Crítica 'Las malas hierbas'

Resnais, en vuelo libre

Las malas hierbas. Comedia romántica, Francia, 2009, 97 min. Dirección: Alain Resnais. Guión: Alex Reval, Laurent Herbiet. Fotografía: Eric Gautier. Música: Mark Snow. Intérpretes: Sabine Azéma, André Dussollier, Anne Consigny, Mathieu Amalric, Emmanuelle Devos.

A sus 90 años, Alain Resnais sigue practicando un cine tan libre y moderno, ahora tal vez más anacrónico y, por tanto, más radical si cabe, que aquél que lo convirtiera, gracias a títulos como Noche y niebla, Hiroshima mon amour, El año pasado en Marienbad, Muriel o La guerra ha terminado, en uno de los autores más importantes y respetados de los nuevos cines.

Una modernidad, la de Resnais, que ha cambiado la gravedad de los temas y los referentes (Auschwitz, Adorno, Duras, Hiroshima, Robbe-Grillet, Semprún, el exilio) de aquellos primeros días de fulgor experimental y compromiso político, por una muy personal y estilizada reelaboración de materiales ajenos de origen popular que alternan el teatro y el vodevil (Mélo, Smoking/No smoking), el cómic (I want to go home), el musical (On connaît la chanson), la opereta (Pas sur la bouche) o la novela, como es el caso de estas malas hierbas que adaptan a Christian Gailly.

Juguetón y ligero, Resnais despliega en esta su cuadragésimo novena película una paleta de intensos colores vivos que centellean en un relato que parece propulsado por un grácil vuelo libre. Un vuelo estilístico en el que el artificio (los decorados, las luces, las transparencias, el montaje, las elipsis, los fundidos y encadenados), la autoconciencia (una voz narradora que va y viene, que sale y entra, que sabe y no sabe) y el aire surreal de un musical sin canciones ni baile (cortesía de las atmósferas etéreas y los aires de jazz de Mark Snow) planean por los gozosos territorios del azar para materializar algunas de las muchas posibles historias, unas más secretas y escondidas que otras, que podrían brotar, como la mala hierba que se abre paso entre el asfalto, de esta generosa y acogedora película sin línea ni fin.

Resnais parece saborear a cada uno de sus actores como el niño que disfruta ante su primer teatro familiar, los pone a jugar con el peinado y el disfraz, emparentando a su compañía de habituales (Azema, Dussollier) con esa otra, hija del nuevo cine francés vía Desplechin (Amalric, Devos, Cossigny), para que juntos escenifiquen pequeñas set pieces sobre los fogonazos arrebatadores del amor, el sueño de otras vidas posibles o jueguen a la screwball más loca y disparatada.

Si Encuentros privados en lugares públicos era una película de nieve con un corazón cálido, Las malas hierbas sería algo así como una película aérea con los pies de plomo, un deslumbrante y hermoso ejercicio de estilo sobre los hilos invisibles de la existencia con la apariencia de un liviano vodevil romántico. Grandeza de lo pequeño, peso en la pluma, importancia de lo insignificante.

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