Cultura

El otro lado del Telón de Acero

  • El Centro de Colecciones del Museo Ruso de San Petersburgo abre hoy sus puertas en Málaga con más de 160 obras y un compromiso de permanencia de al menos diez años

Dentro del póquer del museos con que el alcalde, Francisco de la Torre, ha querido poner a Málaga en el mapa en este 2015, el Centro de Colecciones del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo constituye un elemento a descubrir: frente a la proyección de una marca tan poderosa como la del Centro Pompidou, que prácticamente se vende sola, el Museo Ruso (llamémosle así) va a requerir para su conexión con la ciudad más fe y, sobre todo, más pedagogía. Eso sí, ya no hay tiempo para pensárselo: el equipamiento abre hoy sus puertas a las 16:00 (la inauguración prevista para la mañana se quedará en un sencillo acto con el alcalde por el luto oficial) con una jornada de puertas abiertas que se prolongará hasta la noche del jueves. El convenio suscrito con la institución rusa (que, aunque tiene ya cierta tradición en la organización de exposiciones con sus fondos en todo el mundo, convierte a Málaga en su primera plaza estable fuera de la enorme pinacoteca petersburguesa) garantiza que la sede permanecerá en la ciudad durante un plazo de diez años ampliable a otros diez: tiempo hay, por tanto, para que el envite ahora mirado de reojo, a ver qué diantres es esto, llegue a ser considerado por derecho uno de los nuestros. En su política de expansión museística, el Ayuntamiento parece tenerlo claro: tras invertir casi 600.000 euros en la reforma de los 7.500 metros cuadrados de Tabacalera reservados al museo (de los que 2.300 tendrán a su vez uso expositivo) y liberados tras el fiasco de Art Natura, el Consistorio destinó al equipamiento un presupuesto de 3,7 millones de euros para su primer año (incluido el canon anual de 400.000 euros pagado a la institución rusa a cuenta del préstamo de las obras), una cantidad no precisamente menor para un centro que espera recibir 150.000 visitas al año (el presupuesto es ligeramente superior al del CAC, aunque las visitas que recibe el centro de la calle Alemania son más del doble de esta previsión). La contribución en lo que se refiere a patrocinios es hasta ahora reservada, con apenas 75.000 euros. Pero al hablar del Museo Ruso confluyen, necesariamente, aspectos artísticos y urbanísticos. Y conviene reparar en ambos.

¿Qué se podrá ver a partir de hoy en el Centro de Colecciones del Museo Ruso? En la puesta de largo quedarán matados dos pájaros de un tiro, con la puesta de largo tanto de la colección permanente, titulada Arte Ruso. Siglos XV- XX, como de la primera exposición temporal del centro (que acogerá dos muestras de este tipo al año), Arte ruso de la época de Diaghilev. La colección propone al visitante, tal y como su lema indica, una inmersión en los últimos cinco siglos de la historia de Rusia a través de una selección de un centenar de obras de arte, que abarca desde iconos tardomedievales de inspiración bizantina hasta el realismo propugnado por la Unión Soviética. En medio, el legado presenta una discreta aproximación al arte ruso del siglo XVIII, a través de pintores como Kouchin, Rodchev, Levitsky y Borokovsky; y, eso sí, una abultada representación del mejor arte ruso del siglo XIX, con exponentes del calibre de Krendovsky, Orlovsky, Kiprensky, Vorobiev (atención a su Catedral de San Isaac y monumento de Pedro I, 1844), Venetsianov (La lechera, anterior a 1826, uno de los retratos más conocidos del maestro, puede verse en Tabacalera), Brulov (con títulos emblemáticos como el Retrato de Uliana Smirnova, de finales de la década de 1830; Muerte de doña Inés de Castro, 1834; y Betsabé, 1830?), Ivanov (con su imponente Figura de Cristo, 1833-1857; y Tres niños desnudos, de las décadas de 1840 y 1850), Jakobi (con su impresionante Parada en el camino de los detenidos, de la década de 1860: una de las joyas de la colección), Petrov, Popov, Makovsky (La segadora, 1871, es otro de los mayores atractivos del museo, así como el enorme lienzo El rito del beso, 1895), Nevrev, Pelevin y Golovin. El paisaje dibujado en estos lienzos da buena cuenta, ciertamente, del país y su tiempo, con especial atención a las tensiones ya patentes entre la espléndida corte zarista, así como la alta burguesía rusa, y las masas de campesinos empobrecidos y convictos; pero comparecen también no pocos detalles tradicionalistas y folclóricos, así como la nostalgia por la vieja Europa que hacía suspirar a la bohemia población urbana.

