Cultura

Un terror doméstico

  • 'Siete casas vacías'. Samanta Schweblin. Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 126 páginas. 14 euros.

Sería fácil trazar un arco que va desde El hombre de arena de E.T.A Hoffmann a la Casa tomada de Julio Cortázar. Bajo ese arco podría englobarse una categoría o subespecie de lo contemporáneo: la domesticidad y su inesperada secuela, el terror doméstico. De manera patente, la Filosofía del moblaje y La caída de la casa Usher, ambos de Poe, son el contorno o los extremos de un mismo fenómeno, que ha tomado cuerpo en el XVIII. Dicho fenómeno, señalado por Diderot en la pintura de Chardin, es la intimidad hogareña del hombre. Una intimidad que pronto, a la vuelta del siglo, se convertirá en comfort o en spleen, y del que la bohemia sería un paradójico señuelo. Digo todo esto porque en los relatos de Samanta Schweblin, recogidos bajo el título de Siete casas vacías, y premiados con el Ribera del Duero de narrativa breve, lo que se ofrece al lector es una densa y opresiva rarificación de la vida humana.

Si Xavier de Maistre, muy a finales del XVIII, pudo escribir sus Viajes alrededor de mi cuarto, es porque el orbe de la domesticidad burguesa era una realidad tan obvia -y benéfica- como indiscutida. Digamos que De Maistre opera sobre un conocido adagio de Pascal: "Todos los infortunios del hombre derivan de no saber permanecer tranquilo en su habitación". El terror contemporáneo, sin embargo, o este desasosiego de los relatos de Schweblin, tienen su origen en una percepción inversa. Son las relaciones familiares, el vínculo vecinal, la estricta delimitación de la vivienda, quienes se ofrecen, inopinadamente, como una fuente de dolor y de extrañeza.

Si hemos catalogado estos relatos como terroríficos, es en este preciso aspecto. No se trata, por tanto, de una variante del género de terror, que prolonga la tradición arriba señalada. Se trata, en rigor, del nebuloso infortunio que se cierne sobre las relaciones humanas. Unas veces, este infortunio se esquivará mediante la huida; en otras ocasiones, adoptará la forma de una neurosis. En La respiración cavernaria, el mejor relato de cuantos se reúnen en este volumen, es un horror ineludible el que ha tomado cuerpo en una anciana.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios