Crónicas urbanas

Jordi Querol

Sobre los arquitectos

Recientemente, en alguno de mis artículos, he comentado los problemas actuales de la titulación de arquitecto surgidos de las negociaciones llevadas a cabo por la aplicación del Proceso de Bolonia, y también he reflexionado respecto al ejercicio de esta profesión. En todos ellos he remarcado dos hechos básicos por juzgarlos fundamentales: El nivel Master, después de 6 años de estudios, y el cumplimiento de las atribuciones de Arquitecto que emanan de la Ley de Ordenación de la Edificación (LOE). Históricamente, la profesión de arquitecto en España siempre ha tenido la máxima calificación académica, humanística, técnica y social, y así ha sido reconocida en toda Europa, empezando por la sociedad cultural y empresarial de nuestro país. Sin esta consideración general, nuestros políticos nunca hubieran podido aprobar en el año 1999 la LOE. Reiteradas veces he manifestado mi sorpresa al constatar que se haya podido aceptar tan ligeramente una alteración de la histórica denominación del título académico de Arquitecto, situándolo a nivel de grado. El retraso en reaccionar es alarmante. Llevamos casi un año de demora, lo que ha dado lugar a que ya se estén impartiendo en algunas escuelas privadas de arquitectura de España cursos en esta dirección. Para que los arquitectos en general podamos seguir ocupando con rigor nuestro verdadero lugar en el mundo de la edificación, el nivel de nuestra formación ha de ser el adecuado. ¿Cómo si no es posible que el arquitecto proyecte, coordine y dirija a cuantos otros técnicos pudiesen intervenir en el proceso edificatorio tal y como establece la LOE?

Poco a poco se han ido juntando cuestiones y, en la actualidad, la suma de todas ellas nos ha conducido a un vertiginoso abismo. Ayudados por una crisis imparable, actualmente en España, se palpa una situación de gran inestabilidad, un desequilibrio extraordinariamente peligroso para la sociedad. Pensando en todo esto en general, y en la LOE en particular, se me ocurre que para sacar a nuestra profesión de esta delicada situación debemos empezar por lo básico: una seria reconsideración de los planes de estudios. El denominado Proceso de Bolonia, así como las directivas europeas que nos atañen directamente, son cuadros generales donde caben infinidad de interpretaciones. En los mencionados marcos quedaban claros tres planos muy concretos: grado (3 años), master (5 años) y doctorado (8 años). Escoger entre tantos caminos era muy simple; lo que no se podía hacer era encasillar el título de arquitecto en el nivel de grado. ¡Un gravísimo error! La sociedad actual, como la de antes, necesita arquitectos generalistas responsables. Arquitectos preparados que, con un título adecuado, puedan dirigir, como hasta ahora han hecho, a los equipos pluridisciplinares que intervienen en los complicados procesos de edificación. Ahora, rectificar es una cuestión muy urgente.

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