Análisis

manuel j. lombardo

El triunfo de la autocensura

Hace ya años que el discurso mediático de los Oscar gira más en torno a cuestiones de índole política que alrededor de asuntos estrictamente cinematográficos, ya se trate de la vertiente racial (recuerden aquel #Oscarsowhite), la identidad sexual o la cuestión de género, implementada este año con la cansina campaña del #Metoo funcionando en paralelo como llamada de atención sobre la desigualdad en el seno de la industria o la denuncia de los recientes casos de abusos contra la mujer y como poderosa plataforma de presión de cara al voto de los académicos.

Se palpan los resultados de esta controvertida campaña en un hecho a mi juicio revelador: la flagrante ausencia de Spielberg en la categoría de dirección (por Los archivos del Pentágono) en detrimento de la presencia de Greta Gerwig por Lady Bird, una peliculita indie con discretos méritos, en ningún caso comparables a los del filme del veterano maestro, que incluso mete cuña feminista con calzador en su retrato épico e idealista sobre el periodismo. De igual forma, la corrección política de manual en clave de fábula de La forma del agua, de Guillermo del Toro, se antoja determinante para haberse alzado, con 13 nominaciones, como la más seria candidata a triunfar en estrecha competencia con Tres anuncios a las afueras (siete), abanderada de esa pasión algo morbosa por la basura blanca que ha desembarcado también con títulos como Yo, Tonya o The Florida Project (probable premio para Willem Dafoe).

Por la misma senda del peso de los valores de contenido sobre otros méritos cinematográficos caminan Call Me by Your Name y Déjame salir, la primera a propósito de un amor homosexual (prohibido), y la segunda, gran sleeper del año, en su denuncia de la sociedad racista en clave de género y sátira. A Dunkerque le quedará a buen seguro la pedrea técnica y a El instante más oscuro el más que probable premio de interpretación para Gary Oldman por su impersonation de Churchill.

A poco que se hayan seguido los premios de los distintos gremios profesionales de Hollywood, podrán comprobarse pocas sorpresas en las categorías principales, si acaso, aún a falta de verla, alegra la presencia de Paul Thomas Anderson y El hilo invisible en las de mejor director, mejor película, mejor actor (Daniel Day-Lewis, en la que se dice será su última película) y, sobre todo, mejor banda sonora, un tardío aunque justo reconocimiento a quien es hoy por hoy el mejor compositor trabajando para el cine, el británico Jonny Greenwood. De la ceremonia del próximo 4 de marzo sólo nos interesará saber si es él quien se hace con la estatuilla.

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