Pero donde el visitante se sentirá más reconocido es en la selección de obras del siglo XX, que comienza con la mirada puesta en las vanguardias, a través de las obras de Olga Rozanova (Paisaje urbano, 1910; y Composición cubista con fruta, 1914-1915), Tatlin (Modelo, 1910-), Kandinsky (Composición con filos blancos, 1913), Marc Chagall (Espejo, 1915), Alexander Rodchenko (Construcción, 1917), Kazimir Malevich (Muchacho, 1928 -1929; y Cabeza, 1928 -1932) y Pavel Filonov (Dos cabezas, 1925), que precisamente protagonizará la segunda exposición temporal después del verano. En la revisión del realismo materialista propugnado después por la Unión Soviética se exhiben obras tan curiosas como la Manifestación pintada en una bandeja (1925) de Lyubov Mileyeva (también hay más bandejas pregoneras de la revolución obrera realizadas por Joseph Schkolnik, Sergey Shulman y Nikolas Lapshin: todo un género en sí mismo) y lienzos abiertamente propagandísticos de Osolodkov, Packulin y Rozhdestvensky. En este sentido, la exposición temporal Arte ruso en la época de Diaghilev, que acuña al popular promotor de los ballets rusos como eje argumental, servirá para ilustrar el tránsito que condujo en Rusia desde los años previos a la explosión de las vanguardias hasta la contención propagandística. Nunca hasta ahora, en fin, había contado Málaga con una aproximación tan contundente y completa al otro lado del Telón de Acero. Por una vez, Rusia es protagonista en la Costa del Sol por razones ajenas al turismo residencial.

Más allá de su contenido artístico, el Museo Ruso presenta singularidades significativas que a partir de hoy pondrán a prueba el modelo ciudad de museos aplicado por De la Torre. La primera y más evidente es su ubicación: el Centro de Colecciones es el primer gran equipamiento de sus características que abre sus puertas en Málaga lejos del centro; y, por más que en Huelin sea el segundo enclave más poblado de la ciudad, y por más que no muy lejos ya lleve más de un año funcionando La Térmica con un (relativamente, claro) buen balance, lo cierto es que el Museo Ruso es un proyecto muy distinto en cuanto a volumen y aspiraciones que, sin la cosecha garantizada del centro, y sin los accesos demasiado fáciles, se ve obligada a partir, en gran medida, desde cero. El responsable del centro como director de la Agencia para la gestión de la Casa Natal y otros equipamientos museísticos, José María Luna, admite que la pedagogía "será necesaria" pero a la vez califica el reto de "apasionante". El éxito de la empresa dependerá, apunta el director, de que los malagueños vean el equipamiento como algo más que un museo: "Queremos que sea reconocido como un centro cultural y de ocio. Un lugar al que se puede venir en familia a pasar el día, a ver una exposición, a escuchar un concierto, a comer en un restaurante y a participar en otras muchas actividades. No es un sitio de paso, sino un sitio en el que estar. Y, en la medida en que los ciudadanos se acerquen al centro con esta intención, se irán constatando los resultados". "De cualquier modo", añade Luna, "es evidente que no hemos abierto este museo para la población rusa que vive en la Costa del Sol. El equipamiento también es para ellos, desde luego, pero su presencia no bastará, ni de lejos, para cumplir nuestros objetivos". Clama al cielo, eso sí, que hasta ahora no se haya alcanzado un acuerdo con la EMT para el refuerzo en las líneas de autobuses que llegan a la zona, ni que se hayan unificado criterios en cuanto a venta de entradas con el Centro Pompidou, mediante posibles abonos. Mucho es, en fin, lo que queda por hacer. Pero no es menos lo que ya está hecho. Y lo suyo es que todo merezca la pena a partir de ahora.

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