Cultura

Cine clásico

CineBox Aqualon Puerto Huelva.- T. O.: 'The searchers'.- Producción: Estados Unidos, 1956.- Duración: 119 minutos.- Dirección: John Ford.- Guión: Frank S. Nugent basado en la novela de Alan Le May.- Fotografía: Winton C. Hoch y Alfred Gilks.- Música: Max Steiner.- Montaje: Jack Murray.- Intérpretes: John Wayne, Natalie Wood, Jeffrey Hunter, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Hank Worden, Walter Coy

Otro acierto en la programación de este cine clásico que se propone a los buenos aficionados al Séptimo Arte, dentro de una programación convencional dada a productos más comerciales, menos adultos y por lo general para públicos mucho menos exigentes. Así un título como Centauros del desierto es una joya del mayor aprecio que para los más veteranos invitará a la revisión y para los más jóvenes espectadores a descubrir a un gran director: John Ford. Aquí Ford, para quienes le consideran el más perfecto director de cine de todos los tiempos o para quienes pensamos que eso ha de compartirlo con otros realizadores también muy valiosos, demuestra su dominio del espacio, del tiempo y de la atmósfera auténticamente cinematográfica.

Estamos ante la historia clásica del perdedor dentro de un género que John Ford dominó con leyes muy personales, convirtiendo Centauros del desierto en obra maestra que combina el western más tradicional, con la aventura y el problema racial que aflora paulatina e inevitablemente latiendo en un trasfondo inquietante. Al mismo tiempo nos devuelve a esos escenarios familiares en el cine de Ford: el Monument Valley, en Utah, exteriores naturales que el director eligió como marco de varias de sus películas. Esa utilización del paisaje fue otro valor destacable en su copiosa obra cinematográfica que comprendía 140 películas.

Vuelve también uno de sus habituales protagonistas, actor fetiche en la filmografía de John Ford, John Wayne, que aquí encarna a Ethan, quien, después de tres años de combatir en la Guerra de Secesión, terminada la conflagración civil, regresa al hogar formado por su hermano Aaron, su cuñada Martha, sus dos sobrinas Lucy y Debbie y un muchacho medio mestizo llamado Martin. Al poco tiempo toda su familia es asesinada por los indios comanches que raptan a sus sobrinas. Ethan jura venganza y se lanza en su búsqueda, descubriendo el cuerpo mutilado de Lucy. Ethan será implacable en su persecución y afán de exterminio de los asesinos.

Con una depurada técnica narrativa y una visión muy personal en la realización, admirable en el cine de acción, la película abunda en espectaculares secuencias, favorecidas por un excelente trabajo fotográfico y un ritmo narrativo que entusiasma al espectador. Puede valorarse como merece la contribución de la música, en este caso compuesta por el gran Max Steiner, y su participación dramática en el contexto narrativo del film. Estamos entonces ante una de las obras de culto en la historia del western, uno de los géneros más genuinamente esenciales en la cinematografía de todos los tiempos.

No soy un admirador, precisamente, de John Wayne como actor, pero entiendo que aquí acierta a dar vida a un personaje bien definido y construido reciamente por la sabiduría del Ford, como el perdedor -de la guerra, del amor, de su propia vida-, amargado, vengativo, racista y solitario. Un hombre en medio de un ámbito desolador, enfrentado a una nueva existencia que se le presenta sin posibilidades de redención.

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