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"Pasé bastante miedo, pero voy a seguir"

  • Guillermo Ávila, el colegiado de 15 años agredido en el Salvador Allende-Calahorra de categoría alevín, recuerda la situación vivida y su voluntad de continuar en el mundo del arbitraje. "A esa edad lo que se quiere es disfrutar, no acabar llorando", insiste el joven.

Solo con verle la cara, uno se da cuenta de que ha pasado por un episodio desagradable, de esos que se te quedan imborrables en la memoria para siempre. Sus ojos transmiten temor y sus reflejos son los de alguien que aún hoy vive abrumado tras sufrir una agresión cuando disfrutaba de su trabajo, rodeado de niños a los que apenas si saca un puñado de años. Las horas se están haciendo eternas para Guillermo Ávila, el árbitro de 15 años agredido la tarde del domingo en el partido entre el Salvador Allende y el Calahorra, de la cuarta andaluza alevín grupo 5, que se disputó en las IDM de Fátima. "Pasé bastante miedo, porque además era uno de mis primeros partidos. Y que te pase esto tan pronto es duro", admite el joven colegiado, que ayer mismo presentó en Comisaría la pertinente denuncia contra su presunto agresor, al que identificó en una revisión de fichas en la Federación como el presidente del Calahorra, Paco Montes, que para nada tiene que ver con el que en un principio recogió en el acta (el club presentó la ficha como entrenador de alguien que ni siquiera estaba en el campo). Porque al margen de lo que dictaminen los diferentes comités, el damnificado reclamará por la vía civil para que no quede impune esta "barbaridad" que llega en plena campaña por parte de todas las instituciones en favor del juego limpio y contra la violencia en el deporte. Ah, y por si había alguna duda, que nadie piense que esto hará que se piense su futuro: "Voy a seguir, seguro".

Con el miedo aún en el cuerpo y abrumado por ser el centro de la noticia, Guillermo Ávila atendió ayer a los medios en las oficinas de la Federación Cordobesa de Fútbol (FCF) acompañado en todo momento de Pedro Benítez, delegado provincial del Comité Técnico de Árbitros (CTA). Allí acudió para obtener respaldo antes de presentar la pertinente denuncia en la Comisaría, después de que su primer intento en la misma noche del domingo no fructificara porque la policía atendía un caso de más urgencia. Este paso, recomendado por los entes federativos, será adjunto como anexo al acta del partido al igual que el parte de lesiones, que deberá ser refrendada mañana en un careo que el Comité de Competición fijará hoy entre el propio árbitro, y los presidentes, entrenadores y delegados del Salvador Allende y el Calahorra para esclarecer lo máximo posible lo sucedido antes de que el organismo se pronuncie.

De momento, al margen de un acta que recoge todo tipo de insultos e improperios (ver apoyo), las palabras del agredido dejan poca lugar a las dudas. Guillermo Ávila explicó que "en el minuto 23 de la primera parte, tras un choque normal entre dos jugadores, empezó a dirigirse a mí en términos ofensivos, insultándome. Al ser expulsado, me dio un puñetazo en la cara. Me dijo que me iba a matar y a reventarme la boca y, luego, el delegado me dijo que me iban a tirar al río como al del Deportivo". "Pensaba que así no iba a acabar el partido y que me iba a dar problemas, y por eso acabó expulsado. Yo no lo conocía de nada, porque ni siquiera le había pitado a ese equipo. No tengo ni idea de por qué actuó así", continuó relatando el joven colegiado.

Aún así, más grave aún es su narración sobre la actuación de los chavales a los que pitaba en ese momento, que "se quedaron quietos, asustados, aunque algunos me dijeran que no le hiciera caso", algo que acabó de ser así cuando "los padres se abalanzaron sobre los directivos del Calahorra y se los llevaron". Ante este panorama, el colegiado optó por no suspender el choque: "Continué por los niños y porque a ese hombre se lo llevaron a una parte del campo donde ya no tenía acceso a poder hacerme nada". Con todo, aún muchas horas después, Guillermo reconoce que pasó "bastante miedo, porque además era uno de mis primeros partidos. Y que te pase esto tan pronto es duro".

Después de someterse a una radiografía que descartó que tuviera rota la mandíbula y todo quedara en una inflamación del nervio y un tirón en el cuello "por el movimiento al darme el puñetazo, además de un taponamiento en el oído, por el que ahora no oigo bien" -por la tarde se le diagnosticó que tiene el tímpano perforado y se le colocó un collarín-, el árbitro puso el dedo en la llaga sobre la ola de violencia que vuelve a aparecer en el mundo del fútbol. "Me parece una barbaridad y lo que pretendemos es que se erradique toda la violencia, de cualquier tipo: directivos, jugadores y padres. Que todo el mundo deje disfrutar a los árbitros y a los chicos. Los que jugaban eran chavales de 10 u 11 once años y a esa edad lo que se quiere es disfrutar, no acabar llorando". De momento, él tratará de seguir disfrutando con lo que más le gusta. "Mis padres me apoyan. Les da miedo esta profesión, pero a mí me gusta mucho porque es un mundo muy bonito. Voy a seguir, seguro", sentenció Guillermo Ávila, un colegiado que ya ha pasado por el peor trago que se podía imaginar cuando dio el paso de meterse en el arbitraje, una aventura que a buen seguro le deparará en el futuro vivencias mucho más placenteras. O eso debería.

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