Tribuna Económica

Carmen pérez

Todo con mi móvil

Hay algo en lo que los españoles destacamos absolutamente: en el uso del teléfono móvil. Según la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares, 2016, del Instituto Nacional de Estadística, INE, el 92% de los ciudadanos dispone de al menos un teléfono inteligente, de un smartphone. Sólo Singapur nos supera. Lo utilizamos para todo: como cámara fotográfica, reproductor de música, radio, televisión, reloj, juegos, calculadora, linterna… Además, nos valemos de nuestro móvil para ayudarnos a satisfacer todas y cada una de nuestras necesidades, desde las más primarias hasta las más elevadas, como las de relación y de autorrealización. No estamos dispuestos a separarnos de él ni un solo instante. Sin embargo, estamos siendo reacios a usarlo para realizar nuestros pagos diarios.

Con el móvil consultamos nuestras cuentas e incluso realizamos operaciones, como transferencias o devoluciones de recibos, en modo ordenador, pero no nos apuntamos a utilizar la gran variedad de sistemas de pagos móviles. De todos ellos, Bizum es el que tiene más papeletas para triunfar porque es el que ofrecen conjuntamente casi todos los bancos españoles. Permite hacer pagos y cobros -desde 0,5 euros a 500 euros- entre particulares sin necesidad de conocer el número de cuenta del receptor, sólo sabiendo su número del teléfono móvil. De momento -sólo de momento- es gratuito para todas o determinadas transacciones al mes. Y lo que ahora sólo funciona para operaciones entre particulares, pronto se extenderá a pagos a la Administración y en tiendas y otros negocios.

Tampoco aprovechamos las novedosas posibilidades que ofrece el móvil para el pago con tarjetas. En España utilizamos las tarjetas masivamente; durante el tercer trimestre de 2016 había cerca de 74 millones de tarjetas de crédito y de débito en circulación. Y cada vez en mayor medida son tarjetas contactless, que incorporan la tecnología NFC (Near Field Communication): sólo se requiere acercarlas a un terminal TPV para iniciar la operación, y si el importe es de menos de 20 euros, queda autorizada sin necesidad siquiera de marcar el PIN. Pero ahora es posible activar las tarjetas en el móvil -Bizum también lo permite- y prescindir de llevarlas encima: el pago se carga en la tarjeta al contacto del TPV con el móvil. Sin embargo, pese a la comodidad que esto supone, nos resistimos al cambio.

Y es que cualquier transformación, incluso una para mejorar, siempre va acompañada de miedos e incomodidades iniciales. Pero la tendencia a la desaparición del dinero físico es demasiado fuerte. Es imparable. Se incentiva con intensidad tanto por las entidades financieras como por las administraciones. Y conseguirá que también esta vía -los pagos por móvil- termine triunfando, y entonces nuestro número de teléfono se convertirá en algo tan importante como nuestro DNI.

De momento destacamos en poseerlos, pero no en su uso financiero. En esto sobresalen, paradójicamente, los países en desarrollo, donde el uso de las tarjetas no es tan intenso y asentado como en nuestro país. Un retraso que ahora propicia que estén dando un salto tecnológico.

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