Crítica de Cine

Biopic musical del creador del mayor espectáculo del mundo

Hugh Jackman con su intensa actuación constituye la mejor baza de la película.

Hugh Jackman con su intensa actuación constituye la mejor baza de la película. / d. s.

El empresario circense P. T. Barnum inspira esta espectacular comedia musical demasiado deudora de Moulin Rouge, trufada con tocinillos cantables de la sobrevalorada La La Land y números que parecen inspirados tanto en los shows de Madonna o Lady Gaga como en el Circo del Sol. Barnum es solo un pretexto para montar vistosos números circenses-musicales y alzar un monumento al héroe americano que persigue sus sueños hasta hacerlos reales, visión tópica además de embustera -dadas las luces y sombras del personaje- propuesta por el guión de la televisiva Jenny Bicks (Sexo en Nueva York) y el irregular Bill Condon (director y guionista capaz de lo mejor, Dioses y monstruos, o lo peor, el destrozo cinematográfico del grandísimo musical Chicago).

La figura de Barnum es más compleja e importante en la historia del espectáculo americano de lo que la película deja entrever. Desde que en 1835 se inició en el negocio exhibiendo una desdichada esclava ciega y paralítica afirmando que se trataba de la centenaria sirvienta de George Washington hasta que falleció en 1891 como copropietario del mayor circo del mundo, el Barnum & Bailey Circus, su vida fue una sucesión de verdades y mentiras pensadas a una escala gigantesca para admiración de un país que vivía una expansión igualmente gigantesca. Sus hitos fueron el Museo Americano Barnum de Nueva York, en el que se hacían todo tipo de exhibiciones de inventos o de freaks reales, como el enano General Tom Thumb, o inventados, como la Sirena de Fiyi, que recibía 400.000 visitas anuales; la gira americana de la diva operística sueca Jenny Lind, a la que pagaba mil dólares por noche; el gigantesco circo ambulante P. T. Barnum's Grand Traveling Museum, Menagerie, Caravan & Hippodrome que recorrió Estados Unidos y Europa en una caravana formada por 80 vagones de ferrocarril, se montaba bajo una carpa para 10.000 espectadores y se anunciaba con el famoso lema The Greatest Show on Earth que De Mille utilizó para titular su colosal sobre el circo de 1952; y el ya citado Barnum & Bailey Circus, el mayor y más longevo circo que jamás haya existido, cuyas representaciones cesaron en enero de 2017.

Están bien las canciones de Pasek y Paul, aclamados autores de 'La La Land'

Servir de pretexto para un musical parece el sino de Barnum. En 1935 se estrenó Jumbo de Rodgers & Hart, libremente inspirada en el famoso elefante que fue una de las grandes atracciones de Barnum, llevada al cine en 1962 por Charles Walters con Doris Day y coreografía de Busby Berkeley en su último trabajo. Y en 1980 se estrenó Barnum de Michael Syewart y Cy Coleman, interpretado por Jim Dale y Glen Close que en 1984 Azpilicueta llevó a Madrid con Emilio Aragón como Barnum.

Lo más original, movido, espectacular, barroco o indio/Bollywood de El gran showman estaba ya en Moulin Rouge. Y mejor. El montaje es igualmente histérico: favorece la espectacularidad visual pero perjudica, como sucedía en la película de Luhrmann, el desarrollo coreográfico de los números musicales. Las canciones de Benj Pasek y Justin Paul -los aclamados autores de La La Land- están bien pero tienen un cierto tufo a talent show. A quien vea la película no le sorprenderá que su debutante director, Michael Gracey, provenga de los departamentos de efectos visuales: parece no haber salido de ellos. Lo mejor es la intensa, incluso agotadora, interpretación de Hugh Jackman y, sobre todo, el diseño de producción del gran Nathan Crwoley (colaborador habitual de Nolan desde Insomnio hasta Dunkerque pasando por los Batman o Interstellar).

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