balonmano europeo de croacia

España somete a su bestia negra

  • La selección jugará su segunda final consecutiva tras doblegar a Francia en un gran partido

El jugador español Raúl Entrerríos intenta ejecutar un lanzamiento ante la presencia del francés Luc Abalo.

El jugador español Raúl Entrerríos intenta ejecutar un lanzamiento ante la presencia del francés Luc Abalo. / GEORGI LICOVSKI / efe

La selección española de balonmano volverá a disputar de nuevo dos años después la final del Campeonato de Europa, tras vencer ayer a Francia en un partido de semifinales en el que se impuso la inteligencia al músculo.

Una formula que habitualmente había sido insuficiente para doblegar al todopoderoso conjunto francés, que ya apeó a España de la final en el Europeo de Dinamarca 2014 y en el Mundial de Qatar 2015. Pero esta selección francesa, pese a la vitola de campeona del mundo, no es el dominante equipo que durante años gobernó el balonmano mundial.

Defender, defender y defender. Los españoles nunca tuvieron ninguna duda, el único verbo posible de conjugar para derrotar al gigante galo era defender en todas sus posibles variaciones. Una tarea a la que el conjunto español se aplicó sin escatimar esfuerzos desde el primer minuto, convencido como estaban los jugadores de que esta vez sí se podía derribar el muro.

Liderada por Viran Morros y Gedeón Guardiola, la defensa 6-0 no tardó en generar problemas a un ataque francés en el que, como ha ocurrido a lo largo de todo el Europeo, Nikola Karabatic pareció más cómodo en labores de asistente que en las de goleador.

Todo lo contrario que Gurbindo, que si en anteriores campeonatos se ha centrado en hacer fluir el juego con sus siempre inteligentes pases, en Croacia no desaprovecha ninguna ocasión para anotar gol. De hecho, un tanto suyo permitió a España adquirir a los diez minutos una renta de tres goles (3-6), que ratificaba la buena puesta en escena del equipo español.

Un tanteador que hizo reaccionar rápidamente al equipo francés, que recurrió a una de sus habituales armas, la velocidad, para impedir la más que peligrosa escapada de los Hispanos en el marcador. Así, en un visto y no visto, los vigentes campeones mundiales recortaron a la mínima expresión (6-7) la ventaja de un equipo español que, pese a la reacción francesa, no perdió la calma ni en ataque ni en defensa.

Como tampoco la perdió cuando los goles del pivote barcelonista Sorhaindo parecieron abrir una peligrosa grieta en la defensa española. Y es que ayer los de Jordi Ribera se mostraron como un equipo maduro, curtido, una selección con rostro de campeona.

Tal y como confirmó en ataque, donde ni la exuberancia física de los jugadores galos, auténticos portentos como Dipanda, Sor-haindo o los hermanos Karabatic, impidió a España desplegar su rico juego combinativo.

Múltiples cambios, cruces y permutas que permitieron a España encontrar siempre el camino hacia el gol o bien forzar lanzamientos de penalti, una faceta en la que Solé dio todo un cursillo de precisión y variedad en la primera parte al anotar los cuatro que intentó.

Todo lo contrario que Francia, que se topó con la imponente figura de Sterbik, el sustituto del lesionado Pérez de Vargas, que detuvo dos penas máximas consecutivas que acabaron por desconcertar al gigante francés. Dudas que no desaprovechó la selección para cerrar el primer tiempo con seis goles de ventaja (9-15) que parecían hacer factible el sueño de la final.

Pero para alcanzar una final continental hay que sufrir, y más cuando enfrente se encuentra un superdotado como Nikola Karabatic, considerado unánimemente el mejor jugador de mundo y que se empeñó en rescatar a Francia.

Dos goles consecutivos de la estrella gala parecieron revivir a la selección francesa, pero ni por ésas se derrumbó el conjunto español, que superados los diez primeros minutos de la segunda mitad no sólo conservaba la renta, sino que la amplió (13-21).

Todo gracias a un sencilla fórmula, pero muy difícil de lograr, la máxima intensidad defensiva y, sobre todo, la inteligencia de dos jugadores superlativos, los centrales Sarmiento y Raúl Entrerríos, que se convirtió en el mejor lateral.

Con el menor de los Entrerríos inspirado con el gol, España se distanció hasta los nueve tantos (14-23) de diferencia. Una gran renta que no evitó los agobios finales ante la irrupción de un Lagarde y un Abalo que recordó por momentos al supersónico jugador que asombró durante años. 20-23 a nueve minutos.

Fue un momento de dudas para España que se encargaron de resolver Corrales, con soberbias paradas a Abalo y Nikola Karabatic, y, sobre todo, los defensores Viran Morros y Gedeón Guardiola, con dos blocajes consecutivos.

España, pese a su empeño en errar lanzamientos de penalti, supo conservar esa renta hasta el final para imponerse por 23-27 y llegar a la segunda final consecutiva.

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