Toros

El difícil valor de pensar ante el toro

  • Roca Rey, máximo triunfador de la novillada de ayer en La Merced Rafael Serna y Juan Pablo Correa le acompañaron por la Puerta Grande Vuelta al excelente quinto novillo de La Dehesilla

Serenidad. Sin amontonarse y sin que el ansia nuble la mente para ejecutar en el tiempo preciso el muletazo. LLevar y traer, hacer brotar el ole y quitarse despacio de la cara para irse a pensar el toreo.

Eso es torear. Mandar y entender qué se le puede hacer a un toro para convencerle de que sea tu colaborador y amigo en el triunfo.

Midió Roca Rey el tiempo y el temple, y se llevó la tarde al sitio del triunfo personal y, sobre todo, al de entender a un extraordinario eral que respondió a todas las exigencias que le planteó un novillero con oficio y notables maneras.

Berreón y encastado, ese quinto de la tarde metió la cara con entrega en la muleta del peruano y fue cuando Roca tiró de esos fundamentos del toreo para cuajarle una faena que puso de acuerdo a propios y extraños. Contando además que el inicio capotero tuvo calidad junto al broche que en banderillas ejecutó con notable acierto junto a su compañero Correa.

El broche de un estoconazo certificó el título honorífico de triunfador y un cartel al alza en esta plaza onubense donde su mentor, el mayor de los Campuzano, rubricó sonados triunfos.

Triunfos también para Serna y Correa. Con dos novillos muy diferentes, que hasta eso tuvo de interesante la novillada de la Dehesilla: la diversidad bajo el patrón de una movilidad y clase en líneas generales.

Estuvo Serna muy firme en el recibo capotero. Serna sabe torear y lo transmite con el capote. Aprovechó la alegría con la que se le vino de largo el novillo en las primeras series con la muleta. Faena con muchos detalles de gusto, que se armó mejor por el pitón izquierdo, más intenso el transmitir del novillo.

En realidad, el sevillano fue quien comenzó a poner de acuerdo esas palmas del tendido. Unánimes y fuertes cada vez que el novillero remataba con el pase de pecho. Tuvo además Serna la virtud de hacerse con el novillo cuando este hizo el gesto de rajarse. Detalle de conocimiento porque entre las rayas del tercio el novillo volvió a venirse arriba. Mató por arriba y con verdad.

Otro de los triunfos notables de la tarde se lo llevó el Juan Pablo Correa. Lo concretó frente a un novillo encastado pero rajado en algunas fases de al lidia. Correa estuvo firme con él, le aguantó cierta aspereza y terminó por dominarlo. Todo un logro ante un animal que movió la casta con clase cuando el torero pidió el esfuerzo. Claro quedó que es un banderillero con posibilidades de destacar, lo mismo que en su faceta de estoqueador.

Juan Ramón Jiménez midió, en un recibo capotero que tuvo buen son, las justas condiciones físicas del eral. Transmitió decisión el de Huelva cuando le enjaretó esas dos largas cambiadas al segundo de la tarde. No tuvo éste esa condición tan exquisita del que abrió plaza, pero del juego que ofreció en la muleta hay que decir que se dejó más por el izquierdo, por donde el onubense aprovechó para enhebrar los mejores muletazos de su actuación. Más deslavazado resultó el toreo por la diestra, por donde el eral tampoco terminó de entregarse. Faltó por ese lado esa distancia en la que hacer sentirse más cómodo al animal y más brillante la ejecución. En novillero y por arriba. Así fue la ejecución de la suerte suprema, aunque le costó tres intentos encontrar ese estoconazo a ley con el que rematar la faena y ahí se diluyó algún trofeo merecido para el de Huelva.

La crónica debe abrocharse con el relato de la primera faena de la tarde a cargo de Molina Filiberto. El sevillano tuvo frente a él a un bravo y noble eral. Clase por los dos pitones, aunque trasmitió con más fuerza el toreo con la diestra, con dos tandas en las que aplicó con más largura el viaje del animal, sin desestimar su labor con la izquierda. Voltereta en el primer viaje con los aceros y oreja justa para su esportón.

Oreja también para Cadaval, autor de un templado toreo de capote a un noble oponente. Fue pasado el ecuador de su actuación cuando Cadaval alcanzó a ofrecer al tendido dos fases de toreo al natural, el pitón más valioso del eral de Pereda. Una faena que se sustenta además en otra fase de toreo previo con la diestra, en la que los muletazos, de buena factura, resultaron demasiado sueltos y sin formar conjunto. Bonito remate de faena y un trofeo más en el balance de una tarde, preciosa y con detalles, que apuntan a novilleros con futuro, que ojalá cuaje.

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