Pensándolo mejor

Miguel Hagerty

Una de cuatro estaciones

Apesar de la aparente fusión de primavera, verano, otoño e invierno en una sola estación por culpa del dichoso cambio climático, el tema de las estaciones sigue mandando como argumento central de muchas columnas y espacios informativos, sobre todo al inicio de cada trimestre estacional ("bueno, ya es primavera", "el frío ha entrado con ganas este invierno", y así en este plan). El invento de las tres alertas -amarilla, naranja y roja- no hace sino contribuir al interés popular por informarse acerca de lo que es más que evidente. Resultan hasta entrañables los 'consejos' con que nos regalan las autoridades sanitarias cada verano. Hasta el más necio del barrio podría discurrir sin problema sobre estos sabios preceptos: llevar ropa ligera, beber más agua, no correr en bici a mediodía y otras perogrulladas al estilo.

Sin embargo, todo indica que hemos llegado a crear un escenario muy peculiar (de hecho existe desde hace mucho tiempo, pero ahora lo vivimos con más intensidad gracias a la crisis que para algo nos tiene que servir). Es éste: el año hispano (Annus Hispaniae para los de Letras) sólo consiste en dos estaciones: agosto, y el resto del año. Una sola estación de once meses da mucho de sí en lo que se atañe a emociones, sentimientos, inquietudes y ataques de nervios varios.

Planteado de esta manera, resulta evidente que ya no sirven ni los nombres de los meses ni de las "estaciones", hasta ahora vigentes en el vulgarísimo y caduco calendario gregoriano, para el Annus Hispaniae. Necesitamos dos denominaciones, sólo dos, para todo el año. El ahorro en papel y espacio cibernético será incalculable, lo cual es de agradecer en estos días de estrecheces.

Creo que la entidad adecuada para organizar un concurso internacional que daría forma verbal a nuestro nuevo año de once meses más uno es el Patronato de La Alhambra. Dada su rica experiencia en gestionar y promocionar -con una generosa aportación de dinero público; de nuestro dinero, vamos- la candidatura a Maravilla del Mundo de la Alhambra, el Patronato ha demostrado ser un as de las relaciones públicas. Es más, su capacidad de llamar la atención con nada y menos es asombrosa. El asunto de la bandera local en la Torre de la Vela, por no ir más lejos, es digno del elogio más desenfadado de la mejor agencia de publicidad de Nueva York.

Estoy dispuesto a romper el hielo con alguna propuesta. Con estas temperaturas estoy más consciente de mi cuerpo que hace algunos meses. Propongo, pues, que agosto se llame 'Barrigón' y el resto del año, 'Huesos'. En fin, las cuatro estaciones ya no son más que una pizza.

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