La cámara observa en la distancia a una mujer entre la multitud en las calles de Nueva York, luego a otra, y a otra más. Así arranca, en las siempre agradecidas texturas documentales del súper 16mm, este filme de debut de la madrileña Ana Asensio, también protagonista y guionista. Podría pasarle a cualquiera, parece querer decirnos.

Se trata, en principio, del retrato crudo de la precariedad de la inmigración sin papeles, del día a día de una mujer española en la gran ciudad, de sus pequeños trabajos basura como mujer anuncio o niñera a tiempo parcial para poder pagar el alquiler o ir al médico.

Pero pronto se revela otra historia y otra superficie, una trama escabrosa y siniestra en el subsuelo de lo prohibido, las apuestas y la explotación femenina. Sin ánimo de destripar nada más, conviene apuntar que Most beautiful island adolece en su primer tramo de cierta ingenuidad indie, carencias interpretativas y licencias de guion que abundan en esa sensación de material para un corto convertido a toda costa en el argumento de un largometraje.

Sin embargo, en el espacio cerrado de su segunda parte la película consigue un perturbador ambiente de tensión con los elementos mínimos, una inesperada deriva de género que revela un mayor control del tono a través de una potente metáfora sobre los peajes del sueño americano.