Cultura

Zenobia Camprubí fue la mujer que cambió toda la poesía de Juan Ramón

  • Desde que contrajo matrimonio con el autor de 'Platero y yo' en 1916, y hasta su fallecimiento, cuarenta años después, Zenobia se convirtió en compañera inseparable y colaboradora del poeta.

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí pasaron la mejor época de su vida en Estados Unidos, asegura la profesora de la Universidad de Maryland, Graciela Palau de Nemes, amiga de la pareja y quien no duda en afirmar que el Nobel que recibió el poeta fue sobre todo un premio "para ella".

Zenobia Camprubí fue la mujer que "cambió toda la poesía" del autor de Platero y yo, asevera, en una entrevista con la agencia Efe Palau de Nemes, quien a sus 91 años es hoy la única superviviente que mantuvo una estrecha relación con la pareja literaria.

Ante la responsabilidad de saberse depositaria de ese legado y pese a su avanzada edad, Graciela se muestra satisfecha de haber podido viajar a España desde Estados Unidos. Entre los objetivos de este largo periplo figuraba participar en el curso onubense Zenobia Camprubí y la Edad de Plata de la cultura española, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía.

Palau de Nemes no se cansa de repetir que no se conoce suficientemente a la mujer "avanzada" que fue Camprubí, ni su propia personalidad separada de la figura del poeta. "Juan Ramón tenía el oficio de escribir y ella le ayudaba. Pero Zenobia tenía un empleo, el de profesora (en la Universidad de Maryland)", además de estar muy presente en los ambientes literarios de EEUU, precisa la experta.

La estancia en Estados Unidos fue la "mejor época" de Juan Ramón y Zenobia, considera Graciela Palau al recordar el paso de la pareja por las universidades estadounidenses de Miami, Duke y Maryland. A ello se sumó el conocimiento que tenía Zenobia del país, ya que era de ascendencia estadounidense. Además, el poeta "no vivió aislado", mantenía continuos contactos con profesores y alumnos, pero a pesar de todo el autor de Animal de fondo vivía "en español".

Palau de Nemes, que trabaja en una biografía sobre Zenobia, sostiene que la esposa del poeta fue "una mujer muy independiente", que "no dependía de su marido", mientras que el poeta "sí dependía de ella, en cuanto a que fue su inspiración".

Desde que contrajo matrimonio con Juan Ramón Jiménez en 1916, y hasta su fallecimiento, 40 años después, Zenobia Camprubí se convirtió en compañera inseparable y colaboradora del poeta en todos sus proyectos literarios.

La amiga de la pareja, de origen cubano, se emociona al recordar la concesión del Nobel al poeta, el 25 de octubre de 1956, cuando su esposa estaba ya gravemente enferma. "Ella se estaba muriendo y el Nobel le hizo recobrar un hilo de vida. Lo disfrutó de lleno, se dio cuenta de que todo el mundo celebró a su marido", rememora la especialista y profesora emérita de la Universidad de Maryland, institución que contribuyó de forma determinante a la concesión del galardón, según su opinión. "Me da mucha alegría pensar que ese fue el premio de ella, que a su marido le dieran el Nobel", dice Graciela Palau.

Recuerda como las campanas de San Juan de Puerto Rico repicaban tras el anuncio del Nobel, mientras ella misma, que había viajado a visitar a la pareja desde EEUU, leía a una Camprubí postrada por la enfermedad, los telegramas de felicitación llegados desde todas las partes del mundo.

Una alegría que se tornó en enorme tristeza tan sólo tres días después, cuando murió Zenobia, quien, para sorpresa de Palau de Nemes, había prendido una flor amarilla que le había regalado su amiga en la toquilla con la que se cubrió en sus últimas horas.

La melancolía en la que se sumió Juan Ramón Jiménez tras la muerte de su esposa pudo contribuir, según la experta, a su fallecimiento, acaecido dos años después, el 29 de mayo de 1958, porque, argumenta, a "Juan Ramón sin Zenobia no le valía la pena vivir más, era todo para él".

Para Graciela ambos fueron personas "extraordinarias", y todavía hoy se pregunta cuál fue la chispa que prendió para entablar la amistad con la pareja, y como no halla respuesta lo atribuye al destino. Rememora que en un primer momento le atrajo el paso airoso de Zenobia, su inteligencia y su modestia, mientras que de Juan Ramón le asombró su sencillez, su capacidad de análisis y su don para acercarse a los más pequeños. "Los llevo prendidos en el alma", concluye Palau, ilusionada con la biografía que tiene a punto de concluir sobre Zenobia, pero convencida de que nunca más regresará a este país.

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