Cultura

Laura Sánchez

Nació en la localidad alemana de Fráncfort, aunque, muy pronto, su familia regresó a su auténtica tierra: Huelva. De ahí, gracias a Victorio y Lucchino -y a sus magníficas dotes naturales como modelo- dio el salto a las mejores pasarelas y a las portadas de las revistas más prestigiosas del mundo de la moda. Si a eso unimos su relación con un mediático futbolista como Aitor Ocio -con el que comenzó a salir a mediados de 2004 y tiene una hija nacida en 2006 y de nombre Naia- y sus apariciones en la pequeña pantalla como una de las protagonistas de Los hombres de Paco, podemos entender que su gran popularidad es más que lógica. No obstante, Laura Sánchez está, tal y como explica en esta entrevista, muy en desacuerdo con el precio que, en ese país, hay que pagar por tener un trabajo cara a la gente. Gracias a Wipp Express, la onubense ha reaparecido ante la prensa sin estar dispuesta a dar demasiados datos sobre David, un canario con el que, este verano, se le ha relacionado…

-¿Cómo se encuentra? ¿Ha pasado un período estival bueno?

-La verdad es que sí. ¡Hacía años que no tenía un mes y medio de vacaciones! He podido escaparme con mi hija Naia, ir a la playa, estar con amigos y familia… Me ha costado mucho volver…

-Y encima lo hace con todos los periodistas esperándole…

-Sí. Preguntando lo que tienen que preguntar…

-¿Por David, por ejemplo?

-Por ejemplo (risas). Todo va bien (…). Bien, bien, bien… (risas).

-¿Algo que comentar al respecto?

-No. De momento, nada.

-¿Qué le parece el hecho de que, por tener una actividad como la suya, deba sacrificar cierta parcela de su privacidad?

-Muy injusto. Muy, muy injusto. Esto es algo que se ha desbordado en los últimos tiempos. Vas con alguien donde sea y ya no estás relajado. Esa tarifa no está pagada con nada y me gustaría que se creara una ley a favor de los personajes públicos. En España, todo vale y, por salir en una pasarela, no se tiene por qué conocer el salón o la cocina de tu casa.

-Entonces, cuando se topa con fotos publicadas suyas en situaciones cotidianas, ¿cuáles son sus sensaciones?

-Impotencia y mucha rabia. El hecho de estar fotografiada sin saberlo con mi hija… Cuando veo a un papparazzi es el único momento en el que pierdo los nervios. Y menos mal que no los tengo encima continuamente. Pienso en esos personajes que viven así y entiendo sus reacciones. De verdad que pueden sacar de quicio.

-¿De qué forma protege a Naia ante ese panorama?

-No exponiéndola en público. Me han llamado para aparecer juntas o posando, pero no quiero. Si con 10 ó 15 años ella lo desea, que decida.

-¿Y si le apetece seguir sus pasos?

-Me parecerá estupendo. Lo mismo juega al fútbol que posa…

-Vive en Bilbao, trabaja en Madrid, tiene también casa en Sevilla y Huelva… Mucha tela, ¿no?

-No puedo más. Estoy volviéndome loca (risas). Imagínate: el aire acondicionado de un sitio, el jardinero de otro, los zapatos rojos… ¿dónde estarán? (risas).

-¿Se encarga usted misma de organizar el hogar?

-Sí… Bueno, siendo una mujer trabajadora, y con este plan que has mencionado, hay una persona que me ayuda. Eso sí, los fines de semana me encanta poner una lavadora, hacer la compra, el frigorífico… Me fascina el olor a limpio de la ropa. Si fuera por mí, cambiaría las sábanas todas las mañanas.

-Por cierto, ¿muchos planes laborales?

-Bueno, poquito a poco están saliendo. Lo que pasa es que, con la crisis, todo se ha estancado. Hay proyectos que me ilusionan… Luego, la serie empezamos ya a grabarla.

-¿Cambiaría la moda por su faceta interpretativa?

-Ésa es mi intención. Acabar actuando y, de lo otro, hacer sólo lo que me apeteciera. Ser actriz me aporta la novedad y el poder vivir varias realidades aparte de la mía, puesto que soy activa y cotilla. Es algo que me llena totalmente.

-Hace 12 años que comenzó su carrera… ¿Es positivo el balance?

-Miro atrás y unos días se me han pasado volando y otros parece que son toda una vida entera. No volvería atrás, pero ha merecido la pena. Ni he perdido mi juventud, ni mi círculo más cercano.

-Pero eso es complicado, ¿verdad?

-No creas. ¡Viva internet y las facturas del teléfono! (risas). A mis seres queridos no los puedo ver físicamente tanto como los veía antes, pero mantengo mi mismo grupo del colegio. Eso te hace tener más los pies en el suelo.

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