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De oriente la luz

Tras la primera dedicada a la Mitología primitiva, esta segunda entrega de Las máscaras de Dios, la magna tetralogía de Joseph Campbell que está siendo reeditada por Atalanta en espléndidos volúmenes revisados, se consagra al estudio comparativo de las mitologías del Oriente, de donde como decía el adagio latino -ex Oriente lux- venían tanto el sol como las revelaciones religiosas o las más antiguas manifestaciones de la cultura. De acuerdo con su idea de un sustrato común o primigenio del repertorio universal, el mitólogo norteamericano empieza por referirse a la separación de Oriente y Occidente cuya primera fase localiza en Sumeria hacia el tercer milenio antes de la Era. La tradición occidental, a juicio de Campbell, que ubica en su órbita a las religiones del Libro, se sitúa en un marco ético e histórico. Frente a ella la oriental asumiría un punto de vista metafísico o poético, más vinculado al ámbito personal que al de la comunidad y a la vez ajeno a la noción de una conciencia individual -el ideal no es el desarrollo del ego, sino su extinción- que se diluye en un todo indiferenciado.

El Levante u Oriente Próximo, así pues, fecundó la mitología europea -del mismo modo que el budismo recorrió un largo camino hasta llegar a los confines de Asia- y se inscribe de hecho en ese marco occidental abordado en el tercer volumen de Las máscaras. El segundo trata de Egipto y Mesopotamia, de la India -verdadero subcontinente, también en el ámbito espiritual- y de un Extremo Oriente representado por la milenaria China y el joven Japón, que pese a su tardía incorporación a la Historia ha conservado con especial reverencia la memoria de su pasado mítico. Como Frazer o como Graves, Campbell no practica un análisis convencional ni enfrenta su vasta materia de modo sistemático, pero su monumental estudio, siempre atento a las similitudes entre los relatos y las creencias de pueblos muy alejados en el espacio o en el tiempo, brilla por las interpretaciones en clave simbólica o psicológica y logra transmitir con vigor y belleza la poderosa intuición de una humanidad hermanada.

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