ANÁLISIS

La guerra financiera de Trump

  • El programa económico, financiero y político del presidente de Estados Unidos, que es confuso, incoherente e incompatible con sus promesas, pone en peligro la recuperación internacional

La amenaza de una nueva crisis financiera sobrevuela los mercados financieros y alarma a los bancos centrales de todo el mundo. El desencadenante ha sido la decisión de Donald Trump de derribar todo el entramado legal de protección financiera que se ha construido a lo largo de la crisis. Tras la quiebra de Lehman Brothers, Obama convocó al G20 en abril de 2009 con el objetivo de coordinar una respuesta conjunta de todos los países a la mayor crisis financiera del último siglo. De este encuentro surgieron iniciativas internacionales como Basilea III, o nacionales, como la Ley Dodd Frank en EEUU. Ley que recoge las nuevas normas de comportamiento de la banca. Que nunca más vuelva a suceder que los ciudadanos y contribuyentes carguen con los costos de la crisis. Para lo cual había que reforzar el capital de los bancos y que fueran capaces de absorber futuras pérdidas. También era necesario separar la banca comercial de la banca de inversión (recuperando la ley Glass Stegall de 1933). Era preciso impedir que los bancos acometieran operaciones de inversión arriesgadas con los fondos de sus clientes. Evitar que fueran tan grandes como para no poder dejarlos caer (Regla Volcker). Exigirles transparencia y someterlos periódicamente a controles. Proteger a los contribuyentes de los costes de los rescates y a los consumidores de las prácticas bancarias abusivas.

En EEUU el 60% de la nueva ley de reforma financiera Dodd Frank ya estaba aplicada, y el consenso internacional en torno a Basilea III estaba a punto de alcanzarse el próximo marzo. Tan sólo estaba pendiente de un último acuerdo sobre la forma de valorar los riesgos de los balances bancarios. Pero si Donald Trump consigue su propósito de deshacer todo lo construido y derogar la ley Dodd Frank, Basilea III estaría muerto. No habría posibilidad de consenso entre Europa y EEUU. La amenaza de una nueva crisis financiera internacional sobrevolaría.

Trump no sólo está decidido a derogar la legislación financiera actual, sino también a desvincular a EEUU de todos los acuerdos financieros y bancarios internacionales alcanzados desde el inicio de la crisis. La banca del resto de los países no podría soportar la desventaja competitiva regulatoria frente a los bancos americanos. Asistiríamos a un proceso de desregulación financiera mundial y a una situación de debilidad e inestabilidad financiera como la que tuvimos en la antesala de la crisis.

Trump con los banqueros

La reforma financiera internacional, desde su inicio, ha tenido grandes enemigos. Wall Street, la Asociación Bancaria Americana (ABA) y los grandes bancos internacionales europeos y americanos se han quejado de los altos costos regulatorios, del exceso de intervención y de la baja rentabilidad bancaria que iba a provocar. Y es muy probable que, por la ley del péndulo, los reguladores se hayan pasado en su fervor controlador e intervencionista, encareciendo la financiación y perjudicando la eficiencia. Pero una cosa es revisar y rectificar los excesos regulatorios y otra derogar y destruir, volviendo a la situación inicial, que fue causa de la crisis. Los fervores liberales, que en el caso de Trump se mezclan con la fiebre intervencionista, pueden ser muy peligrosos cuando se trata del sistema bancario y financiero. Éste no puede tener el grado de libertad del sistema real. Su función pública y su entidad fundamental como sistema nervioso de toda la economía determina que cualquier fallo puede provocar daños sistémicos que afecten a todos los sectores provocando una crisis global. Por esta razón los dirigentes del sistema bancario y financiero, así como sus instituciones, deben tener siempre una mayor vigilancia y control.

En principio, las dos órdenes ejecutivas aprobadas por Trump este mes de febrero se refieren a una revisión de los principios bancarios y de las leyes y normas de comportamiento de las entidades financieras. No hablan de derogación. Pero las declaraciones del presidente Trump han ido mucho más allá. Acusa a Obama de haber promovido una ley que impide que el crédito llegue a las empresas. Los costos regulatorios, dice, son insoportables. En sus reuniones con los banqueros habla de una revisión profunda, que equivale a derogar. Sus palabras son: "Mis amigos empresarios me dicen que los bancos no les conceden crédito por culpa de la nueva ley Dodd Frank". Quizás debió decir: "A alguno de mis amigos empresarios, y sobre todo a mí, no me dan crédito los bancos, asustados por las seis quiebras y las cinco suspensiones de pagos que llevo sobre mis espaldas". Pero no nos debemos sorprender, ya que es parte de la incoherencia de un presidente que en su campaña acusó a la clase política, a Walll Street y a la élite bancaria de la expropiación de la clase media trabajadora y que ahora se pone de su parte y nombra a banqueros de Goldman Sachs como responsables de ejecutar la desregulación financiera.

Las amenazas de Trump

El Presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, asustado, ha comentado: "Es lo peor que podía ocurrir". Así también se ha pronunciado el Fondo Monetario Internacional (FMI), los bancos centrales y el resto de líderes de las potencias mundiales. El consenso internacional en materia de políticas económicas para superar la crisis se vería seriamente dañado y podríamos asistir a una guerra de desregulación financiera, agravada por una guerra comercial y de divisas, si sus amenazas proteccionistas de desvinculación de todo los acuerdos internacionales se hacen realidad. El programa económico, financiero y político de Trump amenaza el orden económico y político global y pone en peligro la recuperación mundial. Su programa es una mezcla de intervencionismo y liberalismo, de desregulación y regulación, de nacionalismo y proteccionismo. Un programa confuso, incoherente e incompatible con sus promesas. Un brebaje difícilmente clasificable en ninguna de las escuelas de pensamiento económico. Ideas dispersas tomadas al vuelo de asesores e interlocutores ocasionales, que ha ido introduciendo en su singular y fantástica coctelera Trump. La única esperanza es que sus asesores vayan tamizando y dando coherencia a su disparatado programa económico. No obstante, es posible que asistamos a momentos difíciles con inflación creciente, tipos de interés al alza, inestabilidad en los mercados de divisas y financieros, amenaza de guerras arancelarias e incertidumbre en la recuperación mundial.

Estoy convencido de que Trump fracasará y el mundo continuará imparable hacia una mayor integración y globalización. La razón económica acabará venciendo al populismo irracional, y el sistema acabará neutralizando o reconvirtiendo a éste enloquecido presidente. Pero, en su accidentada y peligrosa carrera, este piloto narcisista y fanfarrón puede provocar grandes atropellos y mucho sufrimiento al mundo.

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