daniel mordzinski. artista y periodista gráfico

"Intento tener totalmente atrofiado el musculito de mis propias vanidades"

  • El "fotógrafo de los escritores" trabaja desde hace más de 30 años en un gran atlas humano de las letras hispanas Hace unos días recogió en Huelva el premio OCIb a la Cooperación Iberoamericana

En la retina de su mirada azul descansan para siempre las dos orillas de un océano. Daniel Mordzinski, el cómplice de tres generaciones de escritores a un lado y otro del Atlántico, recogió el 23 de septiembre el Premio del Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb) a la Cooperación Iberoamericana, otorgado por la comisión organizadora de este programa cultural que impulsa la Fundación Caja Rural del Sur.

El "fotógrafo de los escritores" trabaja desde hace más de treinta años en un ambicioso mapamundi humano de la literatura iberoamericana: ha retratado en cualquier parte del mundo a los protagonistas más destacados de las letras hispanas, desde Borges a Vargas Llosa pasando por García Márquez, Cortázar o Benedetti. Pero también a escritores jóvenes que inician su andadura. Una de sus múltiples exposiciones, 200 x 200, se exhibió el pasado año en Huelva gracias al OCIb, que llevó a varias ciudades de España, por primera vez tras recalar en Argentina y Brasil, una propuesta gráfica en la que Mordzinski presentó una galería de retratos de escritores iberoamericanos, cuya idea nació en 2010 con motivo de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que se reunió ese año en Argentina.

-¿Qué rostro tiene la literatura?

-Yo creo que, de alguna manera, el rostro es la esencia del Otoño Cultural Iberoamericano, de la distinción que me han hecho. Es un rostro sin fronteras, como la literatura misma, como nuestra lengua. Todo aquello que nos separa, gracias al español nos une. Y es un rostro que tiene muchos rostros. Es también, y no puedo dejar de pensar en ella y como estoy triste la evoco, el rostro de Carmen Balcells, que es una persona que ha sido importante en mi vida. No fuimos amigos pero cada vez que la necesité estuvo ahí. Quién mejor que ella creó puentes o pasarelas y cuánto le debe la literatura en lengua española.

-¿Es usted un escritor frustrado?

-No, yo soy un escritor que asumió que, al considerarse un buen lector, es consciente de lo mal que escribe. Tardé muchos años en entender que estas fotos juguetonas y traviesas que hago, tan cinematográficas y literarias, son en realidad una mezcla sin fin de literatura y cine. Todo esto para no caer en el lugar común de que escribo en imágenes. Dicho esto, me han propuesto muchas veces hacer un libro sobre mi manera de trabajar o sobre mi poética y siempre lo rechacé.

-¿Por qué motivo?

-Cuando has tenido la suerte y el privilegio enorme de haber retratado -y en muchos casos tener como amigos- a los escritores que conoces, la tentación es caer en el pecado de la autorreferencia. Quiero decir que, si conociste a Cortázar, si fuiste amigo de Julio, cuando cuentas una historia evidentemente tú eres coprotagonista de esa historia y es muy difícil no caer en esa cosita del culto a tu propia personalidad. Yo intento tener el musculito de mis propias vanidades totalmente atrofiado y no es por una modestia natural, sino porque tras ver a tantos amigos escritores caer en el pecado de sus propias vanidades, decidí anular las mías. También por pudor y por timidez o vergüenza y miedo al ridículo lo vengo postergando, pero justamente en los próximos meses voy a ponerme de lleno en ello. Llegó el momento de hacerlo porque la memoria hace trampas, porque hay muchas cosas que se van perdiendo en esos agujeros negros de la memoria y porque creo que encontré el recurso literario para darle forma a estos 38 años de escritura en imágenes.

-¿Cómo tiene pensado hacerlo?

-Va a ser una mezcla de autobiografía ficcionaria en la que voy a recorrer los distintos espacios y momentos de mis encuentros, de mi vida como fotógrafo y de los países en los que viví. Es evidente que el gran golpe que recibí con la pérdida de mis archivos va a ser el punto inicial, porque en un ejercicio de memoria como es la escritura, cuando te roban la memoria, cuando te la quitan, queda un gran espacio vacío.

-Se refiere a la pérdida de una parte importante de su trabajo entre 1979 y 2006, que fue tirado a la basura por empleados de Le Monde durante una mudanza. ¿Se llega a recuperar uno de algo así?

-Hablar de eso me produce un dolor insoportable porque se trata de un gran desprecio, sobre todo, por nuestra cultura, más allá de mi lesión profesional, que es muy grande. Como decía Lampedusa en El Gatopardo, "sólo hay que tenerle miedo a la estupidez humana". Nunca superaré la perdida de mi memoria fotográfica, nunca.

-¿Por qué escritores y no futbolistas?

-Es muy posible que me hubiera ido mucho mejor desnudando a futbolistas. Creo que tiene mucho que ver con mi infancia, con mi adolescencia. Porque fui joven bajo la terrible dictadura militar argentina y el cine, la literatura y la fotografía eran mecanismos que tenía para evadirme, para refugiarme en las películas o los libros de fotografía de la biblioteca de mi papá, y pensando en que otra realidad era posible.

-¿Cómo fueron los primeros pasos hacia el atlas?

-Cuando a los 18 años retratas a Borges, cuando algunos meses después viajas a Santos Lugares y conoces a Matilde y a Ernesto Sábato, cuando cuatro meses después llegas a París, haces tu primera exposición y tienes como padrino a Julio Cortázar empiezas a construir, evidentemente sin saberlo -porque hoy sería falso decir que siempre lo supe-, una suerte de mapamundi sentimental e imaginario en el que todos esos rostros, afectos y lecturas de juventud van tomando forma. Y luego también hay algo del coleccionador de mariposas, de querer hacer más y más. No olvides que cada retrato para mi es un nuevo encuentro.

-¿Cómo es el momento en cuestión?

-No podría ser auténticamente retratista si la esencia mismo de mi trabajo no consistiera en conocer o escuchar al otro. La fotografía es, ante todo, un ejercicio de respeto y de eschucha. Otro lugar común dice: ah, qué ojos, qué mirada, el alma... Pero yo creo que hago más las fotos con los oídos porque es fundamental ser muy sensible a la persona que está frente a ti, sobre todo cuando le pides algo distinto, cuando le explicas que el juego que tú le propones es un juego rápido, seguro pero muy personal. Al principio era más difícil pero hoy, como la gente te 'googlea' o tiene algún libro tuyo, se prestan a esa complicidad. Pero, claro, al principio, cuando podía parecer un poco excéntrico o al límite era más complicado. Muchas veces el gran peligro de la travesura o de la cosa lúdica es caer en el ridículo, que es algo que detesto. La frontera a veces es muy fina, invisible.

-¿Qué papel juega la intuición?

-Soy 99% intuición, medio por ciento conocimiento técnico y medio por ciento ese aliado errático que es la inspiración. Pero sí, soy muy intuitivo. Luego hay algo fundamental y es que en mi trabajo no hay lucro, nunca me pregunté qué voy a hacer con esas fotos, para qué hago lo que hago. Es maravilloso que, con el tiempo, no me lo pregunten a mi. No hay un escritor que me diga ¿y esto para qué es? Estamos en una época del porqué, para qué y cuánto. Imagínate, ¡sería terrible! Eso me da mucha libertad, ese espacio de hacer por necesidad, por pasión... La verdad es que es maravilloso. Estoy en España desde hace pocos meses y te confieso que no era consciente de lo importante que es mi trabajo para tanta gente. Ojo, no digo lo importante que es Daniel Mordzinski, sino las fotos. En la memoria colectiva pasa mucho que empiezan a recordar a ciertos escritores en fotos que vieron. Y mi trabajo desde mis primeras fotografías fue un trabajo de pasarela entre América latina y España.

-¿Hay algún tipo de autocensura o cortapisa?

-Todos tenemos días buenos y malos, los escritores y yo. Yo soy una persona que no hago trampas y, como la entrega de los escritores es total, me ha pasado que salen cosas que inclusive ellos mismos no ven y que yo no quiero compartir con la gente porque era un ejercicio muy íntimo o un juego y entonces simplemente no comparto las fotos. Lo que sí pido es no hacer un ejercicio de autocensura porque entonces la limitación es muy grande.

-No hay libros en sus fotografías de escritores.

-Sí, a veces sí hay. Por ejemplo, cuando Antonio Muñoz Molina ganó el Premio Médicis en Francia y yo tenía que mandar una foto rápida para El País. Era la época que había que revelar y no tenía la menor idea de qué hacer. Pero no quería fotografiarlo con el libro del premio. Le dije: Antonio, no se me ocurre nada, invitáme a un café. Salimos de la editorial y estaba lloviendo. Antonio naturalmente se cubrió la cabeza con el libro y yo levanté la cámara y disparé: "ta-ta-ta-ta". En medio de la lluvia, a las cinco de la tarde.

-Sí fotografía las bibliotecas.

-Pero no con ellos. Fotografío las bibliotecas porque me gusta mucho también ver qué fotos ponen. Me ha pasado que me he encontrado fotos mías que no sabían que son mías, delante de los libros. Una cosa que aprendí a lo largo de los años es el valor icónico de una imagen. Muchas veces nos gustan las fotos de los escritores que nos gustan más allá de que las fotos sean buenas o malas, ni las miramos. A mi me pasa, me dicen qué buena es tu foto de equis. Yo no digo nada pero leo semióticamente que lo que me están diciendo es "cómo me gusta ese escritor". Y lo respeto. Y también lo respeto a la hora de editar fotos para un libro o una exposición en la que incluyo imágenes que yo considero que son interesantes dialogando con fotografías de escritores jóvenes.

-Trabaja mucho con ellos.

