Que hacer cine es cosa de tener mucha pasta lo confirma el hecho de que el exitoso empresario Paco Arango tenga ya en su currículum dos películas como director: Maktub (¡cinco nominaciones al Goya!) y esta Lo que de verdad importa. Tal vez para disimular, las dos se adscriben al género lacrimógeno del cine con niño enfermo y se revisten de las mejores intenciones y blandos mensajes de superación y canto a la bondad.
Su nueva película vuela alto: tiene formato panorámico, cuenta con Javier Aguirresarobe como director de fotografía, está rodada entre Londres y Nueva Escocia (Canadá) e incluso aparece Jonathan Pryce en su reparto de guapos modelos anglosajones. Todo muy caro, muy limpio y muy vistoso para que los espectadores que paguen su entrada, cuya recaudación irá a parar a la fundación de Paul Newman para la investigación y el tratamiento de las enfermedades infantiles, tengan la sensación de que su inversión en beneficencia ha merecido la pena.
Lo que encontrarán a cambio es un cuentecito rancio, blanco e infantiloide sobre milagros y curaciones en una pequeña e idílica localidad de Cortilandia, una anacrónica y cándida historia de redención (sic) plagada de clichés del buenismo y carente de todo valor cinematográfico. Por lo visto, a la infanta Elena le ha emocionado mucho.
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