Huelva

La despedida de todo un clásico

  • Casi 270 personas homenajean en La Rábida al subdelegado del Gobierno por su venidera jubilación Personalidades y amigos le regalan un retrato, obra de Gema Cayuela

Enrique Pérez Viguera agota sus últimos días como subdelegado del Gobierno. Y ayer quiso celebrarlo con los suyos. Se rodeó de todos aquellos que han sido relevantes en su trayectoria y se despidió de ellos en la hostería La Rábida en un multitudinario almuerzo con el que escenificó su adiós a sus compañeros de trabajo o de trinchera política antes de que el próximo 31 de julio cumpla los 70 años e inicie una nueva etapa: la jubilación.

Estaba previsto que al homenaje acudieran 250 personas, pero finalmente fueron casi 270 las que se sumaron al tributo a uno de los políticos más sensatos y clásicos del panorama onubense. En torno a las mesas, lo más granado de la vida social: empresarios de la Aiqbe o del campo, alcaldes, guardias civiles, policías, representantes de colegios profesionales o de asociaciones vecinales, altos cargos de la Justicia y de la Universidad de Huelva, sus homólogos en las Subdelegaciones de Córdoba y Cádiz... Pero también sus compañeros de trabajo, muchos exinspectores de Trabajo que, como él, han ejercido en la profesión desde los años 70 del pasado siglo.

Tras el almuerzo llegaron los instantes más emotivos. El jefe de gabinete del subdelegado, José María Mayo, abrió el turno de palabra y realizó una intervención breve en nombre de sus compañeros. Ensalzó las virtudes de Pérez Viguera como jefe, "porque no es uno de esos a los que se le teme o respeta, a él lo admiramos y de él aprendemos cada día".

Mayo evidenció, ante la atenta mirada de su jefe, su "talante, porque es una persona que concita el respeto hasta de sus adversarios políticos; hoy en día, una persona así honra la política y nos recuerda que ésta puede ser una actividad honorable". El respetable estalló en un sonoro aplauso, porque Enrique Pérez Viguera es un hombre entrañable, que presume de ser amigo del exalcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, con el que se metió de lleno en la política local allá por 1999, pero también de su antecesor, Manuel Bago, del actual alcalde de Huelva, Gabriel Cruz, o del consejero de Medio Ambiente, José Fiscal, todos socialistas y presentes en el acto.

Los comensales aportaron su granito de arena para obsequiar al todavía subdelegado con un regalo a la altura de las circunstancias: un retrato suyo, obra de la pintora ayamontina Gema Cayuela, que emocionó a Pérez Viguera y que mantendrá para siempre en su recuerdo del homenaje que Huelva le brindó ayer.

El subdelegado del Gobierno tomó la palabra en un discurso amplio y colmado de agradecimientos. "Como diría nuestro presidente, Mariano Rajoy, este es el discurso más difícil de mi vida", confesó. "Cuando uno llega a este momento de la vida, en el que no hay más remedio que rellenar los impresos para cobrar la jubilación -aun en contra de tu voluntad-, no hay mejores ánimos que saber que se dice adiós con el cariño de quienes han formado parte de tu vida profesional; por eso, veros hoy a todos aquí me abruma por tanta generosidad".

Aunque la palabra más repetida en su discurso fue "gracias", Pérez Viguera arrancó pidiendo disculpas: "Perdón a todos aquellos a los que en mi vida profesional, política o personal hayan podido sentirse agraviados por mí; si ha sido así, créanme que lo lamento y les ruego que acepten mis disculpas. Mi máxima en esta vida ha sido seguir el mejor legado que pudo dejarme mi padre: la honradez, la sencillez y la educación. De él, y también de mi madre, aprendí que, por encima de todo, está el respeto a las personas. Espero que estén orgullosos de mí".

El todavía subdelegado del Gobierno en Huelva realizó un entrañable recorrido por su trayectoria laboral y vital, desde aquellos años en los que recorría Cáceres de arriba a abajo como inspector de Trabajo a su paso por la Universidad, como profesor adjunto, su llegada a la política impulsado por sus hijos Curro y Jaime Pérez o los cuatro mandatos que vivió en el Ayuntamiento de Huelva, codo a codo con su amigo Perico.

Pero también tuvo palabras hermosas para las hermandades y para las filiales rocieras, para los regantes y para las organizaciones benéficas. Y acabó dirigiéndose a sus dos familias: a la del PP y la de sangre. A la primera le dijo que "es momento de aglutinar fuerzas, de ser justos y de pensar, por encima de todo, en el bien de Huelva y de España. Los ombligos no sirven para nada. Aquí me tenéis a vuestra disposición siempre para construir desde la experiencia". A su mujer, sus hijos y sus nietos les anunció que, al fin, tendrá tiempo para ejercer tranquilamente como abuelo. El aluvión de aplausos fue abrumador, con un público en pie deseoso de lanzar sus piropos a Pérez Viguera. Luego muchos se acercaron a él y a su mujer para dedicarle palabras de cariño a uno de esos políticos con mayúsculas, todo un clásico de los que Huelva nunca olvidará.

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