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Más de un centenar de búlgaros, a la espera de cobrar para volver a su país

  • La desesperación lleva a los temporeros a denunciar a la empresa para la que trabajaban en la campaña de la fresa Viven hacinados en un campamento de casetas de obra, comiendo sólo una vez al día

La mayoría llegó allá por el mes de septiembre con las maletas cargadas de ilusiones y dispuestos a trabajar en una finca de Cartaya en la campaña de la recogida de la fresa. Su principal objetivo no era otro que poder ir enviando regularmente a sus familiares el dinero que en teoría debían haber ido recibiendo por su trabajo. Pero al final están viviendo un verdadero infierno, según han afirmado a este periódico.

Se trata de un grupo de entre 110 y 120 búlgaros, la mayoría jóvenes de ambos sexos que, según informó este sábado la ONG Asnuci, con sede en el municipio vecino de Lepe, se han visto obligados a denunciar a la empresa agrícola para la que trabajan para reclamar el pago de buena parte de sus salarios correspondientes a la campaña agrícola que acaba de finalizar. Según aseguraron a este diario los propios temporeros, por el momento sólo han recibido la paga de determinados meses, además de algunos anticipos de entre 50 y 150 euros correspondientes al resto.

Este sábado habían interpuesto unas 30 denuncias, mientras que esperaban concluir la jornada de ayer sumando a éstas otras 60 denuncias. Los temporeros pasan el día presentándolas en el puesto de la Guardia Civil de Cartaya y siguiendo las recomendaciones del Equipo de Atención al Inmigrante (Edati) del propio Instituto Armado. "Lo hacemos poquito a poco porque a la Policía no le da tiempo a escribir 120 denuncias en un solo día," relatan.

Lo único que reclaman, aseguran, es cobrar para poder irse a su país ya que "no tenemos dinero para el viaje de regreso", coinciden todos en manifestar. Y mientras, "nuestras condiciones de vida son aquí muy malas".

En este sentido, aseguran que pasan incluso hambre por no tener dinero para alimentos, y que los pocos que consiguen sólo les permiten realizar una comida al día. Sin querer dar sus nombres por miedo a posibles represalias, algunos aseveran que llevan ya casi dos meses comiendo casi exclusivamente pan que ellos mismos elaboran "porque un paquete de harina sólo cuesta cuarenta céntimos", mortadela y fresas con azúcar. Según una de las temporeras, "algunas veces también hacemos mermelada de fresa".

También afirman que les ayudan los propietarios de algunas de las ventas que hay en la carretera por la que se accede a la finca, "que nos dan algunas veces leche".

Pese a que la campaña terminó hace ya unos días, por lo que ya debían haber regresado a Bulgaria, la falta de recursos económicos no les permite marcharse del campamento de casetas de obra en el que residen en la misma finca en la que han recolectado fresas en los últimos meses. "El jefe siempre nos dice que vamos a cobrar mañana" aseguran todos, "pero mañana dice otra vez que mañana, y así todos los días", relatan, "y ya estamos desesperados".

Con respecto a sus malas condiciones de vida, este periódico ha podido comprobar cómo en una habitación de unos 16 metros cuadrados se hacinan hasta ocho chicas jóvenes en cuatro literas. Sin intimidad. Sin armarios (sólo unas estanterías para guardar la ropa). Y con buena parte de las paredes y el techo totalmente mohosos por la humedad del invierno.

En otra habitación, de escasos tres por tres metros, habitan dos matrimonios de mediana edad, también prácticamente en las mismas condiciones. Por el alojamiento, aseguran, les retienen mensualmente de su sueldo 100 euros a cada temporero, en los que se incluye, además de la estancia, la electricidad y el agua.

Las bombonas, que tienen que sufragárselas ellos, también escasean en el campamento, por lo que afirman que durante este invierno han tenido que ducharse muchas veces con agua fría por carecer de dinero para comprar butano.

"Pero ahora lo peor es el calor," añaden. Y es que en las casetas de obra en las que residen es prácticamente imposible estar desde las doce del mediodía hasta bien entrada la tarde. "El calor y las abundantes moscas nos lo impiden".

También hay algunos menores. Al menos dos niñas -una de 6 y otra de 7 años- y dos niños -uno de 12 y otro de 15-, según han admitido a este periódico los propios temporeros, los cuales viven en las mismas condiciones que los adultos.

"Sólo queremos que se nos pague y regresar a nuestro país", asegura una mujer de mediana edad. "Allí hemos dejado a nuestras familias, a mis niñas, a las que no podemos enviar dinero. Yo estoy aquí, lejos de casa y pasando hambre, y ellas allí, en Bulgaria, también pasándolo muy mal y sin el dinero que no podemos mandarles".

Algunos afirman que se les debe 1.000 euros, otros hasta 5.000, correspondientes a buena parte de la campaña. El marido de uno de los dos matrimonios que viven en una habitación de tres por tres metros que nos invitó a pasar a verla, asegura que el jefe "no tiene corazón o lo tiene muy frío, porque no podemos estar trabajando aquí un mes tras otro por 50 euros de anticipo. Así no podemos mandar nada a nuestras familias y aquí no tenemos ni para vivir dignamente". Además, afirma, "nos tienen prácticamente encerrados porque sin dinero no podemos ir a ninguna parte, ni al hospital si nos ponemos enfermos, y sin poder comprar pastillas. A mí me deben 5.000 euros," concluye.

Preguntados por si es la primera vez que vienen, casi todos afirman que no, que ya han venido en años anteriores a trabajar a esta misma finca. Lo que pasa, aseguran, es que "nos dejó debiendo dinero el año pasado para que tuviésemos que venir de nuevo para poder cobrar".

Fuentes de la empresa afirmaron que "estamos en ello, intentando arreglar el tema". No obstante, niegan rotundamente que no tengan comida porque, según aseguran, "el miércoles se les dio un anticipo y se les llevó al pueblo a comprar".

Estas mismas fuentes aseguran que se trata de un "tema puntual", ya que "esto nunca ha sucedido aquí, salvo algunos retrasos en los pagos y, de hecho, tenemos trabajadores que llevan viniendo ya 6 o 7 años".

Igualmente, han negado que se les deba dinero correspondiente a toda la campaña y que los temporeros no tengan dinero para regresar a Bulgaria.

Finalmente, lamentan que "la mayoría estuvo cogiendo fresas hasta la pasada semana, hasta que un grupo se negó a trabajar y amenazó al resto de búlgaros, por lo que iniciaron una serie de movilizaciones que incluso les llevó a cortar la carretera".

"De todo esto, y de que la situación no es como dicen ellos, tiene conocimiento la Guardia Civil y el Edati," concluyen las fuentes empresariales.

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