Arias breves

Rafael Ordóñez

ERE que ERE

EL monumental escandalazo de los ERE amenaza con ser algo así como las mil y una noches en versión chorizil. Una cosa larga, larguísima, densa, densísima, casi interminable. De momento, parece ser que no se han revisado ni la cuarta parte de los expedientes y ya hay varias decenas de casos como para tirarse de los pelos y no parar. Dicen que quedan más de cuatro mil nombres por ver. Y es que vamos a estar hablando de los ERE una buena temporada. Por si alguien no se ha caído aún del guindo, recordemos brevemente que esta putrefacta hazaña de los ERE consiste en apuntar a las subvenciones a un Expediente de Regulación de Empleo, en una empresa quebrada, a gente que no sabe ni por donde cae la dirección de esta empresa. La cosa empezó en el ínclito Ayuntamiento de Sevilla, en Mercasevilla concretamente, y se ramifica ya por doquier por toda Andalucía, Huelva incluida. Entre nosotros se apunta que los expedientes en Minas de Riotinto fueron, en algunos casos, como acciones en las mismísimas minas del rey Salomón. Estamos hablando de cientos de millones de euros birlados al tesoro público. Decía hace unos días don Manuel Chaves que la cosa se limitaba a tres o cuatro sujetos del partido y que ya habían tomado medidas. Que se sepa van por setenta los casos y no tres o cuatro como apuntaba aquél bajo cuyo mandato tomó flor y auge este saqueo. Y quedan más de cuatro mil expedientes por revisar. En estos días, en Alemania ha dimitido el ministro de Defensa porque lo han cogido plagiando partes de su tesis doctoral. O lo que es lo mismo, lo han cogido copiando en un examen. En un país democrático como aquél es motivo sobrado para que el sujeto se vaya a su casa. Aquí en medio de escandaleras diarias, veinte mil veces más graves que la del ministro alemán, no dimite nadie. Siguen y siguen para vergüenza y escarnio de nuestra nunca por llegar democracia. Lo afirmo con rotundidad: España no es un país democrático en su funcionamiento, por muchas constituciones, estatutos y votaciones que tengamos. Si en España, en Andalucía, no dimite nadie por lo que ya se sabe de este latrocinio sobre las arcas públicas, es que algo anda muy mal, muy podrido; y es el mismo sistema.

En este caso de los ERE parece que hemos topado con una juez digna de ese nombre, con una mujer que se ha creído el papel y la función de su alta y noble magistratura. Ni que decir tiene que la fiel fiscalía trató de quitarla de en medio, sin éxito, a Dios gracias. Esta señora merece sobradamente que los escritos dirigidos a ella vayan precedidos de la palabra ilustrísima y en el cara a cara sea tratada de señoría. No abunda hoy en esta pobre patria infeliz esta ejemplaridad en la sagrada misión de cumplir y hacer cumplir la ley. O sea, de defender el bien común, la ley, el pueblo. Gracias, señoría.

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