opinión

Paco / Guerrero /

Higuera, la plaza abandonada

SE había distinguido por el ser el festival señero de nuestra tierra por muchas y muchas cosas. No sólo porque sobre el albero de una coquetona plaza de toros, una vez al año, todo un pueblo se acicalara de ilusión al llegar un día de toros, donde la gente del toro se hacia grande e importante en todos los conceptos, pero especialmente en el humano. Sobre ese tapete dorado de las tardes donde el sol llenaba el marco serrano de una plaza tremendamente querida por todos, se cumplieron mil paseíllos de toreros que siempre tuvieron la certeza de saber por qué detrás de un par de banderillas, detrás de un puyazo, al hilo de un quite o de cualquier capotazo, el dinero iba a ser poquito y corto. Y aún dentro de la miseria o de la grandeza de una temporada más o menos larga, el dinero, su dinero, siempre terminaban quedándose en la taquilla de esa plaza de Higuera. Chiquita de aforo, grande de toreo y escenario único donde el mundo del toro, digo y repito, destiló grandeza con los ancianos y los niños de la cabalgata.

En Higuera, siempre, a los toreros, a los mulilleros, al transporte, a los areneros, a los aparca coches ocasionales, a los periodistas, al cocinero y a cualquiera que estuviera allí ese día, se le pagó siempre con cariño, con agradecimiento bueno y con humanidad. Con esa humanidad que derrochó siempre ese gran empresario de la sierra que fue y será siempre el padre Francisco Girón.

Ahora, me cuentan por esos sitios, que a Higuera, a su plaza, la embargan los pocos euros que faltaron a la hora de repartirse las cuadrillas el importe íntegro de esos 12.000 euros de la taquilla del pasado año cuando terminó un festejo que andaba ya huérfano de tanta gente grande y generosa.

Pocos se acuerdan ya de Higuera. Los que nunca fueron de verdad allí, porque han descansado de tener un grano en el culo. Los que estuvieron, porque algún día les tenía que llegar el relevo y bastante hicieron. Y los que lo han podido coger y llevar arriba, porque sinceramente no lo han hecho.

Así de claro.

Uno mira para detrás y no ve en esto nada de lo que le dijeron que era el toreo cuando se liaba la manta a la cabeza por los más necesitados .

Miro y no veo al toreo de cruces de Beneficencia y gorrillas invernarles dejarse un trozo más de una vida por dejarle a un chiquillo una sonrisa un día de reyes.

Nada de grandeza. Muchas veces, demasiadas quizás, sólo veo mendigos peleándose por un mendrugo de pan, excepto cuando su amo les manda silencio.

Higuera comenzará a ser historia como lo será a no mucho tardar Trigueros y ojalá me equivoque, porque lo que se consigue es mucho y muy grande.

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