Entre túnicas

La entrada a la misericordia

EL Año de la Misericordia fue proclamado a través de una Bula Papal de Francisco I Misericordiae Vultus el 11 de abril del año 2015, dando comienzo el 8 de diciembre de este mismo año, abriéndose la Puerta Santa de la Archibasílica de San Juan de Letrán, para concluir el 20 de noviembre de año 2016, para celebrar el 50 aniversario de clausura del Concilio Vaticano II.

Aquí, en Huelva, la apertura del Año de la Misericordia tenía lugar en la Santa Iglesia Catedral el pasado 13 de diciembre, donde nuestro obispo don José Vilaplana nos convocaba anunciando que "es un tiempo de gracia y bendición".

Cabe preguntarse qué significa para nosotros los cristianos, para los que pertenecemos a alguna hermandad, tan magno acontecimiento. Es una ocasión de demostrar qué somos, salir y abrir esa puerta que se nos brinda como una nueva oportunidad; conocemos nuestras limitaciones como humanos que somos, pero, al mismo tiempo, sabemos que tenemos una imperiosa necesidad de recibir misericordia. Crucemos, pues, ese umbral dando consuelo al que tanto lo necesita. Es una tarea que nos espera donde debemos ser "pacientes y misericordiosos".

En este tiempo de conversión en el que estamos inmersos, desde hoy Miércoles de Ceniza, debemos pensar qué papel juegan las hermandades en este contexto en el que vivimos, en una sociedad donde los valores han desaparecido, donde las redes sociales o las tertulias 'callejeras'", en vez de ser positivas, no ayudan con sus dimes y diretes, en donde los desencuentros entre hermanos proliferan, la falta de diálogo, la crítica destructiva, y sobre todo, la falta de humildad. Es la oportunidad de poner luz en nuestra vida, ante un mundo que se cae a pedazos ante nuestros ojos. Se trata de ser más humanos, menos materialistas, quitarnos esa coraza de metal que nos atraviesa, es salir de esa oscuridad a la que estamos sometidos.

Sí, las hermandades podían ser "misioneros de la misericordia", igual que el Papa envía sacerdotes a esta misión; sí, mirar con ojos sinceros al hermano, abrir nuestro corazón a la esperanza, mantener vivo ese espíritu de apertura del Concilio Vaticano II, dar de comer al que pasa hambre, acoger al que está en soledad, asistir a los enfermos, saber consolar, perdonar, aconsejar y dialogar. Que sí, que las hermandades no son "hermanitas de la caridad", como dicen algunos, pero no deben olvidar nunca su sentido, su fin último, que a parte de dar culto a sus titulares o fomentar la vida cristiana de sus hermanos, es también la compasión, la humanidad y generosidad hacia el hermano. Y así se está haciendo, ejemplo de esto es la fundación de ayuda a la infancia que ha puesto en marcha recientemente la Hermandad del Calvario, y así como todas las obras sociales y caritativas que están llevando a cabo nuestras hermandades.

Pero, no debemos quedarnos aquí, esto hay que asumirlo como un estilo de vida, en un camino que hay que recorrer con sus altibajos, superando y saltando todos esos baches que nos vamos encontrando. Tomemos como modelo de misericordia a la Madre Teresa de Calcuta, que pasó su vida haciendo el bien, porque ella vivía en el amor a los demás. Sí, ese es el fin, ese es el sentido de la misericordia "vivir en el amor", como nos dice la I Carta a los Corintios: "Si no tengo amor de nada sirve, si no tengo amor soy como un pedazo de metal ruidoso… solo el amor vive para siempre".

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