Huelva

Estudios olfatométricos: medir lo invisible

  • Las empresas de Aiqbe finalizarán en febrero el análisis de sus olores El estudio mide la presencia de olor y su distribución por el territorio en función de las condiciones meteorológicas

El 12 de enero de 2014 un fuerte hedor invadió la ciudad de Huelva. Decenas de llamadas al 112 daban fe de la alarma que ese olor despertaba en los ciudadanos. Era el episodio de pestilencia más intenso vivido en los últimos años, el primero de varios ocurridos en la capital desde entonces cuando se han dado determinadas condiciones atmosféricas pero sobre los que aún se desconoce el origen, a pesar de las mediciones ya realizadas por la Junta de Andalucía. Ante la falta de resultados, la Administración autonómica encargó a varias empresas que realizasen estudios olfatométricos del impacto de su actividad, al tiempo que la propia Junta anunciaba la realización de otro. El conjunto de los datos, propios y ajenos, que se hayan recogido deben servir para elaborar un diagnóstico de la situación en la capital que se reflejará en un mapa de olores.

En ese estudio se encuentran trabajando ya desde hace varios meses las empresas de la Asociación de Industrias Químicas, Básicas y Energéticas (Aiqbe), bajo las directrices establecidas por la Consejería de Medio Ambiente a partir de la norma internacional de olfatimetría dinámica. La patronal decidió encargar la realización de los análisis de cada una de sus industrias (los informes son individuales) a la empresa Inerco, que se encuentra en este momento en la fase de tratamiento de datos con el objetivo de finalizar el estudio el próximo mes de febrero. Con este trabajo se pretende conocer las unidades de olor que emite una actividad y, a través de una modelización, simular cómo cómo se distribuyen geográficamente, considerando las condiciones meteorológicas. Pero no se realizará, advierten desde Inerco, su caracterización (tono hedónico); es decir, que esos datos no muestran si el olor que emite una instalación resulta más o menos agradable al ser humano. Permitirá por tanto excluir a algunas actividades como origen del hedor por la concentración de olor que emitan, pero no podrá a priori determinar por sí solo si es una de ellas la que emite el olor que molesta a la ciudadanía.

Pero ¿cómo se dibuja esa suerte de mapa de olores? La medición de lo invisible es una tarea compleja. Comenzó a finales del pasado año con la toma de muestras en unos 80 puntos de emisión de las fábricas de Aiqbe y finalizará en febrero después del procesamiento de millones de datos.

El primer paso es localizar los focos emisores de cada instalación en los que realizar las mediciones, bien sean chimeneas, tanques, instalaciones de carga y descarga o las distintas balsas, incluidas las de fosfoyeso. En función de la instalación, se recogen muestras de aire mediante sondas y túneles de viento en cada uno de los puntos como base para estudiar los olores emitidos por esos focos, que después son analizadas en menos de 24 horas por un panel olfatométrico, el punto clave de este tipo de estudio. En ese panel, una mesa de trabajo con cuatro puestos separados, trabajan cuatro especialistas con un sentido del olfato hiperdesarrollado encargados de establecer qué grado de concentración de olor se corresponde a cada muestra, algo que se mide en unidades de olor por metro cúbico (UOE/m3). Para ello se toma la muestra obtenida en un foco y se diluye hasta un punto en el que no se percibe olor alguno. Poco a poco se va concentrando hasta que los panelistas detectan algo. Y a partir de las distintas percepciones de los especialistas y de las veces que ha habido que diluir/concentrar la muestra se calcula la concentración de olor que corresponde a esa muestra y ese foco concreto.

Ahí termina una primera fase del trabajo, que ha sido larga. Con el análisis de las muestras recogidas se obtiene el dato de concentración de olor en la salida de un foco, es decir, un dato de emisión. Pero el objetivo del estudio es determinar cómo se perciben las emisiones industriales en la capital y su entorno, no en el mismo foco emisor. Ahí se iniciaría la segunda fase del proceso, la modelización de los datos para calcular el impacto del olor en inmisión. Para hacerla, los especialistas introducen en un software especialmente diseñado un elevado número de datos: los calculados de concentración de emisión en cada foco, otros relativos a la operación de las factorías y los datos meteorológicos reales de los dos últimos años antes de iniciar el estudio, 2013 y 2014.

