patrimonio | la colección arqueológica oculta

Un museo en el sótano

  • El Museo de Huelva atesora 2.700.000 piezas en sus fondos de reserva, repartidas entre el sótano y una nave de un polígono de la capital Es material selecto o no museable, sensible y valioso

Bajo el Museo de Huelva hay otro museo: el que conserva los fondos de reserva. En total hay aproximadamente 2.700.000 piezas repartidas entre este sótano y una nave externa habilitada en un polígono de la capital -donde todas las estanterías están ordenadas y las cajas están clasificadas con las correspondientes piezas- para suplir la carencia de espacio de este inmueble heredado del año 73 y que no cuenta con las dimensiones adecuadas para dar salida a los frutos de todas las excavaciones arqueológicas que se han ido sucediendo.

Durante una visita a los fondos de reserva del sótano, el director del Museo, Pablo Guisande, explica que hay materiales que llegaron en 1973, si bien en los años 50 todo el material arqueológico que había se fue acumulando en edificios, como uno ubicado en el Puerto. Precisamente Carlos Cerdán, un ingeniero de la Autoridad Portuaria, fue el primer comisario de excavaciones (entonces no había director). Ese gran lote de piezas fue recepcionado por el Museo y está inventariado, aunque los cálculos de los restos son aproximados. Eso sí, todo el material selecto importante está clasificado.

Según explica Guisande, los fondos de reserva se reparten en tres zonas. En la primera hay cajas de entregas arqueológicas con materiales de transporte (se mezcla el área de almacén con fondos arqueológicos). La segunda está tras la puerta: bajo llave está la parte más selecta y dentro hay otro armario, que constituye la tercera zona, que es la caja de seguridad.

Ya en la primera área se observan cajas con referencias del tipo "Bollullos", "González", "no museable" o "selecto", entre otras. Aclaran la procedencia, el arqueólogo responsable y si se trata de material clasificado no entendible si se expone en una vitrina. Hay que tener en cuenta, tal y como indica Guisande, que además de conservar y proteger, el fin de todo museo es expositivo.

También hay cajas de transporte. Arriba, las correspondientes a cuadros y abajo, el material arqueológico. Son de madera, tienen unas bandas para proteger al bien de cualquier golpe y por dentro cuentan con una protección que suele ser ignífuga y una serie de materiales blandos para que la pieza vaya inerte. Aún así, las piezas se trasladan amarradas en camiones y con controles de temperatura y humedad. Siempre que viaja un bien se traslada en este tipo de cajas y, en caso de que el Museo no disponga de una hecha a su medida, se exige a la entidad o administración que la haya solicitado que aporte la caja adecuada.

También se observan algunos elementos inmuebles, como piezas de dólmenes que estaban siendo objeto de expolio en Fuente la Corcha. "El Seprona dio aviso. Aquí están protegidas y la capa de suciedad que presentan está intencionadamente, porque contiene restos de policromía y la mejor forma es mantenerlas es así", explica.

En la segunda zona prácticamente todo es selecto. Se conservan materiales muy importantes, muchos de ellos restaurados y otros por restaurar pero todos ellos inventariados. "Entre 2008 y 2010 se hizo una inversión y se firmaron contratos para que todo el material antiguo se registrara convenientemente, se guardase en cajas y estuviera perfectamente ordenado", señala el director. Cada calle tiene su identificación, cada caja tiene su número y dentro de cada una todas las piezas cuentan con un número identificativo. Así, todo está bajo control.

Sobre una mesa descansa un libro de registro en el que figuran las primeras piezas del año 73. La columna final da buena cuenta de que se trata de la "colección Cerdán". La letra es de Mariano del Amo, el primer director del museo. Lo primero que hizo, con su puño y letra, fue identificar y registrar cada pieza de la colección. Ahora son alumnos en prácticas de la Universidad de Huelva quienes, mediante un convenio, las ordenan en una base de datos.

También hay sobre la mesa varias piezas desechadas de la exposición de Saltés que se exhibe arriba. Se trata de una muestra temporal, como otras tantas que se organizan para paliar la limitación de espacio de la sala arqueológica y ante el inmenso volumen de piezas a exponer.

"Más allá de enseñar periodos y materiales, queremos que tras las exposiciones temporales perdure algo en la sala y que las muestras temporales reviertan en la permanente", señala. Por ello, algunas piezas de Saltés se sumarán a la muestra permanente, mientras que otras, igualmente importantes, se quedan en la reserva.

Un maletín didáctico preparado por la Onubense y réplicas de piezas del tesoro del Carambolo o el Bronce Carriazo se pueden tocar sin problemas. Otros materiales, no obstante, son originales y sirven de ayuda a estudiantes de Historia y Arqueología. Otra institución con la que el Museo trabaja asiduamente es el Instituto Arqueológico Alemán. Gracias a esta estrecha colaboración, el Museo dispone de multitud de piezas de varias tumbas de la Hoya de los Rastros de Ayamonte, yacimiento fenicio de importancia por su antigüedad (previa a la necrópolis de la Joya) y su ubicación (en el punto más occidental). El instituto las ha excavado, restaurado, analizado y devuelto.

La tercera zona del sótano es la de seguridad. Aquí, más allá de elementos valiosos como el oro, hay material muy sensible. Por ejemplo, hace dos años, en colaboración con la Complutense de Madrid, se recuperó material y del Instituto Arqueológico Español llegaron dos piezas del Parque Moret (que se identifica también como de Necrópolis de la Joya porque abarca todos los cabezos): un brasero y un jarro rodio.

Ese material está en esta zona y es tan sensible que no se puede enseñar, ya que las dos cajas se desharían literalmente. "Hay restos óseos, restos por analizar que se ceden cuando una institución como el Instituto Arqueológico Alemán pone las medidas adecuadas, tiene el nivel científico y nos asegura que no se van a deteriorar", explica. El instituto, al hilo de esta investigación, ha analizado algunos restos óseos de la Joya y ha aportado datos tan interesantes como que los restos de una de las tumbas principales de la Joya pertenecen a una mujer de unos 35 años, con un ADN local.

También hay un mueble especial en el que caben miles de monedas. Algunas de ellas -islámicas y romanas- pueden observarse sobre una mesa. Guisande explica que hay muchas monedas procedentes de incautaciones del Seprona hace unos años. Se limpian y clasifican, un trabajo lento y voluminoso que dará sus frutos.

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