tribuna Económica

rogelio velasco

La nueva moda de las incubadoras

Creo que un problema fundamental que este país afronta con mayor frecuencia de la deseable es la replicación, diecisiete veces más una, de algunas políticas de naturaleza económica, científica o tecnológica, por nombrar solo a tres de las más relevantes.

Durante la última década, para algunas iniciativas y, más recientemente, durante los últimos cinco años, para otras, el gobierno central y las diecisiete comunidades autónomas, se han dedicado a promover actividades relacionadas con el estímulo a la innovación y al emprendimiento. En España, hay 66 parques tecnológicos que pertenezcan a la asociación sectorial de parques. Mucho más difícil resulta ofrecer una cifra de incubadoras. En torno a 60 son relevantes. Pero han proliferado extraordinariamente iniciativas públicas creando incubadoras de empresas, por parte de Diputaciones y Ayuntamientos, además de las Comunidades Autónomas. La cifra es mucho mayor, al haberse creado un buen número de privadas.

Como ha sucedido con otras políticas públicas, el mero hecho de crear una incubadora mueve a pensar a muchos responsables públicos, y también a los ciudadanos, que se van a crear empresas que van a generar riqueza y empleo. Esto es un error.

Las incubadoras -y también las aceleradoras de empresas- representan sólo la infraestructura física, pero esto no garantiza el éxito en la creación de empresas. Es necesario, primero y sobre todo, contar con buenas iniciativas personales, con ideas de negocio que sean capaces de encontrar un hueco en los mercados para conseguir el éxito. Esas ideas, no suelen aparecer por una genialidad aislada de las personas -aunque a veces sucede-. Por el contrario, conocer las necesidades de personas o empresas, o problemas no resueltos, exige viajar, entrar en contacto con otras ciudades o países, con personas de diferentes culturas, entre otros requisitos, para valorar si la idea de negocio que se ha tenido tiene un mercado potencial elevado, de manera que haga rentable la iniciativa de emprender y crear una empresa.

Una cierta centralización, más bien que mucha dispersión en el territorio, es un requisito para que las nuevas ideas de negocio puedan ser validadas por el mercado. En otro caso, se corre el riesgo -estando aislados y poco conectados- de querer inventar nuevamente la rueda o, en otras ocasiones, desarrollar un producto nuevo que no tiene posibilidades de éxito porque la demanda no existe. La casuística completa es mucho mayor.

Una las políticas que deberían seguir los responsables públicos, es la de aumentar la cooperación entre las incubadoras, para que de esta forma las iniciativas emprendedoras tengan mucha mayor visibilidad y puedan contar con buenos agentes del mercado, que presten servicios de coaching y mentoring. En algunos casos, deberían cerrarse porque la ubicación geográfica desaconseja completamente su continuidad.

Sólo en territorios urbanos, con departamentos universitarios o centros de investigación y profesionales con buena formación existen posibilidades de éxito.

No volvamos a repetir el error de infraestructuras sobredimensionadas, que no aportan apenas valor al crecimiento y a la generación de empleo.

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