Economía

Banco Popular: quién lo mató y de qué murió

  • Entró tarde y en tromba en el mercado inmobiliario

  • Saracho le dio la puntilla: creó confusión y no actuó

  • Aún no se conoce el informe de Deloitte que provocó la resolución

Transcurridas más de dos semanas desde la muerte del Banco Popular los interrogantes sobre los culpables y las causas de su extinción siguen sin respuesta. Los accionistas e inversores asisten atónitos a un mar de confusas declaraciones de reguladores europeos y nacionales, bancos centrales, Gobierno y responsables del banco. Las demandas judiciales de los 300.000 accionistas e inversores expropiados se multiplican. Las autoridades europeas y el Gobierno afirman que la actuación del Mecanismo Único de Resolución europeo (MUR), que intervenía por primera vez en la resolución de un banco, ha sido un éxito. Se ha conseguido el objetivo principal: que no paguen los contribuyentes y se ha preservado la estabilidad y el funcionamiento del sistema bancario español. Por el contrario, los accionistas consideran que han sido engañados, estafados y expropiados. Circulan dos versiones de los hechos: la del banquicidio y la del suicidio.

El suicidio del Banco Popular

La hipótesis del suicidio señala a los presidentes y consejeros del banco como los principales culpables. El Banco Popular, que en su día fue el banco más solvente y rentable del mundo, tras el acceso a la presidencia de Ángel Ron cambió su modelo de negocio y asumió riesgos excesivos. El Popular entró tarde y en tromba en el mercado inmobiliario, que no conocía, en plena burbuja financiera y cuando los demás entidades financieras estaban saliendo. Absorbió al Banco Pastor que tenía grandes minusvalías inmobiliarias, sin solicitar ningún tipo de ayuda financiera, como otros bancos. Los test de estrés de 2012 ya captaron su potencial insolvencia, pero ni los responsables del banco ni el Banco de España lo quisieron reconocer. Confiaban, equivocadamente, en que su capacidad de generación de excedentes sería suficiente para cubrir su déficit de provisiones y fortalecer su capital. Según esta tesis, defendida por los inspectores del Banco de España, la muerte del Popular era una muerte anunciada y conscientemente ignorada por el Banco de España. La versión oficial era que la crisis sólo afectaba a las cajas. Ni al Banco de España, ni al Gobierno, ni al resto de los grandes bancos les interesaba reconocer que la epidemia también había contaminado a los bancos. Había que establecer cortafuegos de información sesgada, para que la desconfianza no dañara a todo el sistema bancario.

La falta de transparencia del Popular y el falseamiento de las cuentas fue el último detonante de la crisis. Ni el folleto de emisión de la ampliación de capital de 2016, ni el informe de auditoría reflejaban la debilidad de la solvencia del banco. Especialmente grave fue que se conminara a los empleados a solicitar créditos para cubrir la ampliación de capital. Hoy se encuentran sin acciones, con créditos a pagar y con inseguridad en el empleo.

La puntilla de muerte se la dio el último presidente, Emilio Saracho, por la confusión de sus declaraciones, por su lentitud en la toma de decisiones, por su ambigüedad y por la ausencia de una hoja de ruta y estrategia en el salvamento del banco. La desacertada actuación de Saracho, y su falta de experiencia en banca minorista, provocó más desconfianza que certidumbre en los accionistas, en los depositantes y en la bolsa.

El banquicidio del Popular

Le hipótesis de banquicídio apunta a unos cuantos responsables y colaboradores necesarios en el proceso de enfermedad y muerte del Popular. En primer lugar, habría que señalar al auditor Price Waterhouse, que no recogió con suficiente énfasis las debilidades de solvencia en su informe sobre los resultados de 2016. En segundo lugar, la CNMV, que no contrastó, dando por buena la información del folleto de emisión de la ampliación de capital de 2016, que no se correspondía con la realidad del banco Tampoco se entiende que no suspendiera la cotización del banco, para evitar la fortísima especulación con operaciones a corto de los bajistas. Cosa que sí se hizo días después con otro banco, cuando el contagio afectó a Liberbank.

En tercer lugar, no se puede comprender que la Autoridad Bancaria Europea (ABE), que es la que diseña los test de estrés de la banca, y el BCE, dieran por buena la solvencia del Popular en 2016, cuando meses después el propio BCE, basándose en un informe de Deloitte , afirmaba que el banco tenía un valor negativo entre 2000 y 8000 millones de euros. Comunicando a la Junta Única de Resolución (JUR) que el banco era inviable y que había que proceder a su resolución.

En cuarto lugar, no se puede entender que el BCE y JUR no dejaran claras las causas, afirmando que la muerte del Popular había sobrevenido por falta de liquidez ,como consecuencia del pánico bancario, pero que también adolecía de insuficiente solvencia. Su decisión se apoyaba en un informe de Deloitte, que todavía no se ha hecho público, a pesar de haberlo solicitado el Gobierno y los representantes legales de los accionistas e inversores.

En quinto lugar, sorprende las declaraciones en la cámara de diputados del señor Linde, Gobernador del Banco de España, afirmando que hasta el día 5 de junio, 48 horas antes de la resolución, el Popular era solvente y que, por lo tanto, su muerte fue debida a la fuga de depósitos. Contradicciones entre Banco de España y el BCE. ¿En qué quedamos: era solvente o no lo era? ¿Y si era solvente, por qué no se le suministró la liquidez necesaria? Lo que sí deja claro el gobernador es que a partir del 2014 las responsabilidades de supervisión de los bancos grandes sólo dependían del BCE, siendo el Banco de España un mero ejecutor y observador. Se olvida que la enfermedad del Popular no es de hoy, sino que arranca como mínimo desde los inicios de la crisis.

En sexto lugar, no se puede comprender que mientras el ministro de Economía y el ministro portavoz del Gobierno calmaban a los inversores, asegurando la solvencia del Popular , al mismo tiempo, en los días previos a la muerte del banco, la comunidad de Canarias y otras comunidades, la Seguridad Social y grandes ayuntamientos estuvieran retirando depósitos del Popular, de tal manera que la línea de emergencia de liquidez de 3.600 millones de euros que le había otorgado el Banco de España (ELA) se agotó en tan sólo dos días.

Tampoco se puede entender que se aplique una doble vara de medir. El banco italiano Monte dei Paschi tiene una situación de insolvencia más grave que el Popular y desde hace tiempo se está sosteniendo con financiación pública preventiva autorizada por Bruselas ¿Por qué no se ha tomado la misma medida con el Banco Popular? Tampoco se puede comprender que los ensayos se hagan siempre con España y que, además, se hagan con un banco grande, sistémico, en vez de con uno pequeño. El MUR ha demostrado ser imperfecto. Su simple existencia y el convencimiento de que su actuación puede ser instantánea, sin capacidad de reacción de los accionistas, tiene el efecto de aumentar la aversión al riesgo bancario, dificultando y encareciendo la capitalización y financiación de los bancos y fomentando el pánico bancario. También induce riesgo moral e incentivos perversos en los potenciales bancos compradores. Los bancos compradores, sabiendo la forma de actuar del MUR, retrasarán su negociación y ofertas, sabedores que el mejor precio es el que resultará tras la intervención y resolución del MUR. En el caso del Popular un euro, por el que fue en su día el banco más rentable y solvente del mundo. Muchas lecciones que aprender. Y por favor, el próximo ensayo que lo hagan con otro.

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