Deportes

¡¡No puedo correr!!

Un corredor con problemas en sus piernas se detiene en la Maratón de Santiago de Chile.

Un corredor con problemas en sus piernas se detiene en la Maratón de Santiago de Chile. / agustín silva / efe

Correr. Ése verbo de la segunda conjugación que expresa un estilo de vida, una manera de disfrutar de la naturaleza que nos rodea, perder peso, dejar atrás el estrés y los problemas, en una palabra, evasión. Cuando un corredor no puede hacer lo que más le gusta, pasamos al otro extremo: mal humor, frustración, cansancio, depresión... El número de lesiones a las que se enfrenta un runner son incontables. Unas más agradecidas de curar y tratar, y otra menos. De entre los enemigos más implacables de un corredor, las lesiones del pie, y en concreto, la fascitis plantar, se lleva la palma. La fascia plantar es un tejido acintado que se localiza en la planta del pie y que se abre, a modo de abanico, desde el hueso del talón o calcáneo, hasta la región anterior del pie. Su misión es la de amortiguar y dar soporte al pie cuando caminamos, corremos o saltamos.

Es una estructura que sufre y se inflama en deportes como el correr, fútbol o baloncesto, y puede provocar una multitud de molestias y dolores que pueden llegar a impedir la práctica deportiva. Si no se trata bien en sus primeros estadíos, es posible la cronificación, lo que asegura un calvario al deportista, al tenerle meses en el dique seco. La fascia plantar en cuanto a su funcionamiento, va conectada con el tendón de Aquiles y con los gemelos. Una alteración, acortamiento o lesión de la pantorrilla, afectaría negativamente por la sobrecarga de la fascia plantar y provocar la fascitis.

La sobrecarga de la aponeurosis plantar puede ser debida a un apoyo plantar anómalo como es el caso de los pies cavos, que son aquellos que tienen un arco del pie excesivo, niveles elevados de actividad física, sobrepeso, personas que permanecen mucho tiempo de pie o cambios en el calzado, generalmente, con los zapatos nuevos.

Clínica

El corredor refiere dolor en la parte interna del talón que empeora llegando a provocar cojera al levantarse de la cama o tras permanecer un tiempo sentado, y que se alivia trascurridos unos pasos. También se aprecia un empeoramiento nocturno. La palpación medial del origen de la fascia plantar en el talón es dolorosa, pudiendo identificarse, perfectamente el punto doloroso, a punta de dedo. Puede aparecer dolor cuando se encogen los dedos del pie o se gira éste hacia adentro o afuera. El dolor puede irradiarse hacia la zona anterior del pie. Si hacemos deporte, el dolor disminuirá conforme la fascia se va calentando, aunque podría llegar a pasar desapercibido. Sin embargo cuando una vez acabado el ejercicio el pie se enfría, el paciente nota un importante dolor en la parte posterior del arco del pie que es posible que cause cojera durante dos o tres días.

Pruebas diagnósticas

En el estudio con Rx a veces se aprecia una calcificación del tubérculo posterointerno del calcáneo o hueso del talón, debido a las tracciones sucesivas de la fascia plantar; es lo que se denomina espolón calcáneo. Además, en ocasiones se completa el estudio de la fascia plantar con imágenes de ecografía o resonancia magnética. Estas pruebas son obligatorias en caso de dolor brusco o de gran inflamación o impotencia funcional, para descartar una rotura aguda de la fascia. En este último caso, el paciente nota un pinchazo o dolor brusco en la región donde acaba el arco del pie, con la aparición de un hematoma al cabo de varios días.

Acudir al médico

Si el dolor no cede con reposo deportivo y medicación antinflamatoria, si limita las actividades de la vida diaria o si llega a provocar cojera, el diagnóstico diferencial con otras lesiones es obligado. Atrapamientos de nervios de la zona posterior del pie, fracturas de estrés, artrosis del tobillo, son los más frecuentes.

Tratamiento

El tratamiento de la fascitis plantar consiste inicialmente en dar más reposo al pie, disminuir el tiempo de carrera y caminar menos, así como reducir el tiempo que pasamos de pie. La mejoría suele ser lenta y si no se toma en serio, el proceso se hace crónico.

Si hay inflamación puede ponerse frío local. Es importante prestar atención al calzado por si es el desencadenante de la lesión, y en ese caso cambiarlo. En algunas situaciones recomendamos el uso de taloneras o de plantillas a medida para la descarga de la fascia plantar. Dichas plantillas debemos llevarlas puestas todo el día para que, de esta manera, dicha fascia no tenga una tensión excesiva y la inflamación vaya cediendo. Los ejercicios de estiramiento tanto del tendón de Aquiles como de la fascia plantar son muy aconsejables y debemos realizarlos en numerosas ocasiones durante el día.

La fisioterapia siempre es una ayuda, debe basarse en la terapia manual y complementarse con algunas técnicas de electroterapia, como la EPI. Cuando parece que las molestias se eternizan y el paciente se desespera, podemos plantear otras alternativas terapéuticas. Las infiltraciones con un corticoide son una opción cuando existe mucho dolor, pero no deben repetirse si no tienen efecto y nunca más de tres veces. Es un tratamiento que suele dar buen resultado, ya que introducimos una dosis pequeña de un antiinflamatorio muy potente, pero justo donde se encuentra la inflamación. Dicha medicación infiltrada, actúa únicamente a nivel local y a dosis muy superiores que las que se pueden alcanzar con cualquier antiinflamatorio oral.

El tratamiento con Ondas de Choque Extracorpóreas no es invasivo y es una buena opción si no mejora el paciente tras unos meses.

Las inyecciones con plasma rico en plaquetas pueden favorecer la regeneración de la zona, ya que se activa la cascada inflamatoria que inicia el proceso de reparación, que en los casos crónicos se ha visto interrumpido y no se ha completado, por lo que persisten las molestias.

Como último recurso, en el caso de que todos los tratamientos anteriores no hayan dado el resultado esperado, se puede plantear la opción quirúrgica. La cirugía consiste en soltar parcialmente la fascia en la zona de su inserción en el hueso del talón, donde está la zona dañada. Puede hacerse de forma percutánea, es decir, sin usar una incisión estándar, a través de un punto, siendo de esta forma posible también resecar el espolón calcáneo. También puede introducirse una pequeña óptica para hacer la liberación o fasciotomia de forma endoscópica.

En casos rebeldes o de fracaso de todo lo expuesto anteriormente se debe realizar una exposición abierta de la zona y hacer fasciotomía parcial o total además de liberación de las ramas nerviosas que pueden verse afectadas por el proceso crónico.

La recuperación en ningún caso es inmediata, sino que es habitual que la recuperación de la vida normal se haga de forma progresiva. La reincorporación a la vida deportiva puede llevar meses, ya que hay que readaptar la nueva situación del pie para evitar que la pisada sea dolorosa y no se obtenga el beneficio pretendido con la intervención quirúrgica.

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