A partir de toda esa información se calcula el impacto de cada fábrica en términos de concentración de olor para cada una de las 8.760 horas del año. En ese cálculo, remarcan desde Inerco, se tienen en cuenta las condiciones de operación más desfavorables y todos los puntos de emisión de la factoría (los que no se han medido se incluyen por analogía). "Es un estudio conservador. Hay operaciones puntuales que se han tratado como continuas" para tener en cuenta el posible impacto de los olores generados por estas en cualquier hora del día, explica el jefe de Área de Modelizaciones Ambientales de Inerco, Ángel Pérez. Y para dar el siguiente paso, dibujar ese mapa de olor realmente conocido como isodoras (el equivalente oloroso de las isobaras), se escogen a petición de la Administración los más altos de esos valores, por encima incluso de los parámetros marcados en la legislación extranjera sobre la materia (no existe una nacional).

Esas isodoras, varias por cada instalación (una por cada año y cada uno de los valores escogidos) muestran la dispersión del olor en el territorio; al igual que las isobaras, son una serie de líneas que unen los puntos con la misma concentración de olor, delimitando aquellas áreas en la que esta es de 1 unidad de olor, de 3 y de 5. El nivel de 1UOE/m3 corresponde a ese momento en el que el olor es percibido por dos especialistas del panel olfatométrico, por lo que es imperceptible para la mayor parte de la población. En el caso de los 5 UOE/m3, se calcula que el 90% de los seres humanos lo detectan. Aunque no hay una correlación exacta, explica Pérez: "La unidad de olor es algo completamente subjetivo. Y hay incluso sustancias que a mayor concentración dejan de oler".

Los mapas elaborados determinarán por tanto la presencia del olor de cada una de las fábricas a partir de los datos obtenidos en una serie de puntos, entre los que se han incluido a conciencia aquellos en los que hay estaciones de medición de calidad del aire, relacionando así los datos de inmisión de los distintos contaminantes con los del impacto de olor. Y a partir de esos mapas se podrá determinar si la concentración de olor procedente de una determinada industria es muy fuerte, aunque la traducción de este dato en medidas concretas es complicada. "Si salen dos puntos que generan mucho olor se puede hacer un estudio en profundidad, para ver si hay algo que hacer", explica el gerente de Aiqbe, Rafael Romero. Pero, insiste, "las industrias integradas en Aiqbe están convencidas de que el hedor no viene de ellas".

Además de a estas empresas (no todas las de la asociación están incluidas), la Consejería ha solicitado estudios olfatométricos a otras cuatro del entorno industrial. Pero quedarían muchos potenciales focos de olor más, apuntan desde Inerco. En la mayoría de las ciudades el principal problema son las depuradoras, pero también hay otros focos de emisión, desde el tráfico a otras actividades industriales y portuarias no incluidas. Por todo ello, la localización del foco o focos pestilentes "es muy difícil".

La falta de una legislación específica añade también complejidad al problema, ante la ausencia de unos parámetros establecidos como referencia de la concentración de olor permitida o recomendada para una determinada actividad. Lo más cercano es un borrador elaborado en Cataluña, pero no hay límites de emisión de unidad de olor por metro cúbico, ni de inmisión (en este último caso hay países que sí han legislado). Sí que está establecida una metodología internacional de medición de los olores y hay sólo cuatro empresas en España acreditadas para hacerlo, una de ellas la que trabaja con Inerco para la toma de muestras y análisis olfatométrico. Se trata de unos estudios novedosos, que se están empezando a hacer en distintas comunidades. Y costosos, otro elemento que añade complejidad a la búsqueda de soluciones en un entorno con múltiples focos de emisión.

El otro estudio olfatométrico, el que está realizando la Junta de Andalucía, será presentado cuando la Administración tenga los resultados del resto de los encargados. Los del análisis de las industrias estarán listos a finales de febrero. A partir de ahí, habrá que cruzarlos para comprobar si arrojan luz sobre el origen de los malos olores que recorren la capital en los momentos de inversión térmica. O si hay que seguir estudiando el caso. La propia Junta reconocía recientemente que el avance del estudio de la Administración "no es concluyente", por lo que al ser "una materia complicada" abogaba por ser "prudentes" y abordar la cuestión con "paciencia". "Vamos a llegar hasta el final", aseguraba el consejero de Medio Ambiente, José Fiscal. Un final que puede retrasarse sobre lo esperado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios