Crítica de Cine

El mejor escribano echa un borrón

Un fotograma de '15:17 Tren a París', el último largometraje dirigido por Clint Eastwood.

Un fotograma de '15:17 Tren a París', el último largometraje dirigido por Clint Eastwood. / d. s.

No es tan magistral como Bird, Sin perdón, Mystic River o Million Dollar Baby. No es tan buena como Escalofrío en la noche, Infierno de cobardes, El jinete pálido, Un mundo perfecto, Banderas de nuestros padres o Gran Torino. No es tan entretenida como Licencia para matar, El fuera de la ley o Impacto súbito. Es la más débil de la trilogía del héroe común americano que completa tras El francotirador y Sully. Pero tampoco es tan mala como se dice, aunque junto a El sargento de hierro es una de las peores películas de su filmografía.

A sus 87 años, uno de los pocos clásicos vivos del cine americano junto al también octogenario Woody Allen se ha arriesgado demasiado al reconstruir un hecho reciente -el atentado islamista contra el tren de Amsterdam a París frustrado por la heroica intervención de tres jóvenes estadounidenses y otros pasajeros- casi en formato de docudrama, con los verdaderos protagonistas del hecho como intérpretes e incluso los mismos pasajeros. Con una estructura de flash-backs que le funcionó bien en El francotirador y Sully pero aquí produce disfunciones narrativas. Y con un sincero y sobrio canto a la amistad, el sacrificio y el heroísmo de los hombres comunes que en las citadas películas y muchas otras (con cinismo cabreado en Gran Torino o con emoción en Banderas de nuestros padres) ha entonado mejor.

Como Ford -más grande que él pero, ¿quién es más grande que Ford?- Eastwood irrita a quienes lo consideran un símbolo de la América belicista, patriotera, reaccionaria y hasta fascista (es curioso cuanto les gusta a los europeos aplicar esta palabra made in Europe a la democracia ininterrumpida más longeva del mundo junto a la inglesa). Cuando ya no pudieron negar su maestría gruñeron por lo bajo. Y ahora se han lanzado sobre él aprovechando las evidentes debilidades de esta película e ignorando sus pocos aciertos, que también los tiene: la acertada dirección de actores no profesionales y la seca resolución de la escena que justifica la existencia de la película pero no basta para sostenerla.

En el caso de Sully todo gira también en torno a un instante decisivo, pero la investigación del suceso (y la personalidad de Tom Hanks) hacía la estructura de la película. Aquí los saltos atrás no ofrecen nada interesante, las secuencias turísticas parecen postales, a los diálogos les falta naturalidad y, cosa rarísima en Eastwood y en el buen cine americano, se verbaliza demasiado lo que solo debería sugerirse con imágenes. Diez o quince minutos de buen cine y 70 -no es muy larga- de errores.

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