Sin pretender competir con el Museo Minero de Riotinto -gestionado por la Fundación Río Tinto y dedicado exclusivamente a temas mineros e históricos-, un grupo de personas inquietas y entregadas se ha propuesto recuperar la memoria del pueblo primigenio, el que desapareció por el avance de la mina, a través de un espacio expositivo muy singular. Este pueblo originario, desconocido para las nuevas generaciones, centrará la primera fase de lo que finalmente será el Museo del Pueblo de Riotinto, que pretende ubicarse en todo el edificio de la antigua Casa de Dirección de la compañía, declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

Uno de los artífices de la iniciativa, José Márquez, explica que el museo será atípico, al construirse "desde cero". La idea es simple porque consiste en recuperar la memoria histórica del pueblo para que esta no se pierda o diluya, pero a la vez es ambiciosa por todo lo que supone el trabajo: "Estamos intentando recrear con la mayor fidelidad posible cómo era aquel pueblo, pero no queremos que la gente vaya y pierda una mañana leyendo cartelones, sino que salga con la curiosidad de saber más sobre lo que allí ha visto", explica.

Tras presentar el proyecto el pasado mayo al Ayuntamiento y que éste fuera aprobado por todos los grupos políticos (con el compromiso de que tendrá continuidad en caso de que haya futuros cambios políticos), Márquez se rodeó de destacados artesanos y formó con once personas un equipo de trabajo asesorado por profesores de la Onubense e historiadores del grupo Fieldwork Riotinto para investigar y documentar posteriormente todo el trabajo físico de forma didáctica.

En el centro del salón de la Casa de Dirección, que mide 26 metros de largo por 13 de ancho, se ubicará la maqueta principal, la del antiguo pueblo al completo. Además de la maqueta principal, que ofrecerá una visión panorámica del desaparecido núcleo urbano, se construirán otras maquetas de los edificios más significativos del mismo.

"Se han perdido edificios del XVIII con cierta nobleza o elementos arquitectónicos autóctonos porque nos hicieron un pueblo de calles de 300 metros de largo paralelas y sin ninguna plaza", resume. El caso es que en Riotinto no queda nada de aquel pueblo de antaño porque "cuando manda la mina, no hay legado" que valga y, además, el pueblo se trasladó por completo a los núcleos urbanos de hoy. En los primeros años 40 ya sólo quedaban "dos calles y un pequeño barrio arriba", y fue en 1994 cuando se enterró lo poco que había.

"Aquel era el pueblo con regusto, el de verdad, el auténtico. El pueblo de ahora es extraño. Nosotros tenemos un diseño inglés, casas en fila acuarteladas, todas iguales. Pero aquel municipio no. Tenía sus casitas, sus callejones como cualquier localidad de la Sierra. La grandeza fue realmente a principios del siglo XX", valora el experto.

Las maquetas centrarán esta primera fase del Museo del Pueblo de Riotinto, mientras que la segunda, en la que ya trabaja el equipo, pasa por ilustrar un acontecimiento histórico, en este caso los sucesos de 1888, el Año de los tiros, que ya ocupa una parte del edificio. Además, otro espacio exhibirá muebles ingleses de principios del XX que aunque artísticamente no tienen mucho valor, sí lo atesoran desde el punto de vista histórico porque "pertenecieron a un lugar en el que se tomaron las decisiones vitales" para toda la comarca de Riotinto.

Este museo no tendrá un valor material, ya que buscará recuperar la historia, la memoria. "No queremos ni competir con el Museo Minero de Riotinto ni hacer lo mismo. Nosotros hacemos otra cosa distinta, algo localista, pero nos da igual. Queremos que sea un libro visual que dentro de 30 años puedan leer nuestros hijos y nuestros nietos para saber que esto existió", asegura José Márquez.