Ignacio de Gorostidi. Premio extraordinario fin de carrera de telecomunicaciones

"Cada vez veo más extendida la idea de culpabilizar a los que nos hemos ido"

  • Este onubense de 23 años fue el pasado año número 1 de su promoción en la Facultad de Sevilla. Tras recibir una 'lluvia' de ofertas laborales se trasladó a Cambridge, donde reside.

-Me han comentado que fuiste a los Maristas.

-Sí, fui a los Maristas desde Infantil hasta que entré en la universidad. Guardo bastante cariño al colegio y a la mayoría de profesores. Especial buen recuerdo tengo de dos: del hermano Esteban Aparicio y de José Luis Villegas.

-¿Por qué te decidiste por Telecomunicaciones?

-Si le digo la verdad, no lo sé. Me encantan las matemáticas y la física, así que quería hacer una ingeniería. El problema es que no tengo visión espacial ninguna, así que soy un negado para dibujo técnico. Teleco prometía muchas matemáticas, mucha física, nada de dibujo técnico y tenía fama de ser muy difícil, así que creo que verlo como un reto también influyó.

-¿Esperabas acabar el primero de tu promoción?

-No, la verdad, y es porque ha influido la burocracia a la hora de recibir el premio. Tengo un compañero (Fernando Martín) que entró a la vez que yo en la carrera. Los dos hicimos en común los años en Sevilla y después un año de doble titulación en Inglaterra y él tiene mejor expediente que yo. Sin embargo, para optar al Premio Extraordinario Fin de Estudios hay que solicitar el cierre de expediente y el título, y él no lo ha hecho aún.

-¿Cómo te surgió la posibilidad de irte al Reino Unido?

-Al acabar los estudios decidí volver a España durante un par de meses, en septiembre de 2014. La mayoría de las ofertas requerían echar más horas que un reloj y cobrar una miseria. Eché tres currículums (CV): de dos no me contestaron y el tercero me dijeron que ya me llamarían. Así decidí empezar a buscar trabajo en Inglaterra. A las seis horas de subir el CV a una empresa de búsqueda de trabajo me llamaron con cuatro entrevistas, y tuve que venir corriendo. Quité el CV de las webs porque llegaban demasiadas ofertas. Suena a broma, pero es cierto.

-¿Cómo son las condiciones allí?

-Trabajo 7 horas al día, me puedo permitir un alquiler en el centro y cada tres semanas o así hago una escapada a España. No es particularmente agradable estar lejos de tu familia, amigos, novia y tal, pero trabajando 10 u 11 horas diarias, como estaba viendo por España, tampoco es que lo fuese a disfrutar mucho.

-¿Qué perspectivas tienes a corto y medio plazo?

-A corto plazo me quedaré aquí. Las condiciones laborales en mi sector son muy buenas. Además estoy muy integrado, tengo bastantes amigos y Cambridge es muy interesante. A medio-largo plazo espero que hacer currículum aquí me permita poder volver en unas condiciones aceptables. Siempre me ha atraído la idea de ser profesor de universidad. El año que me marché de la Universidad de Sevilla iban a despedir a un montón de profesores, así que me temo que ese momento está lejano aún.

-¿Y empezar algo por tu cuenta?

-Me han comentado mucho que por qué no intento empezar algún negocio propio, para ser mi propio jefe, pero soy escéptico en lo que concierne al emprendimiento. Creo que lo que está ocurriendo en torno a él es una burbuja, como lo fue la inmobiliaria. Se intenta fomentar la fundación de empresas: los bancos dan préstamos al emprendimiento, los políticos lo ponen de modelo y la televisión alimenta el mito del hombre hecho a sí mismo. Nadie comenta que la inmensa mayoría de las empresas quiebra antes del primer año. Imagino que en unos años habrá mucha gente que no pueda pagar el préstamo que pidió para empezar su negocio.

-¿Cómo se ve desde el extranjero la situación de los jóvenes españoles/onubenses?

-Depende. El tema de los jóvenes en el extranjero -expats o exiliados económicos- es un tema que me pone las orejas de punta, porque las conversaciones sobre dicho fenómeno suelen construirse sobre una base de clasismo, mercantilización de las personas y racismo. Me explico: hace diez años recibíamos una inmigración muy abundante de Suramérica, Europa del Este y África. Se les llamaba, y se les llama, inmigrantes. Sin embargo, cuando nos ha tocado a nosotros irnos ha habido una necesidad imperiosa de diferenciarnos: no somos emigrantes, somos exiliados económicos. Nadie llama exiliado económico al senegalés que viene a recoger fresas a Moguer, ellos son inmigrantes. Nosotros somos exiliados económicos o talento exportado.

-¿Te sientes incluido en la fuga de talentos?

-Eso de talento exportado enlaza con el tema de la mercantilización y el clasismo. Cuando recibía felicitaciones por el premio, era bastante común que me dijesen: "Qué pena que os estéis yendo los mejores" u "Ojalá este país pueda daros una oportunidad". Creo que eso es enfocarlo todo mal. Tener que irte contra tu voluntad es horroroso, seas notario o camarero. Hablar de talento exportado es entender que las personas son mercancías, y pretender que es menos trágico. Esta ideología ha calado, me temo, en los emigrantes españoles especialmente los jóvenes universitarios. Encuentro cada vez más extendida la idea de culpabilización de las víctimas. Corren ideas como: "La gente dice que no encuentra trabajo, pero es que tampoco quiere salir de su casa. No se puede ser tan pasivo". Esos comentarios obvian que no todo el mundo puede mudarse a otro país y pagarse un alquiler mientras se encuentra trabajo.

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