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El poeta es un animal doméstico

  • Manuel García publica un nuevo poemario en el que denuncia el uso político del legado de los escritores y propugna el prestigio literario del aguardiente

El poeta y editor Manuel García (Huéscar, Granada, 1966).

El poeta y editor Manuel García (Huéscar, Granada, 1966). / María Jesús Casermeiro

Que la literatura es una manera de anclarse mejor a la tierra lo sabe bien Manuel García (Huéscar, Granada, 1966), que se descuelga por la vida en varios oficios alrededor del libro. Entre otros, ejerce de editor, de crítico, de bibliófilo y también de encuadernador. Pero él se considera, por encima de todo, poeta. Porque entiende que la poesía no es un ala postiza, sino una escuela superior de formación de seres libres. Y que en ella cabe todo lo que a los hombres se les puede proporcionar para serlo.

Lo dice así, a su modo, en uno de los versos de Es conveniente pasear al perro, volumen que acaba de editarle Hiperión: "La más clara verdad es la poesía". Aquí, como en todo lo suyo, hay un modo de descifrar el mundo, pero también de inventarlo. De darle sentido y, a la vez, desafío. De mirar de otro modo aquello que importa. Y lo hace con esa turbadora precisión tan característica de su escritura: limpia, directa, honda, sin perder sus lugares de sombra, su incertidumbre, su misterio, su renuncia a lo fácil.

Para Manuel García -que gasta un nombre que es casi una multitud- escribir versos es una forma de explicar, de explicarse, de descifrar y descifrarse. Una búsqueda sin equilibrio. Una elección por hacer palabra útil del idioma. Una posibilidad de cantar la verdad y mostrarla desde lo más alto. "Consiste la belleza / en dejarla pasar, pero no herirla", escribe en un poema surgido tras contemplar un hermoso fresco salvado de las ruinas de Pompeya que representa a una joven que recoge flores mientras camina.

Pero él sostiene que la buena literatura aloja también un compromiso, una denuncia, una protesta. Aquí toma partido en el mundo literario, tan tibio demasiadas veces bajo esa ideología acomodadalquemanda. Arremete, por ejemplo, contra los intentos de regresar los restos de Machado a España o los homenajes políticos a Cernuda. "¿Oyen los muertos lo que los vivos luego dicen de ellos? / Ojalá nada oigan; ha de ser un alivio ese silencio interminable/ para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella", denuncian sus versos.

"Lo que me molesta de los políticos y de los escritores adocenados es lo que Cernuda definió en un poema suyo como la farsa elogiosa repugnante, es decir, el que quiere trincar sin escrúpulos aprovechándose de la fama de un escritor", explica. "¿Quién fue el alcalde que quiso traer los restos de Machado al cementerio de Sevilla? ¿Y el poeta de moda que quería que lo llevaran a Madrid para echarse la foto junto a su tumba el día del homenaje? Con lo bien que está en Colliure", puntualiza sobre la polémica.

Esta opción lo ha dejado, en ocasiones, al margen de los circuitos oficiales de la poesía. "A mí me gusta responder con unos versillos de Blas de Otero: Anda jaleo, jaleo, / no dejan ver lo que escribo / porque escribo lo que veo. No me interesa el poder. Y no me importa pagar el precio de esa actitud. Para comunicarme con los lectores, saco mis libros en editoriales muy dignas como Hiperión. ¿Qué más quiero?".

Junto a estos poemas, en una potente primera sección titulada De Re Literaria, el libro se llena de las lecturas que le han dado contorno a su mirada, a su extravío de hombre en fuga de la normalidad. "Escribir poesía es sumarte a un caudal de voces que se suman", asegura Manuel García, quien ha hecho de este nuevo libro -el noveno de su trayectoria- un planeta habitado por maestros de muchas tribus: Garcilaso, Ganivet, Vallejo, Miguel Hernández, Blas de Otero…

También propone en otra de las secciones del libro una reivindicación del prestigio literario del aguardiente, muy alejado del que ya poseen la ginebra y el whisky. "Me interesa mucho escribir sobre el alcohol y aquí me ocupo de todo lo que tiene esa bebida de tierra y pueblo", señala. "Como la lengua de agua que acaricia la arena volviendo al mar, así es el aguardiente", escribe sobre el asunto este poeta que trabaja como profesor de Lengua castellana y Literatura en un instituto de Sevilla.

El libro Es conveniente pasear al perro, tercero del autor en Hiperión tras De bares y de tumbas (2011) y La sexta cuerda (2014), combina la prosa y el verso, generalmente el soneto, la silva arromanzada y el romance, forma métrica esta última que protagoniza la sección El enamorado y la muerte. También ha reunido los poemas incluidos en una novela que aún permanece inédita sobre un romance de Ángel Ganivet con su profesora de idiomas en Helsinki, episodio que ya abordó como editor y traductor en el libro Cancionero a Mascha Diakovsky (Point de Lunettes, 2014).

¿Qué esconde, por cierto, ese título aparentemente tan poco lírico para el libro? "Porque si no se saca a pasear al perro, puede morder las cortinas, mearse en las esquinas o arañar la pata del sofá -afirma Manuel García-. Si no damos rienda suelta al animal que llevamos dentro, es difícil portarse luego como seres civilizados. Además, los perros son el símbolo del animal domesticado que es el poeta. Aunque, claro, de vez en cuando, muerden". El poeta, ese animal doméstico.

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