Tribuna Económica

joaquín aurioles

Conflictos políticos y estabilidad en los mercados

Al finalizar el año, el Producto Interior Bruto (PIB) andaluz habrá aumentado un 3% y el empleo un 3,4%. Es la previsión de Analistas Económicos de Andalucía, que para el año que viene se muestra algo menos optimista, aunque pronostica un crecimiento de nada menos que el 2,7%. En el fondo está el temor a que el viento de cola que tanto ha contribuido a la fortaleza de la recuperación (básicamente, estímulos monetarios, precio del petróleo y depreciación del euro) pudiera debilitarse durante 2018. En realidad se trata del mismo argumento de prudencia esgrimido en los ejercicios de predicción de los últimos años, aunque posteriormente los hechos hayan obligado a revisar al alza los cálculos y a reconocer la sorprendente estabilidad con que los mercados se desenvuelven en medio del caos político.

Amenazas como el conflicto de Ucrania, las sanciones a Rusia o el riesgo de inestabilidad financiera o de deflación han desaparecido del horizonte predictivo de los últimos años, aunque aparecen otros como el riesgo de que el Banco Central Europeo (BCE) ponga fin a su programa de compra de activos y provoque alguna presión alcista sobre los tipos de interés en Europa. Al margen de ello, el único foco de inestabilidad verdaderamente perceptible en estos momentos sería la proliferación de tensiones de carácter político por diferentes puntos del planeta (Corea del Norte, terrorismo islámico, Trump y sus amenazas sobre sus vecinos del sur o la negación del cambio climático, el Brexit o el ascenso de los radicalismos en Europa, frente al drama de los refugiados). En todo caso, y por lo observado hasta ahora sobre el comportamiento de la economía internacional, bien puede afirmarse que los mercados parecen haber aprendido a blindarse frente a todos ellos con una sencilla respuesta: desplazarse a otros lugares.

En Cataluña, en la hoja de ruta hacia la independencia encontrada por la Guardia Civil durante el registro en el domicilio de J. M. Jové, el número dos de Junqueras, se apunta que el conflicto en las calles y el desorden de la economía obligarían al Gobierno de España a facilitar la desconexión. Vuelve Maquiavelo, de manera que el fin justifica los medios, por muy ruines que sean, incluso si ello implica cicatrices familiares que nunca van a desaparecer. El punto débil de la estrategia es que los mercados siguen funcionando a pleno rendimiento. Las previsiones para Andalucía o la mejora de las perspectivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre crecimiento en España parecen sugerir que los mercados agradecen a los políticos su dedicación a la política sin adjetivos y el olvido de la política económica. El problema de los mercados es que no tienen alma ni conciencia y en su comportamiento está implícito el abandono a su suerte de las zonas más perjudicadas por los conflictos, donde se concentran todas las calamidades. Desaparecen en Siria o Venezuela y abandonan territorios como Cataluña, donde la incertidumbre política puede convertirse en factor de riesgo, aunque siguen funcionando en otros lugares. El resultado es que la mayoría de los expertos vaticina una caída superior al 3% en el PIB catalán durante este año y perspectivas todavía peores para el que viene.

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