Crítica de Cine

Palabra de Mujica, imagen de anuncio

Candidata al Goya al mejor largometraje documental, Frágil equilibrio está atrapada en una profunda contradicción conceptual, a saber, la que no concilia el incontestable discurso humanista de ese nuevo profeta laico que es José Mujica, cuya palabra lúcida y poética vertebra el relato, y ese otro discurso audiovisual tremendamente afectado por unas imágenes, sonidos y músicas intrusivas que responden, en su amaneramiento, a las estrategias más elementales de la seducción publicitaria.

El documental de Guillermo García López se mueve así en un terreno conflictivo que no siempre consigue nadar a favor de corriente de las enaltecedoras e inspiradoras palabras de un Mujica que habla desde su pequeño rincón uruguayo como el más clarividente y sensible de los filósofos de la contemporaneidad.

Su relato, un relato lúcido, analítico, cargado de ideas y propósitos de enmienda para los numerosos problemas y enfermedades de nuestro tiempo, apenas ocuparía 10 ó 15 minutos del metraje total. García López lo rellena, ilustra y estira de manera evidente con el retrato de varias realidades planetarias urdidas con voluntad de contraste, polifonía y contrapunto: la de los inmigrantes subsaharianos que intentan llegar a Melilla desde el Monte Gurugú, la de los desahuciados de la crisis que duermen en sus coches o la de los salarymen japoneses que se plantean frenar en la implacable dinámica de trabajo y cambiar de vida.

Frágil equilibrio incide así en demasiadas imágenes-cliché del mundo globalizado y desequilibrado, deudora de esa estética digital que se queda en la superficie homogeneizada de las prestaciones plásticas del soporte para no ir más allá de las representaciones arquetípicas de la inmigración, el paro, el hambre, la soledad o el estrés laboral de estos tiempos hipermodernos y de un mensaje a la postre esperanzado que tiene más de propaganda idealista que de verdadero manual de resistencia.

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