Crítica de Cine

Servillo se pone el chándal

Un poquito de Pigmalión y My fair lady, otro poco de El príncipe y la corista, la dialéctica de opuestos entre el hombre maduro en crisis y la joven impetuosa, entre el psicoanalista culto y la vulgar profesora de gimnasia, entre el intelectual y la choni, él judío y ella de origen español para más señas.

Esos son los ingredientes básicos y caricaturescos para esta renqueante comedia alla italiana cuyo mayor atractivo reside en comprobar las prestaciones del gran Toni Servillo (La grande bellezza) para la brocha gorda y poner a prueba la química con una Verónica Echegui entregada a una carrera internacional de continuos cambios de acento (la vimos hace dos semanas en modo mejicano en Me estás matando, Susana).

Un atractivo casi único y fugaz, ya que el guión de Bruni y la dirección de Amato desaprovechan pronto la tensión cómica de opuestos encadenando una serie de situaciones-límite y la aparición de personajes extremos que dispersan, enredan y tiran por tierra lo que debería haber permanecido siempre entre la pareja original.

Así, Déjate llevar abre demasiado espacio al juego inerte de las tramas adyacentes y los azares blandos para desbarrancarse ella solita por el abismo de la recuperación de la libido masculina en clave de terapia, las causas románticas y, lo que es mucho peor, la redención matrimonial.

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