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Viaje al mundo sensible

  • Galaxia Gutenberg recupera 'La razón estética', obra clave de Chantal Maillard cuyo rescate permite volver a considerar la posmodernidad como oportunidad para otro pensamiento

La pensadora y poeta Chantal Maillard (Bruselas, 1951).

La pensadora y poeta Chantal Maillard (Bruselas, 1951).

En el prólogo a la primera edición de La razón estética, publicada por la editorial Laertes en 1998, Chantal Maillard (Bruselas, 1951) afirmaba que "cuando un mundo se derrumba porque sus valores ya no lo sostienen ni pueden trocarse por otros, importa preguntarse por el modo de racionalidad con el que fue diseñada su estructura, importa darnos cuenta de que no son los valores lo que habrá de reemplazarse, sino el modo de ver y utilizar la razón". Veinte años después, parece que el mismo mundo ha seguido derrumbándose sin recambio de valores, por lo que el siguiente no ha tenido la oportunidad de ver la luz (permanece aún, tal vez, sumergido en la piscina amniótica de las utopías, o quizá en alguna tétrica colección de abortos). Pero la pregunta por la racionalidad, así como su exigencia, siguen siendo las mismas. En aquel 1998, allí donde los profetas de turno condenaban la pérdida de valores, el nihilismo, la ausencia de referentes y otros presuntos males de la postmodernidad, Maillard vio una oportunidad para la que llamó Razón estética: "Con este ensayo, he pretendido ofrecer una respuesta a esta pregunta por el nuevo modo de racionalidad. La razón estética es una actitud que permite dar cuenta de la comunicación, a nivel sensible, de todos los elementos que intervienen en los sucesos que forman esa trama a la que denominamos realidad, consciente, quien adopta dicha actitud, de que la realidad no es lo otro que ha de ser aprendido, sino aquello en cuyas confluencias nos vamos creando", apuntó igualmente. Por si acaso, la pensadora, quien entonces impartía sus clases de Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga, dejó ya bien claro que el término estética debía liberarse aquí de sus "connotaciones dieciochescas" relativas a cierta categoría de belleza para abrazar de nuevo su raíz etimológica, aisthesis, que puede traducirse como sensación o sensibilidad. La raíz estética proponía en 1998 un viaje de vuelta al mundo sensible en alas del marco filosófico que la postmodernidad permitía: un marco donde la filosofía ya no podía ser sólo racionalista, ni contemplativa, sino que tenía más que ver con el acontecimiento, el hacer, el juego, el construir(se). Ahora, Galaxia Gutenberg acaba de recuperar La razón estética con una nueva edición revisada que incluye además algunos artículos escritos por Chantal Maillard en estas dos décadas. Porque la propuesta sigue siendo, y de esto se trata, la más apropiada para la pregunta que podemos formular sobre la racionalidad en el presente.

Eso sí, por más que la razón estética pueda seguir entrañando la respuesta idónea, ni el mundo ni Chantal Maillard son los mismos veinte años después. En el prólogo para la nueva edición, la autora define su libro como "ciertamente optimista", escrito en una época en la que "aún tenía ganas de cambiar el mundo". Sin embargo, "a día de hoy no creo que sea posible ni necesario salvar el mundo, la especie humana o, menos aún, nuestra cultura o nuestra civilización". Semejante premisa resulta oportuna, pero la distinción ente los criterios optimistas y pesimistas no erosionan una evidencia mucho mayor: que La razón estética es una de las propuestas más sólidas, oportunas y reales para un posible paradigma filosófico en el siglo XXI, el mismo que ha visto convertida la ciencia en poesía, rearmados los populismos y realzados los muros (y sí, claro, algo tendría que decir Schopenhauer al respecto, pero precisamente no sería descabellado comparar la resonancia significativa de La razón estética con la que alcanzó en su momento El mundo como voluntad y representación). En su empeño puesto en una educación de la sensibilidad, Chantal Maillard encuentra el mejor cuchillo para, al fin, matar a Platón: "La levedad del mundo se aprende en el gesto: aquella concordancia efímera, aquella huella transparente que la mirada deja al posarse, ese instante, ese tiempo conjunto al que llamamos suceso". Si la modernidad consagró aún más la idea como aspiración (de nuevo) utópica, el devenir del llamado pensamiento débil conduce a lo que pasa, y desde aquí a un modo distinto de relación con el mundo: el hecho de matar a Platón (así tituló Maillard su libro de 2004, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía) permite al individuo (re)situarse respecto al acontecimiento, terminarse, lo que en virtud del jaos y las leyes del azar implicaría crearse siempre. En el reino de la sensibilidad, la razón estética es la que corresponde a un pensamiento (auto)creador. Si Carl Gustav Jung alertó, a su manera, de los males de la incipiente postmodernidad al diagnosticar a pacientes que no acababan de nacer, es justamente la vuelta al suceso y la asunción del mismo lo que permite a la persona ser creando, nacer una y otra vez. Una coyuntura que necesitaba una crisis del pensamiento para darse; para hacer posible otro pensamiento.

Así distingue Chantal Maillard los signos que revelan la calidad hacedora que habita en lo humano, la risa como reflejo involuntario del placer estético también en lo trágico (qué acertada relectura del ser o no ser shakespeareano: alguien debería dirigir un montaje de Hamlet en el que el protagonista recitara su monólogo a carcajada limpia: entonces sí tendría sentido), la construcción del propio cuerpo desde la imaginación (el phantasma), la expresión de la verdad en los lenguajes artísticos frente a los científicos y filosóficos. Maillard, cual maternal araña de Louise Bourgeois, teje la red de su poética de la percepción a través del hallazgo de la intencionalidad de la conciencia en el budismo, de la razón poética de María Zambrano aquí superada ("la razón estética va más allá de la razón-poética porque no interpreta el mundo sino que construye mundos (...) Participa en el suceso con voluntad de integración"), los meidosems de Michaux y los cronopios de Cortázar, la pervivencia del mito romántico en Blade Runner, la náusea sartreana (brindada también como oportunidad desde la que), la ingenua complicidad de la Pantera Rosa y la ecología. Ser real es ser lúdico. Pensar es jugar. Tal vez, bailar.

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