La inquietante presencia de los concejales de la Corporación de Cádiz en los eternos plenos municipales en la misma posición lleva a la siguiente pregunta: ¿a qué se dedican en realidad? Conste que al principio de esta nueva era gloriosa, el público se agolpaba, incluso en pie, ansioso por que comenzara el debate, aguardando la aparición de los nuevos tiempos. La emoción era tan honda ante la suprema aparición del nuevo concejal que el aplauso surgía espontáneo. Por tanto, vaya por delante nuestro reconocimiento por permanecer durante horas, una sesión tras otra, sin saber qué postura adoptar para acomodar la espalda. Pero año y medio después, el profundo pensamiento renovado no llega y la cuestión es, ¿qué hace allí el concejal de Medio Ambiente? Un gran misterio, un secreto de Cádiz. A veces parece caer rendido ante los discursos más plúmbeos. ¿Acaso no tiene ningún asunto urgente que atender, nada? Igual da que sus empleados lo pongan como los trapos que empiece a llover, que seguirá impasible sin aclarar las denuncias por acoso laboral, enchufismo y lo que usted quiera en la parcela que dirige. Por lo visto todo le resbala, como la lluvia en el cristal. ¿Pero dará algún día una explicación para lucir su portal de transparencia?

Uno se puede sentir orgulloso de una ciudad más o menos limpia, pero nunca de una que parece que ni siente ni padece. Los ayuntamientos del cambio, cuantos más meses pasan, más recuerdan a los anteriores. Algunos prometían el fin del concejal profesional preñado de frases hechas y la realidad les ha desnudado sin reparo. No se han dejado atrás ni el más tonto de los detalles que evocan las prácticas de ayer. ¿Qué sentido tiene mantener los debates soporíferos que al final no conducen a ninguna parte?

No hay administración que se libre de esta querencia por emponzoñarlo todo, según la cual se gastan más energías en tratar de derribar al contrario que en el interés general. Hace la friolera de ¡20 años! que por ejemplo el plan intermodal de transportes proyecta el tranvía entre Chiclana y Cádiz. Pues bien, la Junta y el Gobierno han sido incapaces de garantizar que pueda utilizar las vías del tren una vez que llegue a San Fernando. En lugar de sentarse todos hasta solucionar el conflicto, a la Junta no se le ha ocurrido otra cosa que tirar hacia delante por las bravas y plantear un transbordo en La Isla con los trenes de Cercanías para completar el trayecto. Confiemos en que con el tranvía no suceda lo mismo que con la nueva estación de autobuses, donde casi se va a tardar más tiempo en inaugurarla que en construirla. ¿Y por qué? Los enigmas que mueven la voluntad del político no los descifra nadie. Si alguien lo duda, que se atreva a explicar por qué el PP decide de repente dar la espalda a Varcárcel. No es que unos y otros le falten el respeto a los ciudadanos con su afán por destruir en lugar de construir, es que no se tienen en consideración a sí mismos. El día que de verdad cambien los hábitos y las costumbres de nuestra política, como anticipó Fernández Flores, lo sabremos porque ya no sobrevivirán los políticos que se quedan mudos ante los problemas ni los especialistas en crearlos donde no los hay.

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