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El trance de Laporta aún no ha finalizado

  • Gran parte del barcelonismo pide la dimisión de una junta directiva que intentará cumplir su mandato hasta 2010

Joan Laporta salvó el trance del voto de censura y podrá agotar su mandato como presidente del Barcelona, pero los resultados dejaron claro que ha perdido el apoyo de una hinchada que amenaza con hacerle tambalear al menor tropiezo.

Los socios del Barcelona acudieron a las urnas el domingo para decidir sobre la moción de censura que pesaba sobre Laporta. Fue una jornada maratoniana que concluyó de madrugada con el recuento de los votos. Y Laporta ganó, mantuvo la presidencia, pero con una amplia mayoría en contra. Votaron 39.389 socios, el 33,23 por ciento del total de un censo integrado por 118.528 personas.

El 60,6 por ciento votó en contra de la continuidad de Laporta, que sólo tuvo el respaldo del 37,75 por ciento. Pero a su rescate acudieron los estatutos del club, que exigían un 66,6 por ciento de los votos favorables para que prosperase la moción de censura. Como consecuencia de los resultados, la actual junta directiva podrá continuar al frente de su responsabilidad hasta el final de este mandato, en 2010. Pero, ¿en qué condiciones? Los análisis de la prensa deportiva de Barcelona no ofrecen resquicios a la duda y todos coinciden en declarar a Laporta como gran perdedor. Muchos periódicos e hinchas van más allá y piden su dimisión, al no considerarle legitimado para agotar el mandato por más que los estatutos le amparen.

Resulta significativo ver cómo Laporta ha dilapidado la confianza de sus socios. En 2003, cuando se presentó a las elecciones, obtuvo el 52 por ciento de los votos frente a seis candidatos. Arrasó en las urnas y le saludaban como el nuevo Kennedy del barcelonismo. Pero su impopularidad fue creciendo al tiempo que el equipo dejaba de ganar. Los resultados del voto de censura son claros y la oposición ha empezado a moverse con el carismático Sandro Rosell, ex vicepresidente, al frente.

Laporta recibió los resultados como "un voto de castigo", pero prometió enmendarse y trabajar para recuperar la confianza. No contempla dimitir, por más que ya se esté acostumbrado a escuchar aquello de "Laporta, vete ya", como le gritaron el domingo cuando se acercó a votar. La cuestión es que el Barcelona, tras dos años sin títulos, camina sobre un alambre, con negros nubarrones que amenazan tormenta.

El presidente azulgrana sabe que cualquier tropiezo provocará pañoladas de repudio hacia el palco, como sucedió la pasada campaña. Entre tanto, tendrá que hacer frente a situaciones deportivas complicadas como las ventas de Ronaldinho y Eto'o o las dudas que genera la llegada de Guardiola al banquillo. Así, la afición azulgrana estará muy pendiente en el transcurso del ejercicio venidero de la actuación de una plantilla que aún no está perfilada al completo, pues se espera la llegada de varios futbolistas que refuercen más al equipo.

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