Huelva

Genialidad de torero, alma de niño.

  • Morante trajo la expectación ante una Plaza de las Monjas abarrotada de niños.

Genio y figura. ¿De traje y corbata?, ¡no!, ¿En camisa y vaqueros por aquello del veranito?, ¡Tampoco!. ¡Morante vino de lince!. No sé ya si ibérico, ¡pero de lince!. Un puro largo entre los labios de la máscara cabezona y vestido con una piel de pelo que daba espanto pensar la que estaría pasando el de La Puebla dentro de ella con el calor sofocante que se respiraba en una plaza de Las Monjas llena de un público expectante.

Pero más que nada, vino de niño. Con esa parte inocente que el de La Puebla se gasta cuando viene a estar a gusto a un sitio. El Morante niño que llega hasta lo más cercano de la inocencia de un niño. Sin buscar aplausos largos ni ovaciones cerradas, que esos, imagino que los dejará ajustados para la tarde de feria en la que se viste de torero. Si algo hay que agradecerle a José Antonio es que se haya venido de niño a Huelva a estar con esa chiquillería que a lo mejor no le comprende del todo como torero, pero seguro que ayer le habrá admirado como niño.

 

Después, vino lo de la pancarta que entre todos, incluido el de La Puebla,  cuajaron de trazos reivindicativos y que llenará el ruedo cada tarde de feria. Un ambiente que se prolongó hasta bien cercana la noche.

 

Una tarde lograda entre las ganas de potenciar la feria por parte de la empresa onubense de La Merced. Un acierto lleno de actividad y un compromiso, que al igual que ayer, ha tenido el eje de la libertad de decisión de los aficionados. La reivindicación respetuosa del basta ya de insultos y prohibir libertades individuales, y sobre todo, percibir que la Fiesta sigue interesando.

 

Mucha chiquillería, mucho padre y madre morantista en la cercanía del ídolo y mucha actividad que en apenas un día se va a traspasar de una plaza a otra. De la de Las Monjas, a la de La Merced.

 

Tiempo habrá de relatar ya cosas del toreo desde aquella plaza, pero hoy toca escribir toda esa magia que ayer vivió el centro de la ciudad entregada a la fuerza de un ídolo que se llama Morante, capaz de revolucionar y apaciguar al mismo tiempo las almas de diez mil personas, pero también la sencillez de José Antonio el de La Puebla.

Hay que decir que tampoco estuvo solo el torero. Le acompañaron muchos nombres de artistas de esta tierra. Cerraron surcos de pinceladas negras para enmarcar esa

previa silueta que los artistas plásticos de Huelva habían apostado sobre la pancarta y además se dejaron ver para el gran público nombres muy especiales de esta Huelva: Argentina y Arcángel, dos voces y dos imágenes que se agradecen en la cercanía de la Fiesta; los del pintor ayamontino Loren; el del novillero Alejandro Conquero, actuante en el último festejo de la feria y un sinfín de aficionados y niños que disfrutaron con el Morante Tour entre camiones de transporte de ganado, carretones con los que embestir embebidos capotillos, y  mucha ilusión, mucha, repartida entre  una plaza de Las Monjas que ayer fue certero ruedo donde fraguar pintura, esbozar lances de salón y dejar hacer a los más pequeños con capotes y muletas, adivinando que ya la feria está aquí y que este año, por la razón que sea,  se percibe que hay ganas de toros y de toreros.

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