-Estoy muy orgulloso del trabajo que hago con los escritores jóvenes. Yo trato, te lo aseguro, con el mismo tiempo, respeto y pasión a Mario Vargas Llosa en Estocolmo, que me invitó al Nobel, que a un escritor que me está contando que va a publicar su primer libro. Me gusta mucho en mi trabajo hacer dialogar esas dos miradas: la del escritor que ya tiene toda una trayectoria y la de quienes recién empiezan. Siento la necesidad darles voz, mejor dicho, imagen, a las jóvenes generaciones. Podría decirme "ya, Daniel, ya has retratado a los autores icónicos y consagrados, basta ya". Pero no, trato y retrato de manera apasionada y obsesiva de fotografiar la literatura.

-¿Cómo ve la relación entre las letras actuales de los países que conforman América Latina y la de los grandes escritores del Boom latinoamericano?

-No soy crítico literario y admiro demasiado el género como para ponerme a opinar, pero como lector pienso que América Latina vive un gran momento de literatura, con jóvenes que han sabido aprovechar el maravilloso legado de los grandes del Boom y que, sin traicionar a sus maestros, hacen una ruptura necesaria con voces tan originales como singulares. Los festivales literarios han supuesto una nueva manera de gestionar la cultura literaria contemporánea y han contribuido a que los escritores se encuentren, hablen, intercambien libros y se lean. He sido testigo y cómplice de cómo un escritor de Managua logra que su editor publique a otro de Santo Domingo. Cada autor se convierte así en embajador de otro que acaba de leer y contribuye a editar. De a poco los libros rompen las fronteras.

-¿A qué escritor le debe más?

-¿Libros? Dinero? (risas). Yo creo que todos nosotros somos el resultado de nuestras lecturas, de la misma manera que somos el resultado de nuestros encuentros, viajes, de lo que comemos, de cómo comemos, de los amigos que tenemos y, sobre todo, de nuestras propias decisiones. Si yo no hubiera tenido el valor, no sé cómo lo tuve a los 18 años, de dejar esa oscura y terrible Buenos Aires para irme a la luminosa París evidentemente hoy sería otro y tal vez estaríamos hablando de jugadores de fútbol y tendría mi Rolls-Royce estacionado en la puerta.

-Usted es corresponsal del diario El País y otros medios, aunque también es fotógrafo oficial de los festivales Hay Festival, Vivamérica de Madrid y Filba de Buenos Aires. ¿Qué aporta su faceta de fotoperiodista a su vertiente más expresiva (y viceversa)?

-Saber escuchar es saber ver. Como personas somos el resultado de nuestras decisiones, como fotógrafos de nuestra mirada. Yo, por ejemplo, pertenezco a dos mundos, el del fotoperiodismo y el del arte y me siento deudor de todo lo que el periodismo me brindó y me sigue dando. Por ejemplo: la capacidad de ser rápido, de entrar a un cuarto, 'escanearlo' para sentir el espacio y su luz en segundos. El periodismo también me enseñó a respetar al retratado sin dejarme intimidar por la importancia del personaje que voy a retratar. Sin olvidar que trabajar para un medio importante te abre muchas puertas.

-¿Cómo lleva los cambios tecnológicos?

-El paso del analógico a digital me pilló en un período de negación tecnológica. Intenté resistir y seguir sacando fotos con mi Leica M. Trabajaba el doble y dormía la mitad, pues me pasaba horas revelando y copiando. Resistí muy poco tiempo. Las fotografías de las agencias llegaban antes que las mías. En un momento pensé que me caía al vacío, que todo se terminaba. Me pregunté qué debía hacer para cambiar sin traicionar mis valores estéticos y mis principios éticos. Compré una cámara digital y poco a poco aprendí los gestos técnicos necesarios. A fuerza de repetirlos aprendí, y cada día me resultaban más fácil. Hasta que un día me di cuenta de la libertad que me procuraba la fotografía numérica. Me sentía más libre y diría que hasta mejor fotógrafo.

-Ida Vitale, una de sus poetas retratadas y de los grandes nombres de la literatura latinoamericana contemporánea, expresó recientemente sus dudas sobre la existencia de algo similar a una comunidad literaria iberoamericana: "No existe. La información aumenta pero es más superficial, apariencia de información. Se lee menos. Además, los nacionalismos han hecho que volvamos a estar aislados. Las relaciones de los países dependen de los intereses económicos, no de la cultura", aseguró a 'El País'. ¿Comparte su opinión?

-Admiro y quiero mucho a Ida Vitale. Nunca le agradeceré lo suficiente que me haya dedicado un bello poema. Comparto su análisis, pero no su conclusión. Creo en la justicia poética y en esa idea que el gran mapamundi de las letras latinoamericanas forma una vivísima cartografía literaria que une las novelas, los poemas y los relatos de los escritores con sus lectores. Pienso que esa es una de las claves que nos permite seguir adelante a pesar de tantas adversidades.

Mordzinski, jugando con una cámara alemana Voigtländer de los años 40.

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