el poliedro

El holandés insultante

  • El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, se niega a dimitir o disculparse tras sus polémicas descalificaciones 'al Sur'Beodos de güisquería nos dice Dijsselbloem; Cifuentes y muchos catalanes, casi igual

Ser presidente del Eurogrupo no es moco de pavo. Quien ostenta ese cargo no sólo debe ser ministro de Economía de su país, sino que tiene que coordinar y estar en permanente estado de negociación con el resto de ministros del ramo de la Unión Europea. El vigente jefe de este selecto comando de chamanes de la armonización económica comunitaria es el holandés Jeroen Dijsselbloem. No pensábamos que acabaríamos por retener su nombre. Hasta que llamó a los sureños del continente borrachos y puteros y gorrones, sin distinción de credo ni raza, aunque sí de sexo, con una frase insultante y de lo más marichula: "No puedo gastarme el dinero en alcohol y mujeres y después pedir ayuda". Lo mismo le da un griego -italiano, portugués, español- que trabaja duro que uno que no puede hacerlo aunque quiera, que otro que vive de la asistencia púbica u otro que mendiga en la calle. Lo mismo le da un país que dedica buena parte de sus ingresos fiscales a devolver religiosamente una deuda exterior que otro en bancarrota que aquel otro cuya tasa de desempleo juvenil es de más del 50%. Todos en la tasca y en los puticlús a costa de Holanda y otros países donde todos son racionales, productivos, ahorradores y honestos.

Dijsselbloem ha dicho lo que ha dicho porque es uno de esos protestantes puritanos e hipócritas que son lo que son -ricos- porque han explotado comercialmente y por lo fino a países hoy del Tercer Mundo, y de paso se pusieron las botas como los mayores traficantes de esclavos de la historia, junto a los árabes. Unos colaboracionistas de los nazis y, a la vez, un nido de arañas judías que se lucran con diamantes obtenidos a base de laminar países enteros provocándoles guerras intestinas (en este párrafo, y disculpe el juego, me he hecho "un Dijsselbloem" tamaño king size: lugares comunes contra "el otro"; denigrante, bilioso y totalitario: espero que haya llegado hasta aquí y no haya dejado de leer y corrido a denunciarme en las redes sociales o en el propio juzgado, hubiera usted tenido motivos. La mayoría de los holandeses que he conocido son estupendos.)

Lo que le ha ocurrido a Dijsselbloem puede que tenga no poco de complejo de superioridad, así como mucho tiene de soberbia su negativa no ya a dimitir, sino a disculparse. Como incomprensible y ridículo resulta que alegue que él lo que habla es de verdadera "solidaridad, porque soy socialdemócrata". La socialdemocracia es un concepto histórico en plena crisis, y como tal se enfrenta a la disyuntiva Reciclarse o morir. Las elecciones, con pocas excepciones, vapulean a nuestro PSOE y también al partido de Jeroen, que se va a quedar sin cartera en su país pero -como farfullaría uno de sus sureños en una güisquería-, "del trono de mi Eurogrupo no me mueve ni Dios": se niega a irse como debe tanto por su más que probable pérdida de condición de ministro como por el insulto que nos ha espetado a usted y a mí.

Pero tampoco nos ofusquemos con el neerlandés de los caracolillos, el del tipo de Niño de Eindovhen -espigado, pero pésimo en la muleta, ya ven- y las gafas de economista muy estudiado: la presidenta madrileña, Cifuentes, y muchos catalanes dicen a su vez lo mismo y cosas peores de los más meridionales todavía que ellos mismos: rateros, granujas, ingorantes nos llaman. También tenemos el segmento de "enemigos interiores", pedantes con ínfulas que reniegan por sistema de lo propio; apóstoles, que no verdaderos críticos: no pocos que no la han doblado en su vida aquí -rentistas, señoritos de Alba o impostados y tiesos, y también enemigos del régimen juntero socialista, éstos con mayor criterio y credibilidad- también dicen lo mismo que Dijsselbloem. Para qué nos vamos a irritar. Si el pobre Jeroen lo que está es de los mismos nervios con lo suyo